El mes siguiente pasó en un suspiro para todos, enfrascados como estaban en las diferentes épocas de exámenes, según la carrera que cursasen. La última en terminar fue Lorena, casi a principios de febrero, pero por suerte para los planes de Beni y ella, su último examen tuvo lugar una semana antes de la fecha más señalada para cualquier pareja de enamorados: San Valentín.
Desde que se habían reconciliado —y a pesar de seguir entrenando juntos muchas mañanas, además de los escasos ratos de descanso entre estudios en los que podían escaparse a dar una vuelta por el barrio—, la pareja apenas había tenido tiempo para disfrutar a solas con calma. De ahí que la joven sintiera un nudo de dulce ansiedad adueñarse de su estómago cuando, por algún tipo de milagro, su hermano anunció que el fin de semana del catorce de febrero quería irse a Zaragoza a ver a la familia. Chanzas aparte de todos sus amigos sobre lo que haría —o dejaría de hacer— en la capital del Ebro. Su hermana intuía que no había ningún motivo romántico, pero le hizo la misma gracia verlo enrojecer apenas ante todas aquellas pullas sin malicia.
Marcos y Hernán, por su parte, aseguraron que esperaban volver de buena mañana a casa el domingo, mientras intercambiaban miradas pícaras. De hecho, cuando aquella tarde, después de clase, Beni llamó a Lorena, ella contestó sin dudar, deseando contarle las novedades. Aunque su primer comentario, tras el saludo, la hizo enrojecer por un motivo muy distinto:
—Por cierto, veo que tengo una seguidora de vuelta en Instagram…
Lorena contuvo una risita cargada de pudor.
—No puedo resistirme a tus encantos, ya lo sabes.
Entre unas cosas y otras, a pesar de que todo parecía ir como en un sueño, a la joven casi se le había olvidado por completo incluso volver a mirar las redes sociales… De hecho, llevaba sin actualizar el blog desde antes de Navidad, y se prometía retomarlo en cuanto terminase los exámenes.
—Bueno, ya somos dos, entonces —repuso Beni, sin rastro de burla—. Estoy deseando ver la siguiente entrada de tu blog.
Lorena arrugó el gesto sin enfado, casi con diversión, pensando que le había leído la mente.
—Venga ya, si no te gusta la equitación —le reprochó, sin maldad.
—Nunca he dicho eso. Es solo que no es un tema en el que me haya metido nunca —aclaró él con calma—, pero la verdad es que estoy descubriendo un mundo muy interesante…
—Pelota.
—Lo que tú digas, ratita —repuso él, jovial—, pero es cierto.
—¿“Ratita”? ¿Vuelves a las andadas?
De la sorpresa, Lorena lo preguntó casi sin pensar. Sin embargo, la reacción de Beni tampoco se hizo esperar.
—Ouch, es cierto, que me dejaste claro que no te gusta… —se arrepintió de inmediato, claramente avergonzado—. Perdona, esta vez se me ha escapado…
—¡No, no! O sea… —Lorena se mordió el labio, mientras al otro lado se hacía un silencio expectante—. En realidad, olvida todo lo que te dije aquel día, ¿vale? No era yo misma, me temo.
—O.K., sin problema —repuso él, sin ironía alguna y con cierta alegría que la tranquilizó—. Pero entonces… ¿puedo seguir llamándote así?
La joven clavó los dientes con más energía en su labio inferior, agradeciendo que él no pudiese ver su rostro avergonzado en ese instante.
—Sí. Lo cierto es que… es un mote especial. Me hace sentir especial —recalcó, roja hasta la punta de las orejas; todavía más cuando escuchó la risita triunfal de Beni al otro lado—. ¡No te rías, oye!
—No me río de ti, te lo prometo —aseguró él, cariñoso—. Es que… me ha parecido muy tierno oírte decir eso. Y eres especial de por sí, pequeña —indicó—. No tengo mérito alguno en ello.
La aludida se retorció de placer por dentro al escucharlo y sonrió de oreja a oreja, feliz de que todo pareciera volver a su cauce.
—Bueno, pues… eso —zanjó con fingida seriedad—. Tienes mi permiso para seguir usándolo, solo para que conste.
—Está bien, ratita. Me lo apunto —canturreó él, marcando el apelativo a propósito. Lorena, por su parte, sintió un agradable nudo enroscarse en la base del estómago, descubriendo que, en el fondo, había echado de menos aquella sencilla palabra más de lo que estaba dispuesta a admitir—. Por cierto, hablando de otras cuestiones románticas… ¿tienes algún plan para el día catorce?
La joven se irguió de inmediato, con el corazón acelerado y una sonrisa interesada ante la pregunta.
—No lo sé —evadió la respuesta, coqueta—. La verdad es que no había pensado en hacer nada especial, todavía… ¿Por qué?
—Bueno, he oído que hay un chaval muy simpático que quiere sacarte al cine y a cenar esa tarde-noche —dejó caer Beni, con una despreocupación a todas luces fingida—, si no tienes nada que hacer…
Lorena se echó una mano a la boca, encantada, pero optó por responder de forma neutral y sin dejar traslucir ni una chispa de los fuegos artificiales que su mente estaba lanzando en aquel momento.
—Hum, suena interesante, la verdad —repuso, siguiendo su tono.
Por otra parte, pareció que no era lo que Beni esperaba oír, porque su voz se tornó comedida y algo tímida cuando agregó:
#17331 en Novela romántica
#2376 en Novela contemporánea
estudiante de universidad, romance adulto drama, companeros de piso
Editado: 06.05.2025