Cuando no quede nada

capitulo 10

Era tarde por la noche, un domingo. Axel y Guadalupe recién descansaban de los exámenes. Había sido algo estresante y, a pesar de haber obtenido calificaciones altas, eso no compensaba en nada la presión y el cansancio acumulados.

Axel aún sentía paranoia; temía que, al llegar a su salón el lunes, algunos policías lo estuvieran esperando en la entrada por aquella “broma inofensiva” a su maestra.
No, no era inofensiva —pensó—.

Pero decidió asentir en silencio para poder dormir con la conciencia tranquila.
Ahora se encontraba frente al televisor, junto a su madre y su hermana, disfrutando de esos momentos en los que parecía no existir nada más. No le gustaba demasiado compartir el sofá con Guadalupe, pero no estaba tan mal.

Veían un programa de farándula en la televisión. Axel sabía que, en México, a cierta hora del día, cada estación de radio transmitía La Hora Nacional, un programa dedicado a fomentar la cultura mexicana.
Para él, sin embargo, esa era la verdadera “hora nacional”: la hora en la que las familias se reunían y compartían tiempo juntos. Eso sí era la hora nacional.

De pronto, un ruido extraño los sacó del programa de televisión: un estruendo agudo y seco. Axel y Guadalupe miraron a su madre, alarmados.
Ella ni siquiera se inmutó. Se puso de pie y se asomó a la ventana abierta que daba al patio de la vecindad, comunicándose con una vecina por medio de señas.

Volvió con sus hijos y apagó la televisión, confundiendo aún más a los chicos.
—Ya váyanse a dormir —habló Martina con urgencia.
—¿Pero por quéeee? —se quejó Axel, estirado en el sillón con flojera.
—No me contestes, chingadamadre. Órale, ya váyanse a dormir.

Ambos se levantaron de prisa. Cada uno se encerró en su habitación y se acostó en su cama. No podían dormir; aquel sonido significaba algo malo y estaba demasiado cerca.

Ese día, ninguno de los dos logró conciliar el sueño. Habían escuchado ese ruido antes, pero nunca tan cerca, tan real. Guadalupe solo podía pensar en que alguien podía entrar a la vecindad y hacerles daño. Axel, en cambio, no quiso pensar demasiado; su corazón latía tan rápido que no dejaba espacio para nada más.

Al día siguiente, mientras Axel, Fernando y Guadalupe caminaban hacia la escuela, notaron que no había nada que indicara lo que había sucedido. Ninguno lo mencionó, pero era obvio que todos querían saber sobre aquel suceso.

Se detuvieron en una esquina. Guadalupe notó que en los periódicos del mostrador aparecía, en primera plana, una imagen muy gráfica de lo que pasó. No solo eso la dejó fría: también el hecho de que sabía quién era. En algún momento había tenido algún tipo de contacto con él… y ahora estaba muerto.

Era común encontrar encabezados de periódicos así; era más raro no encontrar una escena del crimen en la primera plana. Parecía que lo principal, lo que más importaba, siempre era un asesinato, un robo o algo que incluyera a alguien cubierto de sangre. Le asqueaba pensar que eso era lo que pasaba a diario, y más aún que eso fuera lo que hacía que los periódicos se vendieran.

Era escalofriante ver la frialdad en las miradas de la gente hacia estos casos; cómo ella misma no se habría inmutado si aquel disparo no se hubiera escuchado fuera de su casa. Le parecía absurdo que mostraran el rostro de la víctima, pero protegieran el del agresor.

Al llegar a la escuela, Guadalupe se dirigió al segundo piso a su salón, mientras que Axel y Fernando siguieron caminando en la planta baja hacia el suyo.

Al entrar, tanto Israel como Karla corrieron hacia ellos, llenándolos de preguntas.

—Cabrón, ¿qué pasó ayer? ¿A quién picaron? ¿Qué chingados? —preguntó Israel, alarmado.
—No sé, cabrón —dijo Fernando, fastidiado y aún aturdido por el suceso.
—¿Pero ustedes no vieron nada? —preguntó Karla en un tono más pasivo.
—Nadie quiso salir —habló Fernando.
—Además, ni cómo —interfirió Axel—, si a alguien se le ocurría meterse a la vecindad, nos iban a chingar a nosotros.

Al llegar la maestra, todos tomaron lugar. Nadie decía nada, pero todos pensaban en lo sucedido. Axel y Fernando sentían las miradas sobre ellos, sintiendo cómo se hacían chiquitos.

Era raro. No era la primera vez que algo así sucedía, pero era diferente. Axel sabía quién era.
Se llamaba Jesús. Era amigo de su hermana, Guadalupe. Lo había visto pocas veces mientras crecían, jugando en el patio de la vecindad o en la escuela.
Jesús dejó de ir después de primaria y se dedicó a ayudar en el negocio de su familia: una carnicería. Axel no supo si fue por falta de dinero o porque simplemente pensaban que los demás grados escolares no eran necesarios. Nunca lo supo.

En los últimos meses no lo había visto; Guadalupe tampoco. Algunas veces pasaba por la calle donde vivían, pero ya no saludaba. Era un fantasma, casi imperceptible, si no fuera porque algún día fueron cercanos. No demasiado, pero lo suficiente como para que la sangre se le helara al saber que era a él a quien habían matado.

Al llegar el receso, todos salieron. Axel, Fernando, Israel y Karla estaban en la banca de siempre, hasta que Karla fue en busca de Ivonne. La encontró en el mismo lugar de siempre: casi hecha bola, escondida bajo unas escaleras.

Karla se sentó a su lado, pero Ivonne ni siquiera volteó. Ella decidió asomarse un poco, y al hacerlo notó que los brazos de Ivonne tenían manchas violáceas que se estaba sobando.
El corazón de Karla se detuvo. No supo qué hacer o decir. Eran marcas escandalosas, tan fuertes que daban ganas de vomitar.

Karla comprendió que Ivonne no necesitaba que alguien le pasara comida como si fuera una bestia enjaulada; necesitaba a alguien, pero no sabía cómo ayudarla.

—Mis padres estarán molestos por mi calificación de historia —comenzó ella, rezando porque Ivonne la escuchara y no se enojara—. ¿A ti cómo te fue?

Ivonne no respondió con palabras, pero dejó que Karla viera las marcas en sus brazos al tomar el tupper. Se puso frente a ella. Karla había visto a Ivonne antes: su perfil, sus facciones, sus ojos, pero nunca la había visto con una mirada tan directa. Era como ver a un tigre: podías observarlo entre los árboles, acechando, pero no era lo mismo verlo acercarse al estanque y dejar que lo miraras.



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En el texto hay: juventud, mexico

Editado: 21.10.2025

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