Cuando nuestro amor florece

51 | Cuando éramos jóvenes

«Hasta el momento en el que mi corazón se detenga te protegeré, no es una promesa momentánea...O es eso lo que habría querido decirte si la decisión la hubiese tomado por mi cuenta. »

—Este es un precioso restaurante, gracias por invitarme mi amor —Giselle agradeció con una sonrisa a su novio James, él no podía dejar de repetir en su cabeza lo guapa que era y como el flequillo que se había hecho recientemente le quedaba tan bien.

Su mayor deseo era quedarse para siempre así.

Poder vivir en la eternidad de su amor, en la eternidad de besos, sus brazos...Tan solo poder disfrutar de su compañía por el resto de sus días.

Lástima que a veces la vida es un poco injusta y no nos puede dar lo que más a anhelamos.

James sabía muy bien que iba a tener que casarse con Priscilla Lexington lo quisiera o no, puesto que su padre ya se lo había impuesto así. Y si el casarse con alguien que acabas de conocer no es un problema, la personalidad de la muchacha lo era. Demasiado engreída y caprichosa, todo lo que él odiaba en una persona y ahora tendría que atarse de por vida a alguien así.

¿Demasiado triste cierto? Pues su destino ya estaba escrito a partir de ese momento.

Además también sabía que este era el último tiempo que iba a poder estar con la mujer a la cual él amaba ya que pronto iba a tener que decirle adiós, aunque en realidad era lo que menos deseaba.

No pensaba decirle nada hasta que ella se enterara por sus propios medios, quería quedarse a su lado por todo el tiempo posible y si se lo decía eso solo acortaría el tiempo que les quedaba.

Uno debe quedarse con la persona que ama...¿O eso no es lo que nos dicen las historias de amor? Muchas veces no tenemos la valentía para elegir a la persona que en verdad amamos y preferimos ser infelices. Otras veces, tomamos nuestras propias decisiones y la vida comienza a sonreírnos. Y es que no es lo mismo pagar por errores que los otros te orillaron a cometer que aquellos que cometemos solos.

—Sabes que siempre voy a darte todo lo mejor —fue su respuesta. Verla en silencio estaba convirtiéndose en una tortura pues ella era tan preciosa...No merecía todo lo que estaba a punto de suceder.

Él juró protegerla de todos los males del mundo, y es ahora él quien va a romper su corazón en miles de pedacitos.

El amor es como una ruleta rusa, nunca sabes que esperar y siempre alguien va a salir herido.

—Estaba pensando...No hemos ido a un viaje solos hace un tiempo, deberíamos hacerlo. —La señorita apuntó con una sonrisa—. Me encantaría conocer China, espero que a ti te entusiasme la idea igual y así vamos juntos hacia allá.

—Me encantará acompañarte a cualquier lugar, sabes que no me interesa en lo más mínimo el lugar cuando estoy contigo. Con ver tu precioso rostro y tomar tu mano es más que suficiente para mí.

—Eres todo un romántico, realmente nunca podría cansarme de estar a tu lado...Te amo demasiado. —Ella confesó suspirando, era cierto, todo su ser le pertenecía a aquel hombre.

—Eres el regalo más preciado que la vida pudo darme Giselle, si podría te buscaría en cada una de las vidas que puedo llegar a vivir...Te amo tanto o incluso más de lo que te puedes imaginar.

—Vamos a tener una vida muy feliz juntos, tú y yo vamos a ser felices para siempre.

No existe un felices para siempre, y para ellos, su amor se iba a desvanecer.

Lo que ninguno de ellos imaginó fue que el dolor de su desamor los iba a acompañar durante el resto de sus vidas.

«Cuando éramos jóvenes solíamos amarnos. Cuando éramos jóvenes solíamos conocer el significado del amor. Cuando éramos jóvenes nuestro amor floreció.»




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