Sabíamos... intuíamos que podría ocurrir cualquier cosa. El temporal que azotaba la ciudad en ese momento, no dejaba lugar a dudas de que sería una noche demasiada complicada, y mis padres habían perdido todo su control esa noche.
Habían abandonado la reunión demasiado deprisa como para darse cuenta de aquel detalle, del error que estaban cometiendo, quizás fuera un impulso, pero aquello podría costarles la vida. La dichosa cita, no había salido como esperaban, estaban a punto de perder la alianza con la empresa naviera "Princess" y los obstáculos eran cada vez mayores, pues el resto de sus socios –aunque en proporciones bajas– no estaban de acuerdo con tal acción.
A pesar de los frustrados intentos de Nath, Khol y Leo por mantenerme ajena a todo lo ocurrido, no lograron que su nerviosismo pasara desapercibido, pero todo se complicó aun más cuando unos amigos, socios de mis padres, nos avisaron de que ellos habían abandonado el lugar de la cita en pleno temporal y de forma abrupta, y es en ese momento donde la angustia se apoderó de todos y cada uno de nosotros, ya no había nada que pudiera camuflarlo.
Ya habían transcurrido varias horas desde aquella llamada y aun no sabíamos nada de nuestros padres. Ni siquiera yo, la más pequeña de los presentes, era capaz de conciliar por unos minutos el sueño, sentía una congoja cada vez más aguda, el cuerpo me pesaba como si me faltara algo... era un mal presentimiento, finalmente nos informaron que mis padres habían sufrido un grave accidente, sobrevivieron, aunque mi padre fue el peor parado. Los encontraron horas después, cuando aquel torrencial amainó.
Obviamente todo aquello nos devastó. Nath y su esposo Khol tuvieron que ocuparse de todo, mientras ellos se recuperaban, pues Leo era aun muy joven para ocuparse de esos menesteres y yo era muy pequeña para entenderlo.
Pasó el tiempo y a pesar de que yo seguía siendo una niña, las circunstancias hicieron que mis padres no comprendieran ese pequeño detalle. Se irritaban por todo y castigaban, me echaban a casa de Nath, etc. Mamá solo tenía atenciones para mi padre, quien estaba en silla de ruedas –temporalmente– y requería de más cuidados, lo entendía la mayor parte del tiempo, pero poco a poco fue olvidándose de nosotros, aquello provocó que mi comportamiento fuera rebelde, provocador, problemático, hasta el punto de mandarme a vivir con mi hermana porque no me soportaba, sin darse cuenta de que solo quería llamar su atención.
Todas las tardes después de clase, mis amigas y yo nos reuníamos en un parque llamado Paradise Park. Se contaba una leyenda bastante turbia para asustar a los más ingenuos, lo que hacía que todo el mundo lo conociera como "El parque del Infierno". Cuando llegábamos nos sentíamos en pleno derecho de burlarnos de los chicos de los colegios públicos, pero no era por el estatus sino por el simple hecho de verlos enfadar con tanta facilidad, acabábamos pagándolo caro, aunque a decir verdad no duraba mucho cuando a la jornada siguiente repetíamos la burda, absurda y patética forma de entretenernos con nuestras pesadas bromas. Por aquel entonces recuerdo tener unos catorce años.
Cada una de mis travesuras provocó que Natasha se llevara la peor parte, cuando nuestros padres la acusaron de no estar capacitada para cuidar a nadie, fueron muy duros asegurándola que jamás sería una buena madre, aquello dolió. Después de ello, estuvieron a punto de llevarme de vuelta a casa, pero fue gracias a Khol, que con su insistencia los enredó hasta hacerlos desistir, con la condición de que no volviera a crear problemas.
—No te preocupes, solo eres muy niña. Lo importante es que sigues aquí con nosotros.
—No pretendía darte problemas, Nath.
—¡No!, no te preocupes, todo saldrá bien y tú, seguirás aquí con Khol y conmigo.—concluye mientras sonríe de forma amable.
—Qué sepáis que estoy orgullosa de vosotros.—Khol contestó:
—Al, nosotros también de ti.—asiento y me voy.
Aún después, no cesaron los quebraderos de cabeza, pero solo era una niña, como bien habían dicho ellos. Las consecuencias de todo aquello no se hicieron esperar, me mandarían a estudiar al extranjero sí o sí.
Las tardes en aquel famoso parque ya acababan siendo monótonas. Una de ellas en las que estábamos cantando como locas en nuestro banco, unos muchachos que vestían con ropa ancha, desde un banco frente al nuestro, empezaron a cantar más alto tratando de tapar nuestros gorgoritos. Cada vez que ellos alzaban la voz, nosotras la subíamos un poco más, era ridículo, lo sé. Aquel estrepitoso ruido pudo ser puesto fin, gracias a la intervención de Tyler, más conocido entre sus amigos como Crash, quien se nos acercó clavando su mirada en la mía:
—Ya hemos podido comprobar que podéis cantar fuerte, alto y claro, pero estoy seguro que podemos hacer algo que vosotras no haríais ni con toda la práctica del mundo.—nos desafía.
—Apuesto a que sí, cualquier cosa, excepto hacer el tonto porque para eso sois insuperables.—mi contestación provocó alguna carcajada que otra.
—¿Sabes qué, niña? para ser una pija tan bien educada, no tienes ni la mínima educación. Te voy a demostrar que nosotros hacemos cosas, que ustedes los ricos, no sabrían.—nos hizo callar. Se giró y mirando a sus amigos continuó.— Chicos, vamos a demostrarles que somos capaces de hacer, ¡música! de verdad.
Quedamos pensativas, «¿qué música?», si por más que miraba no encontraba ningún instrumento con el que hacerla. De repente Davon, uno de sus amigos, empezó a hacer big box, seguido por Ricky, mientras el resto de la pandilla seguía el ritmo con percusiones sobre sus extremidades.
Tyler comenzó a bailar breakdance, dejándonos con la boca abierta. No sabíamos que hacer, hasta que mis amigas tras reaccionar no dudaron en dedicarle unos grandes aplausos, pero mi orgullo era muy superior, me mofé tratando de ridiculizarlo.
#394 en Joven Adulto
#1146 en Novela contemporánea
amistad amor ilusion tristeza dolor, amistad amor odio y promesas rotas, amistad amor odio y traición
Editado: 18.05.2025