Cuando el amor regresa

Capítulo # 11

La cena transcurrió de manera normal y tranquila.

Ciro

Estuve repreguntándole a mi suegro qué negocios está haciendo y que me gustaría ser su socio para poder ir más seguido a Canadá, para evitar que ellos estuvieran viajando tanto. Aquella información asombró mucho a mi mujer porque nunca estuve interesado en otros negocios, solo en mi profesión.

La noche llegó y Kimberly se quedó profundamente dormida. A mí no me molesta porque puedo disfrutar a mi hija en comodidad. Después de acostarla en la cuna, decidí que ya es hora de dormir; me acomodé en la cama y le di un tierno beso en los labios a mi mujer.

—Te amo, amore mio.

Ella se movió un poco y se apegó más a mi cuerpo; ese gesto me hizo sonreír porque a mi mujer siempre le gusta abrazarme mientras duerme.

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A las dos de la madrugada.

Chiara comenzó a llorar

Ciro

Me despertó rápidamente para evitar que despertara a mi mujer; la agarre con cuidado y le dio un beso en la frente.

—Vamos para tu habitación —dije en voz baja y salí con mucho cuidado para no despertar a Kimberly.

Mary Jane no podía dormir; el simple hecho de que su hija estuviera nuevamente con ese hombre la ponía enferma. Entonces escuchó la voz de Ciro hablándole a su nieta.

—Tenías el pañal mojado —comenté cambiándoselo y sonreí—. Eres una niña muy buena, pero a veces tienes que dejar dormir a mamá —dije con cariño, cambiándole la ropita—. Tu mami se cansa mucho y nosotros tenemos que cuidarla mucho.

Mary Jane estaba asomada en la puerta y escuchando todo lo que él estaba diciéndole a su nieta.

—Hola.

Ciro

Agradecí que mi hija aún está en el cambiador y no en mis brazos, por el susto que me acabo de llevar.

—Hola, Mary Jane.

—Eres un experto —comentó asombrada—. Lo hiciste perfecto.

—Gracias, estuve viendo videos —confese orgulloso—. Es bastante fácil; difícil será cuando crezca.

—Serás un excelente padre —dijo con sinceridad y observando que volvía a cargar a la niña—. Me recuerdas tanto a mi esposo.

—Joseph.

Asintió y habló.

—Estoy más que segura de que serás un padre consentidor.

—No quiero fallar, trataré de no serlo mucho —exprese con preocupación; tanta malcriadez no crea nada bueno—. Podrías tenerla; tengo que preparar su alimento.

Ella estaba atónita.

—¿Sabes hacerlo?

—Claro que sí —dije sorprendido y medio sonreí—. Bien, soy de los pocos padres que lo hacen.

—Joseph nunca aprendió.

Ciro

No quise opinar nada; se la entregué con cuidado para comenzar a prepararle su leche de fórmula, porque no quiero que mi hija comience a llorar y despertara a mi esposa que está durmiendo tranquilamente.

Mary Jane solo me observa mientras estoy preparando el alimento de mi hija.

Mary Jane solo pensaba en ese pequeño que no pudo estar a su lado o verlo crecer; a pesar de que tenía años que creía que lo había superado, necesitaba una ayuda y sabía perfectamente que Ciro podría ayudarla por las influencias que tenía su familia.

Mary Jane estaba indecisa porque no sabía si decírselo o no, hasta que se armó de valor y habló.

—Ciro, ¿me podrías ayudar?

Ciro

Al escuchar esas palabras me quede estático.

—Sé que lo que te voy a pedir es sumamente extraño y confidencial.

—La escucho.

—Necesito saber si un bebé murió el 8 de septiembre del año 1992.

—Un bebé casi tres años mayor que Kimberly —pensé curioso y hablé—. Hablaré con mis amigos que son detectives.

—Será un secreto.

—Lo sé. Estamos a salvo de que Chiara no sabe hablar.

El comentario hizo reírse bajito a ella.

—Te lo agradezco.

—Agradécemelo, cuando descubramos la verdad.

Mary Jane no respondió; la realidad era que extrañaba a ese hijo que perdió. Ahora necesitaba saber si realmente estaba vivo; su corazón le decía que aún lo estaba, pero recordaba cruelmente las palabras de Stefano, anunciándole que su hijo murió después de nacer. En esa época era tan joven e ingenua que terminó creyéndole y regresando a Canadá con el corazón roto y vacía; al tener a Kimberly, algo en ella volvió a florecer, dándole una nueva oportunidad a la maternidad.

Ahora que su nieta había nacido, su corazón estaba dudando de nuevo y necesitaba cerrar esa página en su vida.

—Algún día te contaré, por qué tanto rencor hacia ti —dijo entregándole a la niña y alejándose.

—Espero ese día con ansias —murmure en voz baja.

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Helena despertó en brazos de su marido; lo que vivió la noche anterior fue increíblemente espectacular, superando lo que pudo llegar a imaginar. Luciano era un amante increíble que la hizo sentir amada y deseada.

—Buenos días —dijo él sonriéndole.

—Buenos días —dijo emocionada y lo abrazó—. Me encantaría quedarme todo el día aquí.

—Me parece perfecto, en una semana estaremos batallando con tu familia y la mía —comentó él riéndose—. Qué locura hicimos.

—Ni te quejes, porque lo disfrutaste —aclaró levantándose un poco, mirándolo a los ojos—. No te quejas.

—Helena, esto nos está volviendo locos —confesó abrazándola—. ¿Crees que sea para siempre?

—No lo sé, quiero disfrutar al máximo.

Luciano la besó ardientemente; no debía preocuparse por nada y mucho menos por lo que pudieran pensar de él. Su vida había sido tan dura que solo necesitaba ser amado.

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Unas semanas después.

Todos estaban reunidos en la mansión De Santis Watson para darle la bienvenida a la pequeña Chiara Daniella.

Paulina estaba platicando con Helena cuando llegó Luciano.

—Hola.

—Hola —dijo Helena dándole un beso en los labios a su esposo—. Quiero presentarte a mi excuñada.

—No tienes que presentármelo —habló Paulina sonriendo y mirando a Helena—. Si te contara.

—Pau… —murmuró Luciano.

Kimberly

Mire a Ciro.

—Esto se pondrá feo.

—¿Por qué? —pregunte confundido.




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