Cuando el destino llama

Capítulo 10

 

-No puedes. -Dije.

-Claro que si, a mí tampoco me conocen, no tengo ninguna marca y soy tan hermosa como una concubina. Además, solo yo puedo maquillarte de nuevo cuando haga falta.- Empujó su cabello rizado detrás de sus hombros.- Me necesitarás Camile.

No había nada que pudiera argumentar, tenía razón. Si íbamos las dos tendríamos más oportunidades de sobrevivir. Sonreí y le tendí la mano.

-Es verdad, pero… ¿estas segura de esto? No sé lo que pasará ni tampoco si podré protegerte en caso de que algo salga mal.

-¿De qué estás hablando? Hemos estado aquí varias semanas. No eres la única que ha estado entrenando. Tal vez no sea tan buena como tú pero tampoco soy tan débil ahora.

Pude notar como Miles observaba a Jaqueline con detenimiento y formaba una ligera sonrisa ante su comentario. Ginger se acercó a nosotras con una sonrisa.

-Entonces parece que ya está bien.- Dijo.- Según el informe que recibió Miles, tenemos tres dias para ir a la aldea de Ynix, asi que debemos empezar a prepararnos desde ahora.

-¿Prepararnos? –Repetí.- En realidad no creo que sea tan difícil.- Jaqueline volteó a mirarme y se encogió de hombros asintiendo, como si yo tuviera razón.

-Vengan conmigo.- Ginger hizo un ademán con su mano y caminó hacia la puerta para que la siguiéramos.

Nos llevó hasta una casa de la aldea y al tocar la puerta una mujer joven atendió, su cabello era largo y de tono violeta rojizo, tenía un lunar debajo de su ojo izquierdo que la hacía parecer  muy madura y al mismo tiempo atractiva.

-¿Ginger? –Su voz era melodiosa.- ¿A qué se debe esta sorpresiva visita?

-Estas chicas necesitan de tu ayuda. –Nos señaló a ambas y nos observó de arriba abajo.

-Ella es… la elegida por la Diosa Nova.- Me tomó de los hombros y me miró directo a los ojos.- Ayudaré en todo lo que pueda. ¿Qué necesitan?

-Antes de eso.- Dijo Ginger.- Voy a presentártelas, como ya sabes, ella es la Novalión su nombre es Camile y ella es Jaqueline su amiga, ambas vienen de otro mundo. Chicas, ella es Valentine y nos ayudará con ciertas cosas.- Jaqueline y yo cruzamos miradas, aun no comprendíamos como esta mujer nos ayudaría.

-Valentine.- Dijo la castaña.- ¿Tu abuela está aquí?

-Claro, vengan por aquí.- Nos guío por la casa hasta la parte trasera, una señora de edad avanzada estaba cortando los tallos de algunas rosas. Sus cabellos plateados y grisáceos descendían por su espalda en forma de una gruesa trenza.

-Abuela… -Dijo la mujer acercándose a ella. – Estas chicas necesitan de tu ayuda.

-Sigo sin entender. –Musitó Jaqueline. -¿En qué nos va a ayudar una anciana?

-La abuela de Valentine, fue una concubina del anterior Rey Sald, en el antiguo reino de la nieve. Si hay alguien que pueda enseñarles modales para estar en presencia de un rey es ella. –Cruzamos miradas de nuevo, asombradas esta vez. Realmente nos enseñó los modales básicos de una  concubina, desde las reverencias hasta como deberíamos hablar en su presencia.

Las lecciones se llevaron a cabo en un día y medio ya que para llegar hasta la aldea de Ynix se requería de un día completo a caballo y sin interrupciones; fueron un poco… duras, ya que debíamos mantener una postura como tal, la anciana nos hizo caminar con libros y vasos de agua en la cabeza para una postura correcta, si nos equivocábamos nos regañaba y nos golpeaba con una rama en los hombros, espalda o cadera si perdíamos nuestra postura firme. Fue poco tiempo, pero tan difícil como el infierno.

 Por otra parte, Valentine se las arregló para conseguirnos los vestidos típicos de las mujeres aldeanas, en realidad no eran mucho de mi agrado, tener un montón de tela sobre mí no era muy cómodo, sentía que no podía caminar bien sin pisar el vestido y caerme.

Decidí salir a dar un paseo por el valle la tarde antes de nuestra salida, usaba ese largo vestido para practicar mi andar y acostumbrarme a traerlo puesto. Escuché el eco de un ruido en seco, un golpe y luego otro. Rodeé la última casa de la villa, la que pertenecía a Ballard, para ver de qué se trataba. 

Alguien estaba cortando pequeños troncos de madera por la mitad con un hacha, me acerqué un poco para saber de quien se trataba, mis ojos se abrieron hasta donde podían al ver con más claridad.

Nycolai sostenía el mango del hacha con ambas manos para evitar que se le zafara. Pude notar como las venas de sus manos sobresalían en cuanto aplicaba fuerza y las gotas de sudor recorrían su cuerpo.

No tenía camisa puesta, solo sus pantalones negros y botas plateadas. Los músculos de su espalda y brazos como los deltoides y tríceps eran algo que nunca había visto en mi vida. Ni siquiera en mi escuálido mejor amigo. Me tomó un tiempo darme cuenta de que me  había quedado observándolo sin parpadear, él se detuvo y con una mano frotó su frente para limpiar su sudor. Entonces se dio cuenta de mi presencia y volteo a mirarme.

Me exalté en cuanto nuestras miradas se cruzaron y la desvié. Me di vuelta para irme pero me detuvo:

-¿Acaso es tu pasatiempo observar a los demás? –Apreté los labios y me regresé hacia él nuevamente.

-Por supuesto que no, no seas ridículo. –Me acerqué.- Solo tenía curiosidad por lo que estabas haciendo.

Ya de cerca me di cuenta del resto de músculos de su cuerpo sus bíceps y firmes pectorales, asi como la línea alba de su abdomen bien definido. Tragué saliva y desvié la mirada de nuevo. Nycolai echó un vistazo a mi vestimenta y cubrió su boca como tratando de ahogar una carcajada.

-¡Oye! ¿Te parece que me veo graciosa? –Pregunté molesta.

-Por supuesto, esa clase de vestimenta no es para nada tu estilo.

-Oh cállate. –Exclamé.- A mí tampoco me gusta, pero no hay nada que pueda hacer al respecto. Supongo que la única ventaja de esta horrorosa túnica es que no deberé preocuparme por que se levanté en el viento al estilo Marilyn Monroe. –Me miró confundido, creo que era de esperarse que no entendiera mi referencia. Por supuesto que él no sabe a quién me refiero. No dije nada, solo me encogí de hombros.




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