Cuando no quede nada

Capítulo 7

Ahí estaba el, sentado una de esas ancas descuidadas del parque, el viento soplaba y el aire en sus pulmones se sentía alienígena, no era el aire al que estaba acostumbrado a respirar y su cuerpo lo sabía. Sus piernas se habían entumido; se había imaginado así como años atrás lo habría hecho, poniéndose de pie y que sus piernas se convirtieran en gelatina y que de repente caminara dando saltos simpáticos así como los payasos solían caminar en la caricatura.

No tenía nada, solo una mochila y deseos de desaparecer; como si simplemente pudiera esfumarse en el viento, así como el polvo o los secretos de las personas, le gustó pensar que no sería una sensación extraña y nueva para el por qué desde hace poco tiempo el ya sentida que su corazón se le iba de las manos, así como si de polvo se tratase, le costaba respirar por aquella opresión en el pecho y su cabeza se sentía tan pesada, la presión lo consumía y la sosobra lo carcomía.

Eran estos momentos donde no sabía lo que hacía con su vida, donde no parecía que el tomaba el tipo de decisiones que estaba tomando, como si alguien le hubiera arrebatado su vida de las manos y hubiera hecho y decidido cualquier cosa; hasta lo más burdo y de repente se la devolviera nuevamente dejándole un desastre para que lo viviera. Pero también había días en donde estaba perfectamente consciente para ser “capaz” de tomar sus propias decisiones, mismas que parecía estúpidas minutos después de haberlas tomado y aquello lo frustraba en demasía pues si miraba a su alrededor vería a gente tomando decisiones fructíferas e inteligentes, pero el no.

—¿Realmente te vas a ir?—Pregunto la mujer que se sentó a su lado. Su vieja y querida amiga Karla.

—Hola Karlita.—Respondió él tratando de evitar la pregunta.—¿Cómo me encontraste?

—Ya ves que los chismes corren de volada.¿Vamos por un elote?

Karla sabía que no iba a ceder tan facil, y ¿Quién lo haría?, su amigo estaba a punto de tomar una decisión que pocos se atreven a tomar, no era algo fácil, pero era de esas decisiones que se tomaban cuando el agua ya te llegaba al cuello.

—Vamos.

El parque aunque era pequeño era lo suficientemente grande para que aún hubiera gente caminando y algunos puestos de comida, encontraron un de elotes y esquites. Compraron uno para cada uno y caminaron en los alrededores.

—¿Tú cómo llegaste hasta acá?—Pregunto Karla mordiendo el elote.

—En la moto, hice unas dos horas.—Respondió el limpiándose el queso de las comisuras.

Mientras caminan encontraron frente a ellos a un señor quien vendía globos de animales y personajes infantiles, algunos venían con ruedas para que los niños los pasearan por el parque, mientras que otros flotaban en un manojo gigante de colores. Ambos viajaron al pasado.

—Te acuerdas cuando nos robamos el tanque de helio de la casa de Israel?—Pregunto el tratando de no reír.

—Si güey, no mames casi nos mata su mamá.

Pero Karla quería hablar de lo otro. Pero no sabía cómo hacerlo, la primera vez no había salido bien, miró a todos lados en busca de una respuesta, alguien que le dijera cómo hacerlo, de pronto su visión cayó en las manos de sus amigos; tenían pequeñas heridas y manchas amarillas en sus nudillos, el notar esto hizo más difícil la conversación.

—Me voy por que aquí ya no tengo nada Karla.—Terminó su elote y lo tiró en un bote de basura.

Ella lo siguió. ¿Cómo que no tiene ya nada? Tenía a sus amigos,¿No?

—Pero aquí tienes tu hogar.—Habló con una creciente desesperación.

—Karla yo no me puedo quedar aquí. Ya no hay lugar para mi allá; mi mamá falleció, no tengo trabajo y tampoco me van a dar, lo sabes, la gente me mira como un apestado, ellos me siguen buscando y él ya no está por mi culpa.

Ella lo sabía, lo había visto y había sido testigo de todo aquello pero de él nunca había oído ni una a sola queja, protesta o debilidad. Hacía meses que se había aislado; de este tipo de aislamiento en que la persona solo bloqueaba todo lo negativo, y solo quedaba una fachada feliz, pero tarde o temprano la persona se alejaría y ya no sería el mismo, se alejaría. Eso ya lo habían notado todos.

Miro a su elote y continuó mordiéndolo, eventualmente los granos se terminaron pero ella siguió mordiéndopor inercia, para no hacer notar que no sabía que hacer o decir, para no tener que afrontar la situación en la que ella se había metido.



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En el texto hay: juventud, mexico

Editado: 04.07.2025

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