Cuando el amor regresa

Capítulo # 4

Ciro

Me fui del departamento de Kim cuando llegó Victoria, la cual ignoraba que Kimberly está embarazada; aún recuerdo su asombro en su rostro.

—Esto es tan extraño…

El celular sonó y contesté por medio de mis manos libres.

—Dime, madre.

—¿Y cómo está Kimberly?

—Está bien, la dejé en compañía de su prima Victoria.

Camila soltó un suspiro de alivio.

—La rubia.

Sonreí y hablé.

—La única que tiene. Aunque me sorprendió que no sabía nada del embarazo de Kimberly.

—Aun su familia no sabe del bebé —comentó ella con seriedad.

—Eso es extraño.

—Un poco —afirmó al escuchar la voz de su hijo extrañado—. Sé que Kimberly oculta algo.

—Tú también lo crees —solté con asombro; creí que era el único que lo había notado—. Voy a investigar.

—Te dejo, tu padre está llamándome.

—Cuídate.

—Te amo, Ciro.

—Te amo, mamá —dije cortando la comunicación.

.

.

Unos días después.

Kimberly

Acomódame el vestido materno que me envió Camila por medio de su chofer. Me encanta, es tan cómodo que no me molesta en nada mi pancita.

—Te ves preciosa —habló su madre asomándose en la puerta de la habitación y sonrió por verla tan emocionada por su embarazo—. Ya quiero que nazca mi nieta.

—Sí, Chiara está creciendo muy bien —contesté tocándome el vientre; pensé que mis padres no lo aceptarían bien por ser madre soltera. Ahora que saben que es una niña, están super felices; lo aceptaron a regañadientes en cierto modo—. Para el próximo año, estará con nosotros.

—Me gustaría que se llamara Mary Ann —comentó su madre.

Kimberly

Medio sonreí; obviamente, mi madre quería que le colocara el nombre de ella y realmente esa idea no me gustaba. Porque el nombre de Chiara siempre me ha parecido un nombre precioso y siempre he soñado con llamar a mi pequeña así.

—No lo creo.

—No seas egoísta.

—Lo siento, madre, quiero que se llame Chiara.

—Entonces elegiré el segundo nombre —persistió; la idea de ser abuela le encantaba y le agradecía a Dios que su nieta no fuera hija de ese hombre.

—Por favor —le pedí cansada; mi madre es un caso serio.

Se asomó un hombre alto de cabello castaño y ojos azules.

—Hija.

—Ya vamos, papá —salí de la habitación y lo abracé. Amo a mi padre por lo atento y cariñoso que es conmigo y cómo está entusiasmado con mi embarazo—. Vamos a cenar; hoy es Nochebuena.

—Me hubiera gustado que viajáramos a Canadá.

—No es conveniente —le recordó caminando hacia la sala y miró la cena navideña—. Todo se ve delicioso.

—Comamos.

—Sí —afirmé llevando mi mano a mi vientre—. El próximo año seremos cuatro.

—Así es —confirmó Mary Jane emocionada.

Kimberly

No me atreví a confesarle a mi familia que la bebé es hija de mi exesposo, porque al escuchar que es hija de un italiano, casi le daba algo a mi madre; tuvo que inventarles que la niña podía ser morena y no de piel blanca como nosotros, por ser nieta de Adriano, y existía esa posibilidad por Helena y Julián por ser morenos; el único de piel blanca es Ciro porque se parece a Camila; aunque sea su padre, existe esa posibilidad.

—Hija —habló con una sonrisa malévola—. ¿Y qué piensa la familia de tu ex por tu bebé?

—Están felices por mí —respondí contenta y por primera vez noté el enojo de mi madre—. ¿Qué sucede?

—Ni crean que van a ver a mi nieta, como si fuera suya —dijo enojándose—. Tú no tienes nada que ver con ellos.

Su esposo estaba serio.

—Cariño, por favor.

—Le doy gracias a Dios, que no es hija de ese hombre —expresó con emoción—. Hubiera sido una pesadilla para mí.

Kimberly

Intenté asimilar esas palabras. ¿Por qué lo odia tanto? Quiero preguntarle, pero algo me dice que no lo hiciera.

—Comamos —pidió su esposo.

Su mujer asintió con la cabeza.

.

.

En la mansión De Santis Watson, se encontraba de fiesta toda la familia; estaba presente disfrutando la Nochebuena.

Adriano estaba más que contento porque sus suegros pudieron asistir a la fiesta; a veces se negaban a salir de Australia porque no les gustaba dejar su hogar mucho tiempo solo; en cambio, sus padres disfrutaban de sus nietos.

Camila se acercó a su marido.

—Mira —enseñándole su celular—. Se ve hermosa Kimberly con el vestido que le envié.

Él detalló el vestido materno de color azul cielo; la hacía lucir muy hermosa, reflejaba una maternidad tan tierna que nunca pensó ver en otra mujer como fue con su amada Camila.

—Se ve hermosa.

—Sí —afirmó ella y se alejó para enseñárselo a toda la familia; algunos familiares comenzaron a murmurar tantas cosas entre Ciro y Kimberly que, al final, tuvo que intervenir enojada—. ¿Y por qué no se lo dicen a Kimberly en persona?

Su suegra Antonella la miró con seriedad.

—Nunca perteneció a esta familia.

—Tienes que acostumbrarte, porque volverá a ser parte de esta familia —le aseguró ella con una sonrisa en sus labios—. Será una De Santis de nuevo.

Ciro

Me acerqué a mi madre y mi abuela porque están discutiendo y eso no es normal en ellas.

—¿Qué sucede? —pregunté con extrañeza.

—Tu abuela, que está diciendo tonterías.

Antonella estaba furiosa.

—Tu madre es una desquiciada.

Ciro

El comentario me desagradó muchísimo. Nunca se había expresado de esa manera de mi madre y me enojé.

—Discúlpate, abuela —le pedí mirándola con mucha seriedad.

—No lo haré —dijo cruzando los brazos como si fuera una niña malcriada.

Camila soltó una carcajada.

—Déjala, sé que yo ganaré.

Antonella quería golpearla; sería una estupidez, su hijo se enojaría con ella. Sí fue una batalla horrible aceptarla en la familia por no ser italiana, pero esa mujer tenía un carisma increíble para ganarse el cariño de todos, menos el de ella. Siempre ha tenido que pensar lo que iba a decir de ella y respiró profundo cuando su hijo expresaba su amor hacia ella.




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