Cuando nuestro amor florece

77 | Balas perdidas

8 de abril de 2021
Giselle
Noté su determinación en hacerme daño, pero ella estaba sosteniendo el arma con nerviosismo demostrándome que apenas y sabía usarla.
No permitiré que esta mujer acabe con mi vida.
—¡No me toques! —grité, y sentí que la rabia me envolvía, impulsándome. No podía permitir que me tocara, no podía dejar que su veneno me alcanzara. —¡No te atrevas a disparar Priscilla! Joder, piensa en lo que estás haciendo. No creo que desees arruinar tu vida de esta forma por culpa de tus celos...Porque tu rencor se ha apoderado de tu corazón. El que hagas esto no vale la pena.
Esperaba que bajara la pistola y se resignara a hacer algo de lo que pudiera arrepentirse.
Pero ella no lo hizo. Nos abalanzamos la una sobre la otra, nuestras manos luchando por controlar la situación. Me costaba respirar, mi cuerpo temblaba, sin embargo, me aferré a la idea de que no iba a dejar que se saliera con la suya.
Giselle, ¿realmente vas a dejar que Priscilla gane? No, no iba a rendirme sin pelear, aunque eso me costara la vida.
En el forcejeo, sentí su brazo empujarme, su agresión descontrolada, pero mis manos encontraron algo más firme. La agarré con fuerza, la empujé hacia atrás, y la vi caer, desorientada, al suelo mientras le quitaba el arma que había quedado tendida en el suelo. Respiré con dificultad, mi pecho agitado por el esfuerzo.
Priscilla, mirando la distancia entre nosotras, me lanzó una última mirada llena de furia y frustración.
—Esto no ha terminado, Giselle. No te vas a salir con la tuya, no de nuevo.
La observé con una mezcla de incredulidad y furia. La habitación estaba sumida en un silencio espeso.
—¿Por qué viniste a matarme? —pregunté sin más, mi voz sonaba rasgada por la mezcla de confusión y desafío.
—Es un acto de venganza, Giselle —respondió, la frialdad en su voz como un cuchillo afilado—. Todo lo que me has hecho... desde el principio, cuando me quitaste a James. Sabías que él me pertenecía, y aun así lo arrebataste. Luego, hiciste lo mismo con mis hijos... ¿te creíste intocable, verdad?
—¿Así que todo esto es por celos? —Apenas fui capaz de contener la risa, aunque sonaba más como un jadeo nervioso. La rabia me consumía, pero también la confusión. ¿De verdad era eso lo que había llevado a Priscilla hasta aquí? ¿Lo que había destapado todo el horror que nos rodeaba? —¿Haces todo esto solamente porque él nunca pudo amarte?
Priscilla me miró fijamente, sin un atisbo de arrepentimiento.
—No son solo celos, Giselle. Es el precio que pagué por ser la otra. El despojo constante de todo lo que consideraba mío. Pero no soy tonta. Si vine aquí hoy, fue porque hay algo mucho más grande que tú, algo que me obliga a hacer esto.
Fruncí el ceño, desconcertada.
—¿Qué quieres decir con eso? —mi voz era casi un susurro, pero el miedo comenzaba a asomar, mezclado con la tensión de la amenaza implícita.
Priscilla no parpadeó, su rostro sombrío se iluminó solo por un destello de resignación. Su siguiente frase cortó el aire como una espada afilada.
—Hay alguien más... alguien mucho más peligroso que tú. Alguien que quiere verte muerta.
Rápidamente sentí cómo mi cuerpo se tensaba al escuchar esas palabras. ¿Muerta? ¿Quién podía quererme muerta? No era una pregunta trivial. Cada fibra de mi ser se tensó, pero la duda y la incredulidad nublaban mi juicio.
—¿Quién? —pregunté, mi tono ahora cargado de incredulidad, casi como si estuviera buscando una respuesta razonable. —¡Mierda! ¡O me dices ahora mismo quién es el imbécil que quiere matarme o te juro que la que resultará muerta eres tú!
Priscilla tardó un momento en hablar, como si evaluara el riesgo de lo que estaba por revelar. Finalmente, su voz se hizo aún más baja, casi un susurro cargado de miedo.
—El padre de James... Thomas Windsor.
El nombre me golpeó como un balazo directo en el pecho. Mi mente se bloqueó, incapaz de procesar la enormidad de lo que acababa de escuchar.
—¿Thomas? —dije con miedo, mi voz quebrada por la sorpresa—. ¿El padre de James quiere matarme?
Ella asintió lentamente, la mirada perdida en algún rincón de la habitación.
—Es una cuestión de poder, Giselle. Thomas no olvida que tú... que tú has vuelto a intentar robarle todo lo que le pertenece y eso es algo que no va a perdonar. El control, la familia, el futuro de Windsor. Estás en su camino, y no va a detenerse hasta verte destruida.
—Lo que estás diciendo es una locura —dije, apretando los dientes—. Pero si estás diciendo la verdad, entonces necesito saber más. Y si no me dices todo ahora mismo, te acusaré de complicidad. Te lo advierto, Priscilla.
Priscilla me observó fijamente, su expresión era de indiferencia, como si ya hubiera tomado una decisión. Luego, con una voz casi imperceptible, dijo:
—El juego acaba de comenzar, Giselle. Y Thomas Windsor no perdona. Él está decidido en verte muerta, así que no se detendrá hasta ver que lo estés.
Me quedé helada, completamente en shock por lo que acaba de decir, tanto que me perdí en mis pensamientos.
No recuerdo haber aflojado el agarre de mi mano con el arma, sin embargo, en cuando volví al presente Priscilla estaba de pie apuntándome con el arma.
—Te dije que esto no iba a acabarse, zorra —soltó con furia.
—¿Continúas con la idea de matarme incluso después de todo lo que me has dicho? Si Thomas quiere asesinarme, deja que él lo haga entonces. No te ensucies las manos por él, no seas tan tonta.
—Creo que tú eres la única tonta aquí, no termino de entender por qué decidiste volver. Tenías una perfecta vida en Nueva York, no tenías ninguna necesidad de regresar a Londres y ponerlo todo en juego.
—¿Acaso no tenía suficientes razones para hacerlo? Nada más piensa en el daño que los Windsor le hicieron a mi familia, por supuesto que tenía que vengarme de ellos...Solo me equivoqué al creer que mis sentimientos por James habían desaparecido, ese fue mi único error.
—Eres demasiado débil, es por eso que no pudiste cumplir con tu venganza. Lo arruinaste todo tú sola.
—Nada está dicho ahora, todavía todo esto no ha terminado Priscilla —confesé aun cuando mis piernas temblaban debido al nerviosismo. El miedo comenzaba a consumirme, pero, no iba a dejarle ver que ella me estaba ganando. No iba a rendirme tan fácil, no después de todo lo que he tenido que vivir.
—Esto se acaba ahora porque te mataré. Y esto no lo hago por Thomas Windsor, lo hago por todo lo que me has arrebatado en esta vida y no he podido olvidar. Aunque lo intento, y trato de decirme a mí misma que debería olvidar las cosas que no tienen importancia, no puedo perdonarte porque siempre fuiste el mayor obstáculo en mi camino.
—Renuncié a James hace muchos años, eso lo sabes bien. Incluso abandoné Londres ya que no podía vivir en paz sabiendo que ustedes estaban iniciando una vida juntos a tan solo unos kilómetros...Me fui para dejarles el camino libre, para que pudiesen vivir una vida en paz conmigo lejos, pero, veo que no sirvió de nada. Estuve ausente en su vida por trece años, no obstante, el amor que él siempre tuvo por mí resultó ser más grande que todo.
—Quizá te odie fervientemente, pero, no diré que no tienes la razón. Aun así, no sabes lo que es estar casada con un hombre que piensa en otra mujer todo el tiempo, que no deja de mencionarla con sus hermanos y que escribe en su maldito diario cartas que ella tal vez nunca llegué a leer. Te fuiste, y aun así me provocaste todo eso dolor durante tantos años.
Con lágrimas en sus ojos, apuntó el arma. Fue cuando supe que por más que hablara con ella e intentase convencerle, no iba a cambiar de opinión.
Y sin más, ella disparó.




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