La película había sido de lo más entretenida, tanto que Lorena casi consiguió olvidar por completo que había visto a Víctor antes de entrar a la sala. A su vez, la joven no podía dejar de recrear en el fondo de su mente el instante en que ella y Beni se habían declarado. Así, cuando dos horas y media después de haberse sentado, la pareja salió por fin al frío aire madrileño, ambos lucían sonrisas felices mientras comentaban los detalles de la historia y discutían en broma sobre aquello en lo que discrepaban. Una vez en la calle, los dos se arrebujaron en sus abrigos, antes de que Beni tomara a Lorena de la mano y tirara, sin violencia, de ella hacia el Metro.
—¿Qué quieres cenar?
Lorena dudó ante la pregunta.
—¿Qué te parece si volvemos a casa y pedimos unas pizzas? —propuso al cabo de unos segundos, encogiéndose de hombros—. Me apetece estar tranquila y a solas contigo, si te parece bien.
—Es cierto, que me has dicho que Hernán y Marcos salían hoy y tu hermano no estaba —recordó Beni, sin perder la sonrisa amable que Lorena adoraba—. Vamos, entonces. Aunque, sin que sirva de cantinela… ¿Estás bien? —preguntó con dulzura y un punto de broma.
—¿Por qué lo dices? —repuso ella, sin molestarse en absoluto.
De hecho, si algo adoraba de su actual pareja en secreto desde que se conocían, era que siempre había tenido esa tierna manera de estar pendiente de su bienestar. Él, por su parte, se encogió de hombros con aparente desgana.
—No sé. Te noto algo apagada —indicó, mirándola de reojo—. ¿Es por lo de ese imbécil?
Lorena suspiró, pillada en falso sin haberlo pretendido.
—Sí. Perdona, otra vez no puedo dejar de pensar en lo mal que me ha sentado ver a Víctor antes en el cine —expuso con amargura.
—Vamos, no lo pienses más o solo te harás más mala sangre y ese idiota no lo merece... —le recomendó él, con más cariño casi del que Lorena esperaba, antes de quedarse pensativo y agregar—. De todas formas, sigo sin entender una cosa…
—¿El qué?
Beni mostró una sonrisa enigmática.
—Pues… cómo tuvo las narices de hacerte daño de esa manera, con lo especial que eres.
Lorena, conmovida, tampoco pudo evitar suspirar con cierto abatimiento al percatarse de cuánta razón tenía su pareja.
—Supongo que yo tenía la ceguera del primer amor y lo que siempre me habían dicho mis amigas que era tener "pareja de verdad" ... —reconoció ella, sin poder evitar una punzada en el corazón cuando se dio cuenta, por enésima vez, de lo ciega que en efecto había estado durante los dos años de relación con ese desgraciado. ¿Cuándo Víctor la había tratado con el mismo mimo que Beni, para empezar? Sin quererlo, Lorena se percató de que, si se paraba a pensarlo, ni siquiera recordaba la última vez que su ex alabó alguna cualidad de ella si no era para llevársela a la cama cinco minutos después. Incluso en esos casos… A la joven casi le daba vergüenza reconocer que Víctor siempre la había tratado como un florero a su disposición, más que como alguien con sentimientos. La "reina Lorenita", como él la llamaba, perfecta para exposición mientras la gente se reía a sus espaldas. Pero eso sí que no se atrevía a confesarlo en voz alta, tal era el bochorno que le provocaba—. No sé qué vi en él, la verdad —agregó, no obstante, en un suspiro cargado de amargura y mirándose las puntas de los botines de tacón.
—Meh, pues él se lo pierde por idiota —sentenció Beni entonces, abrazándola sin avisar y canturreando en tono bromista sobre su oído—. Ahora eres mía, que se joda.
De la sorpresa y lo espontáneo del comentario, Lorena soltó una fuerte carcajada, no exenta de cierta ternura, que Beni coreó. Sin embargo, cuando se les pasó el momentáneo ataque de risa, se puso de puntillas para besarlo en la punta de la nariz y, después, en los labios.
—Si es que eres único, cariño —lo alabó, sin perder la sonrisa encantada—. No sé cómo lo haces.
Beni sonrió con falso orgullo mientras se incorporaba, sin soltarla de uno de sus brazos en ningún momento.
—Lo sé.
Así, ambos caminaron los escasos doscientos metros que aún les quedaban hasta el Metro. No obstante, una vez dentro del andén, Beni susurró:
—Por cierto, ratita...
—¿Qué pasa?
De repente, el gigantón parecía más tímido que nunca, sus pómulos estaban algo teñidos de rojo y no parecía ser solo por el contraste de temperatura entre el interior y el exterior de la estación.
—Bueno… Estaba pensando en que si subimos a tu casa esta noche y estamos solos... Que no sé tú, pero yo hace tiempo que me gustaría estar contigo… Ya me entiendes... —susurró, para sorpresa de la chica, mordiéndose el labio y sin encararla directamente—. Si surge la ocasión.
Lorena, por su parte, abrió la boca con emoción. Cierto que ella lo había insinuado en su conversación cuando decidieron el plan de aquella fecha especial, pero no podía evitar sentirse algo nerviosa al comprobar que ambos tenían el mismo deseo en mente.
—Oh... Vaya... —fue lo único que salió de sus labios, a pesar de todo.
Beni, por su lado, pareció enrojecer todavía más ante aquella respuesta tan vaga, por la que la joven casi se quiso abofetear.
#17368 en Novela romántica
#2385 en Novela contemporánea
estudiante de universidad, romance adulto drama, companeros de piso
Editado: 06.05.2025