Cuando nuestro amor florece

76 | Revivir lo que nunca terminó

8 de abril de 2021
Giselle
Lo que le sucedió a Claire me había dejado muy asustada. James se había ido junto con Andrew, y sinceramente deseaba que no hubiesen cometido un crimen en contra de su padre por lo que este le hizo a mi hermanita, mientras que Camila e Irene llevaron a la más joven a la casa de Andrew. Quise quedarme en casa porque sentía que el aire se me estaba escapando de los pulmones y mi estado de ánimo no le ayudaría a la menor.
El aire estaba pesado, como si la casa misma estuviera conteniendo la respiración. Yo me encontraba allí, en el salón, sola, con la mente llena de pensamientos que no podía apaciguar. El sonido del viento agitando las hojas afuera era lo único que rompía el silencio.
Entonces, escuché la puerta abrirse. Imaginé que se trataba del amor de mi vida así que no hice nada más que quedarme quieta esperando.
La puerta del salón se abrió con un crujido, y su figura apareció en el umbral, tan imponente como siempre, su rostro distorsionado por una rabia contenida. No dijo nada, solo me miró. Aquella mirada, fría y llena de odio, me cortó el aliento.
Se trataba de Priscilla Lexington.
¿Qué está haciendo aquí?
—¿Qué quieres, Priscilla? —dije, sin girarme, forzando mi voz a sonar serena, pero sabía que no lo conseguía. Mi estómago se retorcía con cada palabra.
Ella no contestó de inmediato. Dio un paso hacia mí, su figura deslizándose en la oscuridad del salón. La rabia que emanaba de ella era palpable, como una carga eléctrica en el aire.
—Pensé que ya habías aprendido a quedarte en tu lugar —dijo, la voz tan cortante que podría haberme cortado la piel.
La ignoré, mi respiración se mantenía tranquila, aunque mi corazón comenzaba a latir con fuerza. No sabía hasta qué punto esta confrontación llegaría. No quería pensar en lo que podía pasar. Sólo deseaba que se fuera, pero sabía que no lo haría.
Me giré lentamente, enfrentándola. Mi mirada se topó con la de ella, y la vi sonreír con esa mueca que ya conocía bien. Esa sonrisa de quien sabe que está a punto de destruirte.
—¿Qué quieres, Priscilla? —volví a preguntar, más firme esta vez, aunque mi voz sonó más débil de lo que hubiera querido.
—Quiero que entiendas algo, Giselle —dijo, la ira marcando cada palabra —. No vas a quedarte con la vida que debió de pertenecerme a mí. No vas a quedarte con mi esposo y mucho menos con mis hijos.
Mis piernas parecieron debilitarse un poco, pero me obligué a mantenerme erguida. ¿Cómo podía decirme eso con tanta seguridad luego de todo lo que ha hecho?
—James me ama —contesté, mis palabras salieron sin pensar, con una seguridad que no sentía por completo. No podía permitir que me derrotara tan fácilmente. —No te he quitado nada, en lo absoluto, fuiste tú la que renunció a todo esto desde un principio. James nunca pudo amarte no solo porque su corazón me pertenecía a mí, sino porque tú eres una mujer despreciable que jamás sería capaz de enamorar a alguien como él. A tus hijos no les has demostrado el verdadero amor de una madre, aunque han crecido a tu lado, solo los has hecho de lado y te has concentrado en cosas que nunca han valido la pena. No te he quitado nada porque renunciaste a este paraíso sola desde un principio.
Priscilla se acercó más, sus pasos firmes, casi amenazantes. Podía ver en su rostro el desdén absoluto hacia mí, como si no fuera más que un obstáculo en su camino.
—James te amó, Giselle. —Lo dijo como si fuera una verdad absoluta, una sentencia—. Y ahora ya no lo hace. Todo lo que tuvieron... todo eso fue un sueño. Un capítulo cerrado.
—Eso no es cierto —respondí, mi voz temblando por el golpe inesperado, pero no lo dejaría ganar—. Yo sé lo que siento. Y sé lo que él siente. Solo te sientes perdida así que no sabes qué más decirme. Crees que confiaré ciegamente en ti y creeré en tus palabras. De lo único que he estado segura toda mi vida es del enorme amor que siente James por mí y de lo que siento por él. Al igual que ahora sé que tus hijos son un regalo del cielo, que si tú no los quisiste de verdad, me encargaré de hacerlo.
Priscilla dio un paso más, su rostro iluminado por una furia que no se podía contener. El aire se volvió más denso a medida que se acercaba.
—¿Sabes qué es lo peor de todo, Giselle? —dijo, el odio palpable en cada palabra—. Que no tienes idea de lo que significa amar de verdad. Tienes esta... fantasía sobre lo que James siente por ti, sin embargo, no es más que un recuerdo. Un eco de lo que ya no es. Lo que él necesita ahora es algo real, no tus mentiras.
Esas palabras hicieron que el miedo me recorriera por completo. ¿Qué estaba intentando decirme? ¿Qué había pasado entre ellos que yo no sabía? Mi respiración se aceleró, pero me mantuve firme.
¿Por qué estoy permitiendo que sus palabras me afecten? Sé bien lo que él siente por mí.
—Lo que él necesita es a alguien que lo respete. —Mis palabras salieron más cortantes de lo que imaginé, me sentía desbordada. La rabia comenzó a burbujear en mí—. No te pertenece, Priscilla. Ya no te pertenece...Bueno, en realidad él nunca pudo pertenecerte.
El silencio fue tan denso que podía oír mi propio pulso retumbando en mis oídos. Vi cómo su expresión se transformaba, cómo el odio la consumía, cómo toda la rabia que había acumulado durante tanto tiempo parecía estallar de un solo golpe.
—¡Él me ama a mí! —gritó, su voz como un látigo. La furia en su rostro me paralizó, y por un momento, no supe qué hacer. Mi mente gritaba, mi cuerpo pedía escapar, solo que mis piernas se quedaron clavadas al suelo.
—No, Priscilla, ya no lo haces. —Mis palabras fueron más firmes ahora, el miedo comenzaba a transformarse en una oleada de indignación—. Él me eligió. Yo estuve allí cuando nadie más lo estuvo, y tú no puedes arrebatarme lo que no te pertenece. Lo has perdido todo por tu maldita ambición, entiende de una vez.
En un segundo, el aire cambió. Vi cómo Priscilla levantaba la mano, y su brazo se dirigió hacia mí con un movimiento rápido, casi instintivo. El pánico me recorrió, pero reaccioné. Di un paso atrás, esquivando su golpe, y al hacerlo, el dolor que sentí en ese momento me hizo comprender algo: ella estaba aquí para acabar conmigo.
En cuestión de segundos, un arma apareció frente a mí.
Ella vino a matarme.
Priscilla vino a matarme.




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