El día había sido redondo, en pocas palabras. Por primera vez en su vida, Beni se sentía feliz y seguro de sí mismo, sin poder dejar de sonreír, aunque lo intentase. Era como si, después de tantos años de oscuridad, una luz preciosa y maravillosa hubiese aterrizado sobre su cabeza para no volver a apagarse jamás, dando más color a su existencia que nunca.
Tampoco era idiota: casi desde que se había despertado aquella mañana, el inexperto joven había estado temiendo lo peor. Ya fuese porque Lorena no volviese a dirigirle la palabra, o que le dijese justamente que, a pesar de todo, no quería estar con él y que la noche anterior había sido un error. Sin embargo, desde aquel mediodía, Beni no era capaz de concebir otra cosa que no fuera estar abrazando a aquella dulce chica de cabello castaño y ojos a juego hasta que el mundo se acabase.
Por otra parte, sí que había algo que le preocupaba desde hacía varias horas, y que tenía que ver, de forma indirecta, con su interés romántico actual… y era el hecho de que Fran no respondía a sus mensajes, lo que le parecía muy raro. Cierto que cuando vivían juntos no se escribían apenas, dado que se veían todo el tiempo, pero desde que se habían mudado a sus respectivos pisos, los dos amigos hablaban todos los días sin excepción, ya fuera por teléfono o por WhatsApp. Quizá por ello, nada más despedir a Lorena en Cea Bermúdez, el rubio sacó enseguida el móvil y volvió a escribir un sencillo mensaje:
Beni:
Hey, Paquito
Cómo va todo?
Con el espíritu más calmado, el joven se encaminó entonces hacia su casa en Alberto Aguilera, y casi subió hasta el tercer piso donde se encontraba el apartamento saltando los escalones de dos en dos. El recibidor y el salón estaban en calma. La presencia de sus compañeros de piso sólo se denotaba por las luces saliendo por debajo de las dos puertas más alejadas del pasillo. Pero la sonrisa de Beni se borró de inmediato al ver la respuesta de Fran por fin después de horas de silencio:
Fran:
Hola, Beni
Pues mira, todo lo bien que puede ir dadas las circunstancias
Tras leer aquellas líneas tan crípticas y al tiempo tan duras, el rubio frenó en seco con el móvil en la mano. Inquieto, cerró la puerta del cuarto tras de sí, se descalzó y se tumbó en la cama antes de marcar un número que conocía casi de memoria. La persona al otro lado descolgó al cabo de casi cinco tonos, cuando ya iba a saltar el buzón de voz:
—¿Diga?
El tono seco y desapasionado de aquella sencilla palabra puso de inmediato sobre aviso a Beni, pero trató de mantenerse amistoso y cordial sin denotar demasiada preocupación de momento.
—Eh, Paquito —saludó, como de costumbre—. ¿Qué pasa? ¿Va todo bien?
—¿Qué quieres decir? —repuso el otro chico, algo más cortante de lo que Beni esperaba.
—No sé, no me contestabas los mensajes y me preocupé —admitió él, sin entender del todo a qué venía la animosidad de su amigo—. Ha… ¿pasado algo?
Para su mayor ansiedad, al otro lado del teléfono resonó un bufido que le dio muy mala espina.
—Que me lo preguntes tú, tiene gracia —le espetó entonces Fran.
Ahí sí que el rubio se quedó rígido, tanto que incluso se irguió en la cama y se quedó sentado sobre la manta con los codos en las rodillas.
—Wow, para el carro y sin adivinanzas, Paquito; que nos conocemos —le advirtió, alerta y algo molesto—. ¿Se puede saber qué te pasa conmigo ahora de repente?
—Pues tú dirás —ladró Fran de inmediato en respuesta—. O… ¿qué crees que estás haciendo con mi hermana?
Al escucharlo, Beni se quedó petrificado en el sitio; al tiempo que maldecía al que fuese que le hubiera ido con el cuento a su amigo, pero sin estar seguro de a quién exactamente debía echar la culpa.
—¿Quién te lo ha dicho? —preguntó, entre dientes.
Por supuesto, lo último que esperaba escuchar fue la siguiente respuesta furibunda de Fran:
—Hombre, pues os vi liaros anoche, qué te crees…
Beni resopló, cerrando los ojos con fuerza y conteniendo una palabrota en su mente a duras penas. Así que era eso. Su ausencia temprana de la fiesta, el hecho de no contestarle a los mensajes… ¿Lo sabría Lorena?
—Fran, de verdad que no creo que te tengas que poner así —trató entonces el joven de calmar los ánimos, más sincero que en mucho tiempo—. Lorena y yo... nos gustamos —confesó— y hemos decidido darnos una oportunidad.
—”Una oportunidad”... —rebufó Fran, al parecer enojado de todas formas y no sin cierta mofa—. ¿Acaso no recuerdas lo que te conté de su ruptura con Víctor?
El semblante de Beni se oscureció al oír lo que sonaba como una acusación velada hacia él. ¿Es que su amigo no lo conocía lo suficiente a esas alturas?
—Yo no soy ese gilipollas —rechinó, furioso a su vez—. Creí que tú lo entenderías mejor que nadie en esta puta ciudad, pero veo que me equivocaba.
Del despecho, Beni estuvo a punto de colgar de golpe. No obstante, el escuchar la voz de Fran llamándolo desde el otro lado con cierta ansiedad repentina le hizo recular y volvió a ponerse el auricular muy despacio sobre la oreja:
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Editado: 10.06.2025