Cuando brillen las estrellas

Capítulo 23

El viaje de regreso fue silencioso. No por incomodidad, sino por respeto a lo que cada uno llevaba dentro. Amelia observaba el paisaje pasar como si pudiera descifrar respuestas en las sombras de los árboles, en los tramos desiertos de ruta, en los rayos de sol que se colaban por la ventanilla. El descubrimiento en el archivo municipal no había cerrado ninguna puerta. Al contrario: las había abierto todas.

Liam. Ingreso: 1972. Egreso: desaparecido.

Aquel niño había existido. Y, de alguna manera imposible de explicar, parecía estar de nuevo en su vida.

Cuando llegaron a casa, la tarde estaba cayendo. Elena los recibió con una sonrisa discreta y cansada. Liam salió corriendo a los brazos de Amelia, como si no hubieran pasado dos días, sino una eternidad.

—Te extrañé —le dijo, envolviéndola con sus brazos pequeños.

—Y yo a ti, estrellita —respondía Amelia, mientras lo apretaba fuerte contra su pecho.

Martín observaba la escena con una mezcla de ternura y tristeza. Porque algo en la forma en que Liam abrazaba a Amelia tenía ese aire de despedida anticipada, de tiempo prestado.

Esa noche, después de cenar, cuando Liam ya dormía en su cama con Cosmo a su lado, Amelia subió al altillo y volvió a abrir la vieja caja donde guardaba los papeles de su padre. No era la primera vez que lo hacía, pero sí la primera en la que sentía que algo podía estar allí, esperándola.

Cartas sueltas. Postales sin sello. Notas rápidas escritas con su letra firme y apretada. En una libreta más gastada que el resto, encontró una entrada fechada en 1993.

"Liam. Aún lo espero."

Eso era todo. Cuatro palabras. Ninguna explicación. Ningún contexto. Pero bastó para que Amelia sintiera un latigazo en el pecho. Su padre había escrito eso. Su padre había esperado a Liam. ¿Por qué? ¿Quién era Liam para él?

(...)

Al día siguiente, después del desayuno, Amelia subió con Liam al altillo donde guardaba una vieja caja de recuerdos. El sol entraba a través de la ventana inclinada, dibujando haces de luz sobre el polvo suspendido. Se sentaron juntos en el suelo, sobre una manta doblada, rodeados de papeles, cintas de cassette y fotografías en sepia que olían a tiempo.

Amelia rebuscó entre sobres y cartulinas hasta encontrar una imagen. La sostuvo entre los dedos como si tuviera miedo de que se deshiciera. Era una de las pocas fotos donde su padre sonreía. Vestía una camisa celeste desabotonada hasta el pecho, el cabello revuelto por el viento, los ojos semicerrados por el sol. Detrás de él, un lago calmo y unos árboles desenfocados.

Amelia se la tendió a Liam.

—¿Lo conoces? —preguntó en voz baja, casi temiendo que la respuesta pudiera romper algo en ella.

Liam no contestó de inmediato. Tomó la fotografía con cuidado, como si intuyera que lo que sostenía era frágil no por su papel, sino por lo que significaba. Frunció ligeramente el ceño, concentrado. Luego ladeó la cabeza, observando con esos ojos de miel que parecían mirar más allá de lo evidente.

—No lo sé —murmuró al fin—. Es un señor mayor. Y yo… creo que no lo vi así.

Amelia sintió un nudo en el pecho.

—Era mi papá —dijo, con una mezcla de ternura y desamparo. Como si todavía no se acostumbrara a usar el verbo en pasado.

Liam levantó la mirada hacia ella. Tenía esa seriedad extraña suya, la que no encajaba con su edad, pero que parecía brotarle desde un rincón antiguo del alma.

—Entonces es por él que estás triste —afirmó, sin sombra de duda.

Amelia bajó la vista, acariciando una esquina doblada de la foto.

—Un poco, sí. Estoy confundida. Quiero entender cosas que él nunca me contó. Cosas que ahora empiezan a tener sentido… pero tarde.

Liam apoyó una mano sobre la de ella. Sus dedos eran pequeños, cálidos.

—A veces los grandes guardan secretos porque les duele decirlos —dijo con una sencillez que desarmaba.

—¿Y tú crees que él estaba triste? —preguntó Amelia, más para sí misma que para él.

Liam no respondió enseguida. Miró nuevamente la foto.

—No lo sé. Pero... creo que a veces, cuando alguien no sabe cómo querer, se esfuerza por parecer fuerte. Como si eso fuera suficiente.

Las palabras calaron hondo. Amelia se quedó en silencio. No lloró. Pero sintió cómo algo dentro de ella se abría. Una grieta suave. No para romper. Para dejar entrar la luz.

—Gracias por mirar conmigo —susurró, abrazándolo con cuidado.

Liam apoyó la cabeza en su hombro.

—Tal vez él también te mira, desde donde esté. Tal vez te está esperando para que lo entiendas.

Y aunque Amelia no creía del todo en eso —o quizás sí, en ese rincón íntimo donde aún se guardaban los cuentos—, sintió que algo verdadero vibraba en aquellas palabras.

La fotografía tembló apenas entre sus dedos, como si el aire se hubiera vuelto más liviano.

Y por primera vez en mucho tiempo, Amelia no se sintió triste al hablar de su padre.

(...)

Aquella noche, después de hablar con Liam sobre su padre y repasar una vez más las cartas guardadas, Amelia sintió que algo dentro de ella pedía cerrar un círculo. Como si, ahora que empezaba a entender la infancia de su padre, necesitara también mirarlo de frente, incluso si eso significaba regresar al lugar donde todo terminó.

La idea surgió en un susurro. Una intuición más que una decisión.

—Quiero llevar a Liam al cementerio —dijo, mientras doblaba con cuidado la foto que él había sostenido unas horas antes.

Martín la miró en silencio. No preguntó por qué. Solo asintió.

El domingo amaneció frío. El cielo cubierto, pero sin lluvia. Amelia preparó una pequeña mochila con flores secas —las que a su padre le gustaban— y algo de agua. Liam se vistió sin hacer preguntas. Como si supiera a dónde iban. Como si, en el fondo, ya los estuviera esperando.

Caminaron en silencio por las calles del pueblo. Martín iba a un lado, con las manos en los bolsillos, y Liam al otro, sosteniéndose del brazo de Amelia con una calma inusual. El cementerio se alzaba al final de una calle sin salida, flanqueado por álamos altos que crujían con el viento. El portón de hierro estaba entreabierto, oxidado en las bisagras, y lo empujaron con cuidado, como si temieran despertar algo dormido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.