Kaell condujo con la urgencia y la velocidad que la moto le permitía. No tardó en llegar al lugar y se aparcó a una distancia prudente; eran apenas las 7:40 a.m. Con cierta emoción, se quedó esperando sin quitarse el casco, haciendo un esfuerzo por cumplir su palabra a su amigo.
La ansiedad lo invadía mientras esperaba verla salir de alguno de los apartamentos que coincidían con la dirección. Del mismo modo, Zarina intentaba controlar la inquietud que la consumía.
—¿Segura que no quieres desayunar? —preguntó Sheyla.
—No. Para serte honesta, lo único que deseo es solucionar el problema y regresar con mi hija.
—No creo que sea tan fácil. Según lo que me pediste investigar, la compra de las acciones fue algo legal.
—¿Legal? ¿De qué modo? Se supone que las acciones están a mi nombre, que soy la única que podía autorizar dicha transacción. Haré valer mis derechos como única representante. Confío en que todo se solucione. ¿Llamas a un taxi por mí?
—Cuenta conmigo para lo que necesites. Y no hace falta, voy de salida, te llevaré.
Zarina bebió un sorbo de zumo de naranja y se sentó a esperar a Sheyla.
Pasados unos minutos, ambas salieron, entretenidas en una conversación personal que les impidió notar la presencia de Kaell. Él, por su parte, luchaba contra el impulso de acercarse, recordando la advertencia de Aurelith.
Su cuerpo fue sacudido por emociones intensas al reconocerla. Sus manos se curvaron sobre el manillar, y, aprovechando el anonimato que le ofrecía el casco, la siguió con la mirada como si cada fibra de su ser estuviera destinada a ello.
Sus latidos hinchaban su pecho, incapacitándolo para hacer algo más que observarla, asombrado por su cambio.
El golpe seco, producto de la puerta del auto, lo devolvió a la realidad. Sin pensarlo demasiado, Kaell decidió adelantarse. Aunque fue un acto imprudente, sobrepasó el auto en el que iba Zarina, con el único propósito de verla más de cerca.
Zarina apenas se dio cuenta del incidente cuando Sheyla se quejó de la maniobra del motociclista. Para entonces, Kaell ya se había alejado lo suficiente. Condujo con el corazón acelerado, embriagado por la adrenalina que el momento le hacía sentir. Al llegar a la empresa, llamó a Aurelith antes de entrar.
—¿Ya estás en tu lugar? —preguntó.
Aurelith suspiró.
—Aquí estoy, Kaell. ¿Qué pasa?
—Bien… —Kaell colgó, dejando al límite la paciencia de su amigo, quien no tardó en sorprenderse al verlo entrar a la oficina.
—¿Qué rayos haces aquí? ¿Quieres arruinarlo todo? —Aurelith se acercó a la puerta y la cerró con seguro.
—La vi —respondió Kaell mientras se sentaba, ignorando la preocupación de su amigo—. Está más hermosa que nunca.
—¿Por qué demonios no escuchas lo que te estoy diciendo? ¿Quieres echar todo a perder? ¿Crees que le gustará llegar aquí y verte en la oficina de su padre? ¿No podías simplemente decirlo por teléfono?
—Cálmate. Tengo un plan. Tenías razón, aparentemente le importa demasiado la empresa. Quiero que la uses para impedir que vuelva a desaparecer, lo pensé y… sé que necesito ganarme su confianza, más que demostrarle mi inocencia.
—Kaell, ¿cómo pretendes que yo…? —un golpe fuerte a la puerta lo interrumpió.
Se miraron fijamente y una sonrisa se dibujó en el rostro de Kaell cuando escuchó la voz alterada y demandante de Zarina exigiendo abrir.
—¡Rayos! Métete al baño —Aurelith lo empujó.
Con una sonrisa necia, Kaell entró al baño, aunque su impulso de quedarse dominaba sus sentidos.
Aurelith suspiró, no había escuchado el plan de Kaell y no sabía bien si debía seguir con el plan original.
La puerta recibió dos golpes más antes de que Aurelith abriera.
Zarina lo miró de arriba abajo, estudiándolo con atención, mientras Aurelith hacía lo mismo, reconociendo que ahora sí, su amigo tenía motivos para estar obsesionado con ella.
—¿Quién eres y qué te hace creer que tienes derecho a quedarte con lo que le pertenece a mi familia? —preguntó, avanzando con autoridad, su mirada fija en él como si fuera el culpable de toda su desgracia.
—Zarina Arzu, supongo. La estaba esperando —Aurelith miró hacia adentro para asegurarse de decir lo siguiente—, siga, por favor. Soy Aurelith Noctar.
—Me importa muy poco quién sea usted, supongo que sabe por qué estoy aquí. Se ha apropiado de bienes que no le pertenecen.
Aurelith la miró un poco sorprendido por cómo la recordaba. Del mismo modo, Kaell, dominado por el deseo de salir, la escuchaba reafirmando que ya no era la mujer que creía conocer. Aquella voz y exigencia lo hicieron darse cuenta de que necesitaba más que sus palabras y simples evidencias.
—He citado una reunión. No me importa el modo ni sus objetivos —continuó Zarina al notar su silencio—, le aseguro que no permitiré que se quede con esta empresa. No me conoce y no querrá hacerlo. Por su bien, espero que tome la decisión de devolverme el control de todo.
—Zarina, hay algo que deberías entender y es que…
—No. Aquí el único que tiene que entender es usted. Estaré en la sala de reuniones —sin esperar su respuesta, salió y tiró la puerta.
Aurelith se acercó y se aseguró de que se hubiera marchado. Al volver, su rostro descubrió el de Kaell, iluminado por una sonrisa.
—¿Qué es lo que te parece gracioso? ¿La escuchaste? ¿Estás seguro de que es la mujer a la que quieres recuperar?
—¿Crees que esté con alguien? —Kaell ignoró las preguntas de su amigo, su mente completamente enfocada en ella. El desafío que representaba solo lo empujaba a estar más decidido en su objetivo.
Se sentó como si su plan ya estuviera dado por sentado.
—Qué loco estás. Hay muchas mujeres. Estás libre, podrías dejarlo pasar, mudarte y comenzar de nuevo.
Kaell tensó la mandíbula y lo miró con los ojos entrecerrados.
—Quiero que te asegures de que Zarina no tenga más opciones que quedarse al frente de la empresa —sus manos se movían sobre el escritorio con calma, su tranquilidad sacaba de quicio a Aurelith—. Quiero que su única opción para recuperarla sea esa. Por lo que veo, está dispuesta a todo. Cuando lo hayas conseguido, asumiré mi lugar como inversionista mayorista y recuperaré su corazón. Asumirá su lugar en mi vida. Será mi mujer.