Cuando nuestro amor florece

21 | Pequeños desacuerdos

21 de enero de 2021

Giselle

Me encontraba ayudando a Jayden a estudiar mientras Rosalie se encontraba tomando sus clases de baile con la señorita Audrey.

—Hacer resúmenes es una buena manera de estudiar Jayden, estoy segura que mañana vas a sacar un diez en el exámen de literatura ya verás...Y si no, entonces será mi culpa por no haber repasado lo suficiente contigo, pero, como sé que te irá bien no voy a preocuparme. —Le sonreí al jovencito mientras terminábamos de guardar todos sus cuadernos en la mochila y veía mi reloj. —Puedes ir a jugar en el nintendo o lo que quieras, te llamaré cuando sea hora de cenar.

—Gracias por todo señorita April, iré a jugar un rato —el jovencito me sonrió antes de desaparecer de mi vista.

Disfruto de este trabajo mucho más de lo que me gustaría admitir, de hecho lo disfruto tanto que no siento que sea un trabajo. Quizá el saber que estos niños son los hijos del amor de mi vida me llena de alegría el corazón y adoro tratarlos como si fueran míos.

—April, ya me voy —Audrey vino a despedirse con una sonrisa.

—Nos vemos el próximo martes, adiós —murmuré al mismo tiempo que ella salía del departamento.

Me dirigí a mi dormitorio en cuanto noté que Jackson me estaba llamando, cerré la puerta con seguro detrás de mí.

—Hola —escuché del otro lado de la línea.

—Hola.

—¿Cómo van las cosas por allí? ¿Alguna novedad respecto a lo que sea que estés haciendo?

—Las cosas son un poco complicadas por aquí, bueno, en realidad esta gente vive en tensión. Creo que me he ganado la confianza de todos ellos, con la única que casi no he podido hablar y que por cierto no tolero, es a Priscilla. Esa mujer es una idiota hasta con sus propios hijos, realmente no comprendo como pueden tolerarla. Lo único que me distrae un poco de todo lo que sucede a mi alrededor son los niños, son unos angelitos.

Rodé los ojos de solo pensar en esa estúpida mujer. Ella jamás ha sido de mi agrado, mucho menos ahora que veo lo infeliz que ha sido James durante todos estos años que ha estado a su lado.

—Lo importante es que no te encariñes demasiado con los niños, igual tendrás que dejarlos luego así que evita involucrarte sentimentalmente con ellos.

—Sabes que adoro a los niños así que me resulta imposible, siempre he querido tener hijos además.

—Bueno, los niños no lo son todo en la vida —añadió—. Solo quería saber como van las cosas por allá, quería saber si estabas bien y si no necesitabas algo.

La realidad volvió a golpearme de nuevo al notar que él tal vez no anhelaba hijos tanto como yo. Esa es otra razón por la cual no debo permanecer a su lado, sin duda no es el hombre correcto para mí.

—Estoy bien y no necesito nada, aun así te agradezco por haber llamado. Tengo todo bajo control, no hay nada porqué preocuparse, al menos no ahora mismo.

—De acuerdo, te tomo la palabra entonces. Hablamos luego, adiós.

—Hablamos luego.

Corté la llamada sin más.

Una vez más siento que estoy en esta relación por obligación, me fascinaría dejarlo, pero, siendo del todo sincera tengo miedo de no poder encontrar a otra persona que me quiera de verdad en esta etapa de mi vida. Soy adulta ya, incluso debería tener hijos, sin embargo, siempre puse mi carrera y luego trabajo por delante. Aunque tendré que preocuparme por la vida que pienso mantener una vez me haya encargado de todo los asuntos pendientes en Londres y regrese a casa.

—Rosalie...¿Qué estás haciendo? —Fui al cuarto de la menor a vigilarla, una sonrisa apareció en mi rostro cuando noté que estaba jugando a las muñecas.— Oh, estás jugando...Cuando era niña me encantaba jugar a las muñecas.

—¿En serio señorita April? —preguntó con emoción.

—Por supuesto, me encantaba jugar a las muñecas y al té...¿Quieres que juguemos juntas? —Inquirí arrodillándome sobre el piso en el cual jugaba.

—¡Sí, sí, por favor!

Le sonreí a la niña mientras me entregaba una de sus muñequitas, solté una pequeña risa debido a la ternura que me provocaba la situación.

Uno de mis más grandes sueños además de convertirme en una cirujana ortopédica y traumatóloga siempre fue convertirme en madre, lástimosamente aun no he podido cumplirlo.

Estuve jugando con Rosalie durante un rato, luego la ayudé a repasar para una prueba que tenía al día siguiente en la escuela y la dejé en su dormitorio para poder ayudar a Irene con la comida.

—¿Necesitas que te ayude en algo? —Cuestioné con una sonrisa al verla apresurada en la cocina.

—¿Puedes ver si el pollo ya está frito?

Asentí dirigiéndome al sartén, al notar que el pollo estaba listo apagué la hornilla.

—Está listo, ya lo apagué.

—Ya casi está todo, seguramente el señor James llega pronto así cenamos todos.

James era demasiado amable y además de compartir la mesa con sus adorados hijos lo hacía con nosotras, algo que estoy segura que Priscilla no aprobaría de ninguna manera.

La puerta del departamento sonó, por supuesto creímos que se trataba de James, sin embargo, esta vez era Priscilla.

Me parece que es demasiado descarada como para estar por aquí luego de lo que le dijo a Claire, aunque esta es su casa y tiene todo el derecho de estar aquí.

—Irene...¿James ya llegó? —le preguntó ignorando por completo mi existencia.

—No señora, debe de estar por llegar —respondió a su pregunta de inmediato—. Estamos por servir la cena.

—No te preocupes porque no pienso quedarme, solo quiero hablar con James...Me voy a mi habitación. —Se retiró con una cara de pocos amigos.

—¿Siempre es así de insoportable? —murmuré en el oído de Irene con una sonrisa en el rostro, bueno, siempre es mejor reírse de las estupideces que enojarse.

—Hasta más....Por eso me compadezco del señor James.

—Ni qué lo digas...Voy a traer a los niños y a hacer que se laven las manos para comer, el señor James debe llegar ya.




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