16 de abril de 2021
James
No podía evitar sentir que algo estaba mal, como si todo esto no fuera más que una trampa. Mi padre, Thomas Windsor, me había citado en su casa para hablar sobre el estado de salud de Giselle, pero al instante de entrar, supe que no era solo eso. Algo en su tono me dio la sensación de que no quería solo una conversación de padre a hijo. La casa, siempre tan fría y solemne, parecía incluso más distante hoy. El aire era espeso, como si los muros mismos supieran lo que iba a pasar. O lo que iba a suceder.
Cerré la puerta tras de mí con más fuerza de la que hubiera querido, pero mi paciencia estaba al límite. Mi mirada se posó en mi padre, que estaba sentado en su sillón de siempre, con esa mirada que me recorría de arriba a abajo como si pudiera leer mis pensamientos. Estaba esperando, como si ya supiera lo que iba a decir. Quizás lo sabía.
—No quiero hablar de Giselle —le solté de golpe, sin pensarlo demasiado. Ya había tenido suficiente de las manipulaciones de mi padre, de las falsas apariencias. No necesitaba que me hablara de su salud, ni de su recuperación, ni de nada de lo que él quería hacer pasar por importante. Mi cabeza estaba en otro lugar—. No me interesa hablar de mi novio contigo padre, tengo suficiente con el hecho que tú estás tratando de hacerle daño a toda costa y solo he venido a decirte que no te lo voy a permitir. Más te vale que comiences a hablar, te crees el dueño del mundo y piensas que todos te van a temer, pero, esta vez todo es diferente. No me importa lo que tenga que hacer para proteger a mi Giselle. Empieza a hablar y que sea rápido. ¿Qué estás planeando, padre?
Thomas no mostró sorpresa. ¿Por qué lo haría? Después de todo, todo lo que él hacía tenía un plan detrás. Siempre fue así. Sin embargo, esta vez había algo en su silencio que me desconcertaba. No me dijo nada, pero sabía que no era necesario. Había algo más que me quería ocultar.
Fue entonces cuando escuché unos pasos, suaves pero inconfundibles. Mis ojos se dirigieron hacia la puerta lateral, y ahí estaba ella. Priscilla. Mi esposa. La mujer que había arruinado todo, la que había destrozado lo que quedaba de mi vida. La vi aparecer en el umbral, su rostro descompuesto, como si hubiera estado allí todo el tiempo, observándome sin que yo me diera cuenta.
Mi estómago dio un vuelco. ¿Qué estaba haciendo ella aquí? ¿Por qué no me lo había dicho? No podía creerlo.
Pretendía que a este punto ella había escapado, o al menos creí que era inteligente como para hacerlo.
—Priscilla... —su nombre salió de mis labios, pero ni siquiera la miré directamente. Mi mente estaba a mil por hora, pero mis palabras no se detenían—. ¿Por qué demonios estás involucrada en esto? ¿Cómo es que te atreves a aparecer frente a mis ojos luego de que intentaste asesinar a mi mujer?
No respondió. No necesitaba hacerlo. Su sola presencia lo decía todo. Estaba en la misma red de mentiras que mi padre había tejido durante años.
Me acerqué a ella, mi respiración acelerada, el peso de la ira apoderándose de cada palabra que iba a decir. Había llegado el momento de poner fin a esto, de una vez por todas.
—Te voy a dar una oportunidad —hablé con un tono que me sorprendió, frío, cortante—. Firma los papeles del divorcio y vete. Lárgate lejos, de una vez por todas. Si lo haces, no te denunciaré. No te meteré en problemas con la ley. Pero si no lo haces... —el peso de la amenaza cayó sobre ella con toda la fuerza de lo que podría hacer—. No te voy a dejar escapar, y haré de tu vida miserable. Quiero que sufras, quiero que obtengas todo lo que mereces. Me das asco, eres un ser insufrible que no se merece más que experimentar el mismo infierno en la tierra.
El silencio llenó la habitación, y aunque parecía que todo estaba quieto, sabía que estaba por explotar. Priscilla me miró, sus ojos llenos de una mezcla de algo que no supe si era miedo o resentimiento, y no dijo una sola palabra. Mi padre seguía sentado, observando sin intervenir, como si todo fuera parte de un plan que ya tenía preparado. Como si no importara lo que ocurriera.
Mi pulso estaba acelerado, mi mente ya habiendo tomado la decisión. Sabía lo que tenía que hacer. Ahora solo esperaba que ella lo entendiera.
Finalmente, Priscilla suspiró. Fue una exhalación baja, casi imperceptible, pero era suficiente para saber que la batalla de hoy estaba ganada.
—Supongo que es la mejor que tengo por ahora. Acepto tu trato, James. Simplemente no tengo nada más para decirte.
—Vendré a verte con los papeles del divorcio en cuanto sea posible, sin duda lo haré lo más pronto. No te quiero volver a ver en lo que me queda de vida, no deseo que te vuelvas a acercar a mis hijos ni en mil años ni que intentes estar cerca de mi Giselle una vez más. Si tratas de volver a hacerle daño a mi mujer, voy a matarte con mis propias manos. Nunca creí que iba a decirle algo así a alguien, pero, es la opción que me queda y te lo mereces.
—No pienso responderte nada más, tampoco estoy orgullosa de mis acciones.
No había necesidad de nada más. Sabía que esto no era el fin, pero al menos ahora tendría el control.
La libertad, aunque no total, comenzaba a ser mía.
—Retírate Priscilla, no te quiero ver aquí. Lo que tengo que hablar con mi hijo es privado. —Mi padre le sentenció.
—De acuerdo señor Windsor —susurró mientras se iba de la sala.
—¿Entonces? ¿Al fin planeas responderme lo que te dije? ¿Qué planes tienes con Giselle? Te diré casi lo mismo que le dije a Priscilla; si te atreves a tratar de lastimarla de cualquier manera, el único que saldrá perdiendo eres tú. Lo que le hiciste a Claire no se va a quedar impune, te lo estoy advirtiendo, solo podríamos olvidarnos de ello si nos dieras su custodia. Si no la amas, no entiendo qué te cuesta hacerlo.
—Solo quiero que te quede en claro que no voy a rendirme tan fácil, nunca voy a hacerlo. Puedes venir a amenazarme una y otra vez, pero, no sabes de todo lo que soy capaz.
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Editado: 10.06.2025