12 de mayo de 2021
Giselle
La tarde se deslizaba lentamente hacia el atardecer, y el aire fresco que entraba por la ventana hacía que las cortinas de lino blanco danzaran suavemente. La habitación, pequeña y acogedora, estaba llena de una quietud palpable, pero era un tipo de quietud que a mí no me resultaba extraña. Ya conocía ese silencio. Había vivido en él demasiadas veces. Lo que no sabía era cuán distinto se sentía cuando lo compartías con alguien más.
Claire estaba sentada junto a mí, abrazando sus rodillas contra su pecho, su mirada fija en el horizonte. Podía ver la angustia en sus ojos, un miedo que se reflejaba en cada movimiento de su cuerpo. Sabía que no podía decirle que todo estaría bien de inmediato, porque eso no era cierto. Pero sí sabía que debía ayudarla a encontrar la manera de lidiar con lo que sentía. Porque había pasado por algo similar.
—Estoy aterrada, Giselle... —su voz salió baja, casi un susurro, pero cargada de una desesperación que no podía ignorar—. Me asusta lo que voy a dejar atrás. Todo lo que he conocido, lo que me ha dado sentido... dejar todo eso atrás y empezar de cero... en un lugar donde no sé cómo encajar. Estados Unidos es tan grande, tan... ajeno. Siento que nunca me voy a encontrar ahí.
La tristeza que invadió su rostro me hizo pensar en mis propios miedos, aquellos que una vez me habían ahogado. Y, sin embargo, en aquel momento, yo ya no me sentía perdida. Quizá porque había aprendido que, aunque el miedo nunca se va por completo, siempre se puede aprender a convivir con él. A veces, incluso puede transformarse en algo manejable.
—Lo entiendo más de lo que crees —respondí, suavizando mi tono. —Yo también tuve mis miedos al principio. Lo que estás viviendo no es fácil, y te lo digo porque sé lo que es sentir esa sensación de estar en un lugar que no es el tuyo. Pero, Claire... lo que tienes que saber es que, aunque el miedo nunca desaparezca por completo, lo que importa es cómo decides enfrentarlo. Estás rodeada de personas que te quieren. Tienes una familia que te espera con los brazos abiertos, unos padres que, aunque no sean los que creaste, te van a dar todo lo que tienen. Y aunque el lugar sea desconocido, no estarás sola.
Ella me miró con la incredulidad pintada en el rostro, pero lo entendí. La incertidumbre es una niebla espesa que te impide ver más allá. A veces, no se necesita convencer a alguien, sino acompañarlo en ese proceso de encontrar su propio camino.
—Es solo que... —su voz tembló un poco, como si las palabras se le atoraran en la garganta—. Me asusta pensar que tal vez no voy a encajar. Y mis padres de sangre... ¿y si no somos tan cercanos como quiero ser? ¿Y si nunca los quiero tanto como quiero quererlos?
Puse una mano sobre su hombro, buscando que se sintiera el peso de mi apoyo. No había respuestas fáciles para lo que me pedía. Pero sí podía ofrecerle la comprensión que nacía de mi propia experiencia.
—Eso no lo sabes aún —le respondí, y una sonrisa se dibujó en mis labios, una sonrisa que quería ser más que un consuelo vacío. Quería que ella creyera en lo que decía—. No te preocupes por eso ahora. Las familias no siempre son las que nacen de la sangre, Claire. A veces, son las que elegimos, las que aprendemos a valorar con el tiempo. Yo te prometo que el cariño llegará, aunque no lo creas ahora. Tienes una capacidad para amar increíble. Eres tan buena persona, y no tengo dudas de que ese amor encontrará su camino hacia esas personas. A veces, los lazos no son inmediatos, pero eso no significa que no existan. Se construyen. No te apresures.
Vi cómo su expresión cambiaba lentamente. Algo en sus ojos mostraba que mis palabras la estaban alcanzando, aunque la tormenta en su interior aún no se calmara del todo. Quise que lo entendiera, que viera que no tenía que cargar con todos esos miedos sola. No de nuevo.
Hubo un largo silencio entre nosotras, y mientras Claire seguía pensativa, me sentí con la necesidad de compartir con ella algo más. Algo que tal vez le diera una perspectiva diferente. De alguna forma, mi propia felicidad y mis hijos podían ser la luz que ella necesitaba para ver más allá de su miedo.
—Y sabes... en mi caso, Claire, me siento muy afortunada —le dije, dejando que mi voz sonara tranquila, llena de algo cercano a la paz—. Ser la madre del hijo que James espera, es... increíble. No hay nada que me haga más feliz que saber que voy a darle un hermano a Rosalie y a Jayden. Mi familia me completa, y aunque la vida no es perfecta, me siento plena. A veces, los días se hacen largos y las preocupaciones me llenan, pero al final, todo lo que quiero está aquí. Y eso me da una calma profunda.
Claire me miró, sorprendida por la sinceridad en mis palabras. Yo había hablado sin pensarlo demasiado, porque lo que estaba diciendo era la verdad. Mis hijos, mi esposo... mi vida estaba llena de todo lo que necesitaba. Y pensaba que si podía compartir eso con Claire, si podía transmitirle esa sensación de que la felicidad llega a su manera, tal vez ella también encontraría algo de consuelo.
—No sabes cuánto me ayuda escuchar eso —dijo Claire finalmente, su voz más suave, como si el peso de su mente fuera un poco más ligero. Se inclinó hacia mí y me abrazó, sus brazos envolviendo mi torso con una ternura que me hizo sonreír. Fue un abrazo silencioso, lleno de comprensión y cariño.
—Siempre estaré aquí para ti, Claire —le susurré al oído, apretándola contra mí con fuerza. — Y aunque no todo sea fácil, te prometo que encontrarás tu camino. No estás sola.
A lo lejos, pude oír el sonido suave de la casa, la vida fuera de la habitación continuaba. Pero, en ese momento, el mundo entero parecía detenerse mientras le susurraba esas palabras. Porque, a veces, el único refugio que necesitamos es el calor de una voz amiga que nos diga que, aunque el miedo sea grande, hay algo más grande aún: el amor.
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Editado: 15.12.2024