Martes 8 de octubre, 2013
La alarma del móvil no paraba de sonar, aún así a Minerva le costó despertar. Apenas abrió los ojos se sentó en la cama, alarmada por la cantidad de sol que se filtraba por la ventana y que solo podía significar lo avanzada de la mañana. Ella solía despertarse mucho antes de que el sol saliera. Lo hacía para despedir a Luca que casi siempre se iba cuando aún estaba oscuro.
Esa mañana fue diferente, Luca se había ido sin despertarla como lo hacía cuando el cansancio o el desvelo le impedían a ella hacerlo por voluntad propia. Si se despidió o no, ella no lo recordaba. La inquietud con la que se durmió la noche anterior se le hizo un nudo en el estómago que al final se transformó en malestar. La lejanía de su esposo le sacudía el mundo. Él siempre había confiado en ella, desde el principio de su relación hacía ya tantos años. Minerva se negaba a creer que pudiera existir algo capaz de derrumbar lo que tenían, pero la duda se le sembró dentro sin que pudiera evitarlo.
Comenzó su día sin entusiasmo. Se levantó en automático y se metió a la ducha. Ya iba tarde a la editorial, pero por esa ocasión no le importó y se tomó su tiempo. Al salir se pasó el cepillo y se hizo una media cola. El tono castaño cobrizo del que se había teñido el cabello la favorecía, aunque últimamente había descuidado bastante su rebelde cabellera, por lo que su imagen en el espejo no la convenció del todo. Sin embargo, no era vanidosa y odiaba perder tiempo en detalles.
Minerva no conocía de complejos, siempre había tendido a la esbeltez, aunque en los últimos años había ganado algunos kilos de más que redondeaban su figura sin que realmente la hicieran lucir mal. Tenía curvas llamativas bajó una cintura estrecha y Luca mostró fascinación por su cuerpo desde la primera vez que la vio desnuda. Por eso seguía incomodándola que la noche anterior rehuyera estar con ella.
Durante todo el camino hacia la editorial siguió reflexionando sobre lo que pudo enfadar a Luca. Al llegar y antes de salir de su auto decidió que le preguntaría directamente en lugar de seguir conjeturando, odiaba tener que pensar por los demás así que le marcó al móvil. Escuchó varios tonos de llamada entrante antes de que una grabación le indicara que había sido enviada al buzón de voz. No desistió, colgó y marcó otra vez. Hizo lo mismo cinco veces antes de que sus intentos rindieran fruto.
—¿Sí? —le contestó la voz de Luca. Minerva lo notó algo abrumado.
—Te fuiste sin despedirte.
Por un par de segundos el silencio fue la única respuesta.
—Lo sé, se me hizo tarde y tú te quedaste dormida.
—Pudiste haberme despertado, como otras veces.
Minerva tuvo que soportar otros largos segundos de silencio.
—Minerva estoy ocupado, hablamos en la tarde, si es que llegas temprano.
—Entonces sí estás enfadado.
—No, no lo estoy. Tengo que colgar ¿sí?
Lo siguiente que Minerva escuchó fue el tono continuo de la llamada finalizada. Hubo dos cosas que le chocaron, la primera que Luca la llamara por su nombre cuando siempre se había referido a ella con apodos cariñosos. En segunda, el atrevimiento de su esposo. Él sabía lo que aborrecía que no la dejaran terminar cuando tenía algo que decir. Se bajó del auto echando chispas y de la misma forma entró a la editorial. Saludó sin mirar a sus colaboradores y entró en su oficina dando un portazo tras ella. Apenas se disponía a acomodarse en el sillón cuando alguien llamó a la puerta.
—Pase —exclamó alterada. Eugenia entró y le bastó verla un instante para saber que algo le sucedía.
—Alguien amaneció de malas —la joven asistente no se guardaba nada y pese a que a Minerva le agradaba su franqueza, esa mañana no tenía ganas de hacerle frente.
—Deberías respetar a tu jefa de vez en cuando —le dijo severamente.
—Lo siento.
La disculpa de Eugenia hizo recapacitar a Minerva. Nadie tenía la culpa de sus recientes problemas con Luca. Además, su editorial era su segundo amor y merecía que ella diera todo de sí mientras se encontraba ahí.
—No, perdóname tú. Tuve una discusión con Luca y no me siento muy bien.
—Eso sí que es algo nuevo ¿Por qué fue la pelea?
—No tengo la menor idea. Ya ves, ayer no me llamó en todo el día y en la noche simplemente no tenía ganas de verme. Hoy por su culpa se me hizo tarde, no me despertó ni se molestó en despedirse. Con decirte que hasta olvidó darle el desayuno a Linda. No sé qué demonios le pasa, anda distraído y lo peor es que no quiere contarme nada.
—Bueno, no te lo tomes personal, quizás paso algo en el trabajo y aún lo está resolviendo.
—¿Y qué pudo haber pasado? Lleva ocho años en esa empresa y nunca nada lo puso así. Es algo conmigo, pero no sé qué.
—Casi siempre eres tú la que me das consejos, pero si me permites podría sugerirte que te tomes uno o dos días libres para estar con él. Quizá se siente un poco solo.
—¿Entonces yo tengo la culpa? —la indignación que se adivinaba en el tono de Minerva hizo estremecer a Eugenia.
—No Minerva, pero llevas meses saliendo a las nueve de la noche para continuar tu trabajo hasta la madrugada, incluso trabajas los fines de semana. Luca es comprensivo, pero puede ser que te extrañe.