—¡Buenos días, maña!
Al llegar finalmente a la facultad, Lorena esbozó una sonrisa al ver a su amiga sentada en la segunda fila del aula. Sin poder evitarlo, puso los ojos en blanco con afecto ante el familiar apelativo.
—¡Hola, Laura! —saludó, amistosa—. ¿Qué tal estás?
—Yo bien, ¿y tú? —replicó Laura, con lo que parecía un cierto morbo velado—. ¿Muchas agujetas?
La pregunta hizo que Lorena se sonrojara al instante. Tragó saliva, desconcertada por el tono de su amiga, mientras mil teorías comenzaban a girar en su mente.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir? —balbuceó, intentando mantenerse comedida.
Para su infortunio, Laura confirmó sus peores sospechas con una sonrisa pícara.
—Pues que esta mañana, al salir a correr, he mirado por la ventana del gimnasio y te he visto hablando tan contenta con un tío guapísimo —explicó con total soltura—. ¿Qué no me has contado, pillina?
En ese momento, Lorena deseó que la tierra se abriera bajo sus pies mientras sus mejillas alcanzaban un rojo intenso.
—¿Qué…? ¿Quién...? Ah... ¿Beni? —aventuró, entrecortada y con el corazón latiendo a toda velocidad—. No, para nada. Sólo es un amigo —agregó apresurada, intentando serenarse y componiendo una mueca displicente—. No hay nada entre nosotros.
Sin embargo, sus esfuerzos por parecer tranquila no lograron convencer a Laura, quien sacudió la mano con un gesto elocuente y dejó escapar un silbido de admiración.
—Joder, guapa, pues menudos amigos tienes —comentó, intensificando el bochorno de Lorena—. No sabrás si tiene novia, ¿por casualidad?
Involuntariamente, Lorena palideció ante aquella inesperada pregunta. Sintió cómo el pulso se aceleraba nuevamente mientras su mente la traicionaba al evocar la mención que Beni había hecho sobre la hermana de su compañero de piso durante el fin de semana. Una punzada de incomodidad subió por su garganta, pero logró sobreponerse a tiempo para responder en voz baja:
—Pues... Creo que no. Aunque, por lo que entendí, no está interesado en buscar pareja ahora mismo… —explicó en el mismo tono, sintiendo una incómoda tensión en el pecho—. Además, ¡tú tienes a Carlos! —agregó de repente, frunciendo el ceño y sorprendida por unos celos renovados hacia su amiga.
Para su desconcierto, Laura estalló en una risa estridente, como si hubiera dicho el chiste más gracioso del mundo.
—¿Qué? ¿Qué he dicho? —preguntó Lorena, entre la confusión y el malestar.
Laura, sin embargo, sonreía con amplitud, claramente sin sentirse aludida ni ofendida por el comentario.
—Nada, mujer. Solo que estaba pensando que, si no tiene novia, entonces diría que, tal y como te miraba, quiere algo contigo —aseguró Laura con total naturalidad, levantando un dedo como si estuviera exponiendo una verdad irrefutable.
El pasmo de Lorena fue inmediato. Su mente se quedó en blanco durante un par de segundos antes de lograr articular, con la boca seca:
—¿Beni? —gruñó, casi incrédula—. ¿Algo conmigo? No, no lo creo…
Laura alzó una ceja y le dirigió una mirada inquisitiva.
—Y eso, ¿por qué, hija mía? No me digas que es gay… —murmuró, en un tono que mezclaba lástima y escepticismo.
Lorena se humedeció los labios, incapaz de mantener la calma. Su pulso latía con fuerza, y la pregunta parecía haberse incrustado en su mente. No era como si una parte de ella no soñara con más frecuencia de la que le gustaría admitir con que Beni se fijara en ella. Además, por lo que había entendido en el último fin de semana, su orientación sexual no suponía ningún obstáculo en ese sentido.
Sin embargo…
«No le habré dado vueltas ni nada en las últimas semanas…», se lamentó para sus adentros, sin demasiada amargura pero con una clara sensación de resignación.
Había algo que tenía claro: solo imaginar una situación en la que expresara su atracción por Beni le atenazaba el corazón. El terror de volver a sufrir como lo había hecho con Víctor era demasiado. Por esa razón, jamás se había atrevido a decir nada al respecto, ni siquiera con Laura, su única amiga en la ciudad.
—No sé —dijo finalmente, intentando sonar indiferente mientras apartaba la mirada—. Es el mejor amigo de mi hermano aquí en Madrid… —continuó con vaguedad.
Sin embargo, acto seguido, vaciló. Estuvo a punto de mencionar que Fran, su hermano, era extremadamente protector y rara vez permitía que sus amigos se acercaran a ella, sobre todo si eran heterosexuales. Siempre le había parecido casi milagroso que aceptara con naturalidad que ella compartiera entrenamientos con Beni, pero prefirió guardarse ese pensamiento. Algo en su propia mente lo hizo parecer ridículo al momento de expresarlo, y decidió no darle voz.
Laura, sin embargo, no estaba dispuesta a soltar el tema.
—Chica, no quiero meterme donde no me llaman —intervino con una mezcla de picardía y sinceridad—. Pero si el chaval te hace tilín, ni lo dudes.
Lorena sintió que toda la sangre se le iba del rostro. No podía creer que Laura le estuviera sugiriendo algo así.
—¿Qué…? —balbuceó, atónita.
—No te digo que te cases con él, mujer —aclaró su amiga con total naturalidad, tan tranquila que Lorena casi envidió esa actitud—; pero, aunque solo sea por el premio de un buen cuerpo y los polvos de primera que tiene pinta de echar… Igual te compensa hacer la apuesta.
Lorena apenas pudo disimular la mezcla de nervios y un extraño nudo en el estómago que parecía hacerse más presente cada vez que pensaba en Beni. Peor aún, la incomodidad crecía cuando su mente jugaba con imágenes que jamás había querido formar de ellos dos juntos. Ansiosa, sacudió la cabeza en un gesto apenas perceptible y forzó una sonrisa para intentar quitarle peso al asunto.
—Sabes que últimamente no ando muy interesada en chicos, pero lo tendré en cuenta —bromeó como única respuesta, buscando cerrar la conversación.
Laura la observó durante unos segundos con media sonrisa antes de guiñarle un ojo.
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Editado: 18.02.2025