Cuando nuestro amor florece

87 | El amor de mi vida

28 de abril de 2021

Giselle

La luz suave de las velas iluminaba la mesa, creando un ambiente cálido y acogedor en el restaurante. A través de los grandes ventanales, Londres brillaba con una mezcla de luces doradas y plateadas, una vista que siempre me dejaba sin aliento. Pero esta noche, lo único que veía claramente era a James. Su mirada, profunda y serena, no me dejaba escapar.

Estábamos sentados frente a frente, y aunque el restaurante estaba lleno de risas y murmullos a nuestro alrededor, había algo especial en este momento, algo que solo nosotros dos podíamos compartir. Estaba nerviosa, pero feliz. Aún recordaba el primer día que nos conocimos, cómo nuestras vidas, tan diferentes, se habían entrelazado de una manera tan natural. Ahora, aquí estábamos, compartiendo una cena, pero también mucho más.

James tomó mi mano sobre la mesa, su piel cálida y reconfortante. La mirada en sus ojos era diferente, algo más intensa, como si estuviera a punto de decir algo importante. Mi corazón comenzó a latir más rápido, y me pregunté si él también sentía la electricidad que recorría el aire entre nosotros.

—Giselle... —comenzó, con esa voz suave que siempre lograba calmarme, pero también llenarme de mariposas en el estómago—. He estado pensando en nosotros, en lo que tenemos... y en lo que podríamos construir juntos. Eres la persona con la que quiero compartir cada segundo de mi vida. Así que... ¿te casarías conmigo?

El tiempo pareció detenerse. Me quedé mirando a James, sin poder creer lo que acababa de escuchar. Un nudo se formó en mi garganta y, por un momento, las palabras me faltaron. Mi corazón latía con fuerza, y las lágrimas empezaron a asomarse a mis ojos, pero no eran lágrimas de tristeza. Eran de pura felicidad

He estado esperando este momento durante toda mi vida.

Sé que nací para ser amada por él, este amor cósmico por fin va a convertirse en una realidad.

—Sí —logré decir finalmente, mi voz temblando—. ¡Sí, James! Claro que sí.

Vi la sonrisa que iluminó su rostro, y el brillo en sus ojos me hizo sentir como si todo en el mundo estuviera en su lugar. La mano que él había colocado sobre la mía apretó ligeramente, como si selláramos un acuerdo invisible entre nosotros, uno que nos prometía un futuro juntos, sin importar lo que el destino nos tuviera preparado.

Unos segundos de silencio nos envolvieron, solo interrumpidos por el sonido lejano de la ciudad y la suave música que salía de los altavoces. El camarero llegó en ese momento, y yo tomé una copa de vino, pero mis pensamientos seguían girando alrededor de la propuesta de James, de lo que significaba para nosotros.

—¿Sabes? —dije, con una sonrisa tímida, mientras miraba al hombre de mis sueños—. También estaba pensando en el futuro. Estamos esperando un bebé. ¡Un bebé, James! A veces todavía no puedo creerlo...Mi sueño siempre fue ser madre, y ahora eso se ha convertido en una realidad de la noche a la mañana.

Las palabras me salieron con una risa nerviosa, pero con tanta emoción contenida que casi no pude contenerme. La mirada de James se suavizó aún más, y pude ver en su rostro la misma felicidad que sentía yo.

—Es un sueño hecho realidad, Giselle —dijo, su voz profunda y cargada de emoción—. Nunca imaginé que seríamos nosotros, pero aquí estamos. Juntos. Construyendo nuestra familia. Nadie lo merece más que nosotros mi vida, al fin vamos a ser felices juntos.

Sonreí, sintiéndome más afortunada de lo que jamás habría imaginado.

—Sí, aquí estamos, juntos. Y sé que, pase lo que pase, todo estará bien.

No había ninguna duda en mis palabras. Miré a James una vez más, y en ese instante supe que el futuro era nuestro, que teníamos toda una vida por delante, llena de amor, risas y sueños compartidos. Con él a mi lado, nada parecía imposible.

Estábamos tan felices, tan absorbidos por la magia del momento, que apenas nos dábamos cuenta de la gente a nuestro alrededor. La luz suave de las velas, el ambiente cálido, el murmullo de conversaciones lejanas... pero mi mente seguía volando hacia el futuro. Hacia nosotros. Hacia el día en que todo esto se hiciera realidad.

Miré a James, tan sereno y tan seguro de sí mismo, y sentí un impulso, una necesidad de compartir algo con él. Algo que había estado pensando desde que me propuso matrimonio. Sabía que nuestra boda sería un reflejo de lo que somos, de cómo vivimos, de lo que queremos para nuestro futuro. Y necesitaba contárselo.

—James... —dije, con un suspiro que trató de liberar la emoción que me recorría por dentro—. Quiero que sepas cómo me imagino nuestra boda. No quiero que sea una gran ceremonia llena de gente, ni algo ostentoso. Siempre he soñado con algo más íntimo, más personal, algo que realmente sea nuestro.

Él me miró con atención, y sentí que su mirada comprendía que lo que estaba a punto de decirle era algo muy importante para mí. Se inclinó un poco hacia adelante, esperando escuchar cada palabra.

—Imagino que la ceremonia sea al aire libre, en un jardín, rodeados de naturaleza. No sé... me encanta la idea de estar en un espacio donde todo sea tranquilo, donde solo estén las personas que más queremos. No necesitamos una multitud de invitados. Solo los más cercanos, los que realmente han estado ahí para nosotros.

Pude ver en sus ojos que comprendía perfectamente lo que quería decir. Él siempre había sido una persona sencilla, y sabía que para nosotros no importaban los grandes lujos ni las expectativas sociales. Lo que importaba era lo que compartíamos, lo que significaba para nosotros.

—Y me gustaría que fuera al atardecer —continué, perdiéndome en mis propios pensamientos mientras imaginaba el escenario—. Ese momento, cuando el sol empieza a bajar, y la luz dorada inunda todo, lo encuentro tan mágico. Imagínate, tú ahí, esperándome, bajo un arco de flores, con los rayos del sol entrando entre las hojas. Y cuando nos digamos "sí", será como si todo se detuviera, como si el universo entero hubiera conspirado para que ese fuera nuestro momento.




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