«La pérdida del amor verdadero es como perder una parte de uno mismo, un vacío que no se llena con el paso del tiempo, sino que se lleva consigo el eco de lo que pudo haber sido.»
La luz suave de la oficina del psicólogo llenaba el espacio, creando una atmósfera tranquila, casi cómoda. Giselle estaba sentada en el sillón frente a su terapeuta, las manos entrelazadas sobre sus rodillas. Sus ojos estaban fijos en el suelo, pero en su rostro se reflejaba un tormento interno que no podía ocultar.
El psicólogo, un hombre de expresión serena y voz tranquila, observaba atentamente, sin prisa por interrumpir. Él sabía que las palabras de Giselle no serían fáciles, y había aprendido a dejar que hablara cuando estuviera lista.
—No sé cómo empezar... —dijo Giselle con voz temblorosa, apenas audible, mientras levantaba la mirada hacia él. A sus ojos les costaba esconder la tristeza que había estado cargando desde que James se casó con Priscilla. Su vida, que antes parecía tan llena de planes y promesas, ahora se sentía vacía, como un espacio que no podía ocupar nadie más.
—Está bien, Giselle. Tómate tu tiempo —respondió el psicólogo, asintiendo con calma.
Un suspiro escapó de ella, y después comenzó a hablar, con una mezcla de dolor y resignación en su voz.
—Me siento como si hubiera perdido todo. Como si me hubieran arrancado algo de mí que nunca podré recuperar. James... James era todo para mí. Él era mi futuro, mi compañero, mi hogar. Y ahora... ahora lo veo casado con ella, con Priscilla, y no puedo dejar de preguntarme por qué. ¿Por qué no fui yo? ¿Qué me faltó para que él me eligiera?
Giselle apretó las manos sobre sus rodillas, sus dedos palideciendo por la tensión. El psicólogo no dijo nada, pero su presencia era un apoyo silencioso, una invitación para que siguiera hablando, para que no guardara todo dentro.
—Es tan extraño... cuando estábamos juntos, todo tenía sentido. Sentía que no necesitaba nada más. Pensaba que era suficiente, que éramos suficientes. Pero ahora, al verlo con ella, me siento tan pequeña, como si todo lo que compartimos no hubiera sido real. Como si mi amor no hubiera sido suficiente, como si yo no fuera suficiente.
Una lágrima recorrió la mejilla de Giselle, pero ella la apartó rápidamente con el dorso de la mano, avergonzada de su debilidad, aunque sabía que no estaba siendo débil, sino simplemente humana.
—Lo que más me duele... —continuó, ahora con la voz quebrada— es que siento que perdí a la única persona con la que realmente pude ser yo misma. Él no solo me conocía, me entendía. Me aceptaba. Y ahora todo eso está en el pasado. Y la verdad... me da miedo pensar que nunca más encontraré algo así, que nunca más seré capaz de sentir lo mismo por alguien.
El psicólogo la observó en silencio por un momento, y luego le preguntó con suavidad:
—¿Y cómo te sientes respecto a ti misma ahora, Giselle? ¿Te ves diferente?
Giselle se quedó en silencio por unos segundos, como si estuviera procesando la pregunta. Finalmente, miró hacia el suelo, evitando el contacto visual.
—No lo sé. Tal vez... tal vez me siento rota. Como si una parte de mí hubiera muerto. Lo que sentía por James era tan profundo, tan todo... que ahora, sin él, me siento vacía, como si estuviera en pausa. Como si todo lo que hago ahora fuera solo un esfuerzo por seguir adelante sin saber muy bien cómo hacerlo.
El psicólogo asintió lentamente, tomando nota mental de las palabras de Giselle.
—Es natural que te sientas así, Giselle. Cuando perdemos a alguien que fue tan importante para nosotros, especialmente a alguien con quien compartimos sueños y proyectos, nos queda un vacío. Pero ese vacío, aunque doloroso, no tiene que definirte. La persona que eras antes de conocer a James sigue dentro de ti, solo que ahora estás en un proceso de redescubrirla, de reconstruir lo que es importante para ti.
Giselle lo miró brevemente, pero sus ojos no reflejaban esperanza aún. Había demasiado dolor en ellos.
—¿Y si no soy capaz de reconstruirme? —preguntó, la incertidumbre en su voz.
—Lo serás —respondió el psicólogo con firmeza—. Puede que ahora no lo veas, pero cada paso, aunque pequeño, te llevará hacia un lugar mejor. Y aunque no puedas reemplazar lo que perdiste, eso no significa que no haya otros caminos por los que puedas caminar. La vida tiene formas inesperadas de sorprendernos, Giselle. No te pierdas en lo que no pudo ser.
Un largo suspiro salió de los labios de Giselle. No estaba segura de creerle completamente, pero por un momento, su voz sonó menos cargada, como si un pequeño atisbo de esperanza pudiera estar asomando entre las grietas de su dolor.
—Gracias... —dijo con suavidad, aunque sabía que el camino hacia la sanación sería largo.
El psicólogo asintió, comprendiendo que, aunque el proceso fuera lento, ella ya había dado el primer paso hacia su recuperación.
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Editado: 15.12.2024