9 de abril de 2021
James
La sala de espera del hospital era fría, demasiado fría para mi gusto. El sonido del reloj que marcaba el paso de los minutos parecía golpear mi cabeza con cada tic, cada tac. Claire estaba a mi lado, su expresión mezcla de preocupación y miedo. Sabía que ella quería respuestas, que esperaba que le dijera que todo estaba bien, que Giselle estaría bien, pero no podía mentirle. No cuando la verdad era tan cruel, tan devastadora.
—¿Qué sucedió en tu casa, James? —me preguntó, su voz suave, pero cargada de tensión.
Dejé escapar un suspiro, pero no pude evitar que las palabras salieran con rabia, como si al decirlas de alguna forma pudiera liberarme de la pesadilla que me estaba consumiendo.
—Priscilla estuvo allí —dije, los ojos fijos en el suelo, como si no pudiera soportar mirarla mientras pronunciaba esas palabras—. Fue ella quien le hizo daño a Giselle. En cuanto llegué, pude percatarme de que habían discutido.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Claire me miró, sus ojos llenos de confusión, como si no pudiera comprender lo que acababa de decir. Tampoco yo lo comprendía del todo, pero la verdad estaba ante mí, tan clara como la sangre que aún manchaba las manos de Priscilla.
—¿Qué... qué quieres decir con eso? —preguntó, un susurro lleno de incredulidad.
Sentí que la rabia me subía por la garganta, y aunque quise calmarme, me fue imposible. No podía quedarme callado, no podía permitir que todo eso se quedara sin respuesta.
—No voy a permitir que se quede así —dije, mi voz firme, aunque no podía quitarme la sensación de que cada palabra que pronunciaba me arrastraba a algo oscuro, algo que no tenía vuelta atrás—. Fue Priscilla, incluso nuestro padre confesó que realmente era él quien deseaba hacerle daño a mi Giselle, por el simple hecho de que ella amenazaba con quitarle todo por lo que había trabajado todos estos años. La verdad es que el odio que siente hacia Giselle no ha hecho más que incrementar a través de los años.
Claire guardó silencio, pero podía ver que entendía la gravedad de lo que acababa de decir. Había algo en su mirada, algo que me decía que no solo me preocupaba a mí lo que había sucedido, sino también lo que podría pasar después. Ella lo sabía, como yo, que esta historia no iba a terminar bien.
En ese momento, el médico apareció. Tenía el rostro serio, cansado, y una expresión que me hizo darme cuenta de inmediato de que las noticias no serían buenas. El peso de su mirada me heló por dentro, y su presencia hizo que un nudo se formara en mi estómago.
Por favor, lo único que deseo escuchar son buenas noticias. No soportaría saber que ella no esté bien.
—James, necesitamos hablar —me dijo, con voz grave—. Quiero hablar contigo sobre el estado de salud de Giselle, a solas.
—Verás que todo saldrá bien, ella va a recuperarse. Respira un poco hermanito, te prometo que este maldito infierno está a punto de acabarse.
—Espero que sea así Claire, ese es mi mayor deseo. De acuerdo doctor, vayamos a un lugar donde podamos hablar a solas.
Me levanté y lo seguí hasta una pequeña sala privada, lejos de la sala de espera, donde el silencio se sentía aún más opresivo.
Cuando la puerta se cerró tras nosotros, el médico me miró directamente a los ojos.
—Giselle ha perdido demasiada sangre —me dijo, las palabras saliendo lentamente de sus labios, como si cada una fuera una condena. La preocupación en su rostro era evidente, y la angustia en su voz se sentía como un peso sobre mis hombros. El aire pareció volverse espeso—. Está en una condición crítica. No sabemos si va a despertar...Creo que la ambulancia tardó demasiado en llegar, y le hicimos unos exámenes y nos dimos cuenta que padece de anemia...¿Sabe si ella ha estado comiendo bien últimamente?
—La verdad es que hemos estado pasando por mucho estrés, y no he estado con ella todo el tiempo por lo que no puedo asegurarle si ha comido como se debe o no.
—En sí, nos hemos dado cuenta que su estado de salud incluso antes de recibir el disparo no era del todo bueno...
Las palabras siguieron flotando en el aire, pero no las escuché. Mi mente estaba atada a esa idea: si va a despertar. Esa frase, repetida una y otra vez en mi cabeza, no me dejaba pensar con claridad. Necesitaba hacer algo, y lo sabía, pero no podía dejar de pensar en lo que había pasado en mi casa, lo que Priscilla había hecho. Lo que estaba poniendo en peligro ahora.
Y entonces, como si todo lo anterior fuera una premonición, el médico dijo algo que me derrumbó por completo:
—Además... está embarazada.
El tiempo se detuvo. No podía procesarlo. Giselle está embarazada. Mi corazón dio un vuelco, y un torrente de emociones me golpeó de lleno: miedo, rabia, impotencia. ¿Cómo? ¿Cuándo? Mi mente no lograba entender, no podía. La noticia era un golpe demasiado fuerte, una realidad demasiado cruel. Ahora, lo que Priscilla había hecho no solo había puesto en peligro la vida de Giselle, sino también la de nuestro hijo.
Todo el odio que había sentido hacia ella se transformó en algo mucho más visceral. No solo había herido a Giselle; había destrozado la posibilidad de un futuro, de una familia, de una vida compartida. No podía dejar que esto quedara así. No podía.
Haría que mi padre y Priscilla pagaran por lo que habían hecho.
—No voy a dejar que esto quede así —dije, mi voz grave, como si de alguna forma esas palabras pudieran darme la fuerza que necesitaba. El médico no dijo nada, pero su rostro reflejaba lo que yo ya sabía: esto no iba a terminar de una forma sencilla. —Dígame doctor...¿Usted cree que mi Giselle y nuestro hijo van a salir bien de esto?
—Estamos tratando de controlar su anemia, y con todos los cuidados necesarios, espero que ella sobreviva. Lo que sí puedo decirle es que haré incluso más de lo que esté en mis manos.
—Gracias por todo doctor.
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Editado: 10.06.2025