Capítulo 8: Lo que el camino nos muestra
El día comenzó con un cielo despejado y una brisa suave, pero el ruido constante de la ciudad marcaba un contraste con todos los lugares tranquilos que habíamos visitado hasta ahora. Había algo en ese ambiente urbano que me agitaba por dentro, como si presintiera que hoy no sería un día cualquiera.
La mañana estaba ocupada. Ayer debimos haber salido rumbo al siguiente pueblo, pero los cambios de planes hechos por Roxana para ayudarme causaron un leve retraso. Aún así, nadie se quejó. El desayuno fue breve y pronto ya estábamos en camino. Desde el espejo retrovisor veía alejarse la ciudad… y por un instante, una imagen fugaz de mi familia apareció en mi mente. No sabía bien por qué, pero sentí un pequeño nudo en el pecho.
Como no conocía la ruta, Juan tomó la batuta una vez más y se convirtió en nuestro guía. Era increíble lo útil y dispuesto que era. Esta vez nadie conversaba de temas personales, todos parecíamos sumergidos en nuestros propios pensamientos, mientras visitábamos las dos sucursales que teníamos agendadas para la jornada.
Durante el almuerzo hicimos una parada en un lugar especial, como una granja al borde del camino. Un rincón verde, con un paisaje que traía paz, rodeado de árboles y el sonido suave del viento. Aproveché ese momento para acercarme a Juan y contarle lo que había pasado con la llamada aquella noche. Necesitaba desahogarme con alguien que pudiera entender sin juzgar.
—No sé qué hacer, Juan. La llamada, la voz de ese hombre… y su reacción, todo fue tan claro… pero aún así, estoy perdido.
Juan me miró con empatía. Me dio una palmada en el hombro.
—Lo que estás sintiendo es válido, Roberto. El dolor, la duda… todo eso es parte de un proceso. No tienes que decidir nada hoy. Solo respira, avanza un paso a la vez.
En ese instante, Natalia se acercó con su bandeja y una expresión serena.
—Perdón que interrumpa, escuché parte de la conversación —dijo mientras se sentaba con nosotros—. Solo quiero decir algo, si me lo permiten.
Asentí. Sus palabras, como siempre, eran justas y necesarias.
—A veces, confundimos el amor con la costumbre. Y lo que más nos duele no es solo la traición, sino el romper la idea que teníamos de nuestra vida. Pero nadie está obligado a quedarse donde ya no hay respeto. El dolor es inevitable, pero también es un maestro. No estás solo, Roberto. Nos tienes aquí.
Sus palabras calaron hondo. Me hicieron sentir menos perdido, menos débil. Tener personas como ellos a mi lado en este viaje me hacía ver que a veces, la vida te rompe para enseñarte a reconstruirte con más fuerza.
Miré alrededor. El paisaje seguía ahí, tranquilo. Como si la naturaleza nos recordara que todo pasará.
Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que el camino no solo era una ruta a seguir… también era parte de mi sanación.
"A veces los mejores compañeros de viaje no son quienes conoces de toda la vida, sino aquellos que Dios pone en tu camino justo cuando más los necesitas."
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