Capítulo 5: Conversaciones que Sanan
📍Nueva ciudad, nuevas historias.
El día había sido largo y agotador. Visitamos varias sucursales, todos estábamos cansados, y el silencio que había envuelto al grupo desde aquella charla en carretera parecía mantenerse. Hicimos nuestras tareas como si lleváramos años en esto, cada uno ya entendía su rol. Después de la cena, cuando pensaba que ya era hora de irnos a descansar, nos reunimos en una salita pequeña junto a la habitación de Natalia. Pensé que hablaríamos de trabajo, pero pronto me di cuenta que esta reunión tenía otro propósito.
Natalia, con su temple habitual, rompió el silencio.
—Quiero que esta noche hablemos un momento… no de trabajo, sino de lo que somos como equipo. Aquí todos cargamos algo. Y sé que a veces las cosas no han sido fáciles.
Se giró hacia Roxana y lo que vino a continuación me sorprendió aún más.
—Roxana… quiero pedirte disculpas. Tal vez no supe manejar bien lo que pasó aquella vez.
Roxana se tensó, sus ojos se aguaron al instante. Juan, Natalia y yo nos quedamos en silencio. Fue entonces que escuché, por primera vez, toda la historia.
El chico con el que Roxana estaba había trabajado en la empresa muy poco tiempo. Irresponsable, siempre daba problemas, pero ella insistía en cubrirlo. Resultó que era su pareja, aunque Natalia no lo supo hasta el último momento. La noche antes del viaje, él llegó ebrio a preparar el carro, gritó, discutió con todos y terminó siendo echado por los guardias.
—Yo… no sabía que era tu pareja, Roxana —dijo Natalia, suavemente—. Pero ese comportamiento puso en riesgo nuestro trabajo. Y también tu integridad. Cuando me enteré, te dije cosas muy duras. Estabas al borde de perder tu empleo por él. Y aún así, no renunciaste.
—Estuve a punto… —dijo Roxana por fin—. Esa noche que me viste llorando… él me llamó. Me gritó que si no renunciaba y volvía con él, se iría para siempre. Me sentí como si tuviera que elegir entre mi vida… y él.
La sala se quedó en silencio. Roxana respiró hondo.
—Le dije que este sería mi último viaje. Pero en realidad… lo dije solo para calmarlo. No quería dejar esto. No quería dejarme a mí misma. Cuando colgué, Natalia me encontró. Y en vez de regañarme otra vez… me habló.
Todos giramos la mirada a Natalia.
—Te dije lo que alguien debió decirme hace mucho —intervino con voz cálida—: Que nadie merece vivir con miedo a perder algo que te lastima. Que el amor no te encierra, te impulsa. Que si alguien te obliga a elegir entre tus sueños y él… ya decidió por ti. Yo vi en ti a una mujer capaz, trabajadora, fuerte. Y no iba a dejar que te hundieras por alguien que no supo valorar eso.
Roxana no pudo contener más las lágrimas. Juan le acercó un pañuelo y le sonrió.
—Gracias —dijo ella, con voz temblorosa—. Gracias por no darme por perdida.
El ambiente se volvió íntimo. Nos mirábamos como si nos viéramos por primera vez, no como compañeros, sino como sobrevivientes de nuestras propias guerras. Juan me miró y dijo:
—Roberto, tú también estás en ese punto. Aún no lo ves… pero este viaje te va a cambiar. A veces Dios no nos saca de un lugar para castigarnos, sino para salvarnos.
Sentí un nudo en la garganta. Todo lo que había perdido… y lo que estaba empezando a ganar.
—Tal vez este viaje no sea solo para llevar documentos —respondí—. Tal vez es un viaje hacia nosotros mismos.
Nadie dijo nada. Pero todos lo sentimos.
Esa noche, nos despedimos con un abrazo sincero. No éramos los mismos que comenzaron el viaje. Éramos un grupo de almas rotas, encontrando en cada kilómetro un pedazo de sanidad.
Y yo… por primera vez en mucho tiempo, dormí en paz.
---
#CuandoLaVidaCambia
#HistoriasDeVida #SanandoJuntos #UnViajeDistinto #Reflexiones #SegundasOportunidades #EsperanzaEnElCamino