Cuando nuestro amor florece

91 | Tú, yo, colisión

«Cada noche solo sueño con tenerte a mi lado, pero, lo hemos perdido todo. Ahora no somos más que un desastre que si volviera a coincidir, formaría una colisión.»

La fiesta de despedida de Giselle estaba en su punto máximo. Los invitados reían y conversaban animadamente, mientras el brillo de las luces reflejaba la alegría en los rostros de todos. Las copas de vino tintineaban, y el bullicio de las conversaciones se mezclaba con la música suave que se oía de fondo. Sin embargo, para Giselle, todo parecía estar envuelto en una capa de niebla. Estaba rodeada de personas, pero a medida que avanzaba la noche, su sensación de soledad se intensificaba. Esta no era solo una despedida del lugar que había llamado hogar durante tanto tiempo, sino también de una parte de sí misma que había quedado marcada por decisiones pasadas. No solo dejaba atrás su vida aquí, sino también una etapa de su vida que, aunque intentaba enterrar, seguía viva en su memoria.

Ella observaba todo desde su rincón, fingiendo participar, sonriendo cuando alguien le dirigía la palabra, pero su mente estaba en otro lugar. Era casi como si el ruido de la fiesta y las risas de los demás fueran un murmullo distante, incapaz de alcanzar su conciencia completamente. Se sentía atrapada entre lo que estaba por venir y lo que había dejado atrás. Pero lo peor de todo, lo que la hacía sentirse aún más distante, era la sensación de que algo estaba por suceder, algo que no podía controlar.

Y, por supuesto, ese "algo" llegó en forma de una figura masculina que apareció en la entrada. James.

En el momento en que cruzó la puerta, Giselle sintió que su corazón se detenía, como si el aire fuera absorbido por completo. No importaba que estuviera rodeada de gente, que la fiesta siguiera su curso. Cuando sus ojos se encontraron con los de él, todo lo demás desapareció. James estaba allí, alto, impecablemente vestido, con su porte y esa mirada que siempre había sabido cómo leer en ella. Una mezcla de control absoluto y una intensidad que la dejaba sin aliento.

Giselle no lo había esperado. No quería verlo. Había intentado convencerse de que estaba lista para seguir adelante, de que había superado todo lo que había pasado entre ellos. Pero ver a James de nuevo la desarmaba. Lo que sentía por él nunca se había ido, a pesar de todo el tiempo que había pasado. Había intentado enterrarlo, olvidarlo, pero siempre había algo que lo mantenía vivo. Esa conexión. Ese poder silencioso que tenía sobre ella, incluso ahora, después de tanto tiempo.

Los ojos de James recorrieron la sala, pero pronto se fijaron en ella. No era una mirada casual. La penetró de inmediato, buscando algo más que una simple mirada. Giselle lo sintió como si fuera un peso sobre su pecho. Y, aunque ella trató de apartar la vista rápidamente, él ya había notado su presencia. En ese instante, todo se redujo a ese breve momento en que sus miradas se cruzaron, y Giselle sintió como si el resto del mundo se desvaneciera. La música se desvaneció, las conversaciones se silenciaron. Solo quedaban él y ella.

Giselle no quería enfrentarlo. Sabía que si lo hacía, sus sentimientos, todo lo que había intentado reprimir durante tanto tiempo, saldría a la superficie y no podría controlarlo. Había pasado meses, incluso años, luchando por dejar atrás lo que había sido su relación, lo que él representaba para ella. Y sin embargo, ahí estaba, frente a ella, sin haberlo planeado, sin haberlo esperado.

Con un movimiento casi imperceptible, Giselle giró sobre sus talones, buscando desesperadamente escapar de esa mirada. Se unió a un grupo cercano, haciendo todo lo posible para integrarse a la conversación, pero su mente no podía dejar de regresar a él. No podía dejar de sentir su presencia cerca, esa sensación de que él estaba observándola en silencio, esperando a que se diera la vuelta.

El peso de su mirada seguía allí, invisible pero tangible. Giselle sentía cómo su respiración se volvía más pesada, cómo el nudo en su estómago se apretaba cada vez más. Intentaba seguir la conversación, mantener una fachada tranquila, pero cada palabra se sentía vacía, como si su mente estuviera atrapada en un rincón oscuro de su memoria.

Al fondo, veía cómo James saludaba a algunas personas, su actitud relajada, tan perfectamente en control de la situación. Pero Giselle sabía que no era así. No podía serlo. Porque, en el momento en que sus miradas se cruzaron, había algo en ella que se despertó. Algo que aún no estaba listo para ser olvidado. Y eso la asustaba.

Giselle trató de mantenerse ocupada, evitando las conversaciones en las que no tenía nada que aportar, buscando un respiro, un espacio en el que pudiera calmar su mente. Pero cada vez que levantaba la vista, lo encontraba allí, tan cercano, tan distante. Como un espectro del pasado que no podía deshacerse. Quiso acercarse, gritarle, preguntarle por qué había vuelto. Pero sabía que no podía. Había hecho el esfuerzo de alejarse, de seguir adelante, y verlo ahí, justo frente a ella, amenazaba con destruir todo el progreso que había hecho.

La música, que antes parecía tan ajena a sus pensamientos, ahora se sentía como una melodía lejana y absurda. La fiesta seguía a su ritmo, mientras Giselle se sentía completamente ajena a todo lo que sucedía a su alrededor. Solo él y ella existían en ese espacio, y la última cosa que quería era enfrentarse a lo que sentía. Así que, mientras más intentaba alejarse de él, más cerca lo sentía. Como si fuera un imán que la atraía sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

Finalmente, Giselle dejó escapar un suspiro ahogado y bajó la mirada. No podía enfrentarlo. No estaba lista para volver a revivir el pasado. Y, sin embargo, lo sentía tan cerca como si nunca se hubiera ido.

Sin embargo, decidió que debía ser más fuerte y luego de tener una batalla interna consigo misma, optó por acercarse a conversar con él tan solo porque estaba consciente de que esta sería la última vez que lo vería.




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