Domingo 27 de octubre, 2013
Los domingos solían ser días que pasaban rápido para Minerva, se despertaba casi al mediodía como consecuencia de dormirse excesivamente tarde el sábado anterior, por lo que las horas se acortaban. Después comía algo en compañía de su esposo y veía por bastante tiempo cualquier programa o serie que captara el más mínimo de su interés. Las noches eran un poco más productivas, Luca y ella salían a cenar y paseaban por el centro antes de irse a la cama, el Jardín de la Unión era uno de sus sitios preferidos para visitar. Los últimos domingos sin embargo habían sido muy distintos y ese en especial, Minerva se despertó más temprano de lo acostumbrado. La noche anterior había caído rendida tras acomodar a Eugenia en la habitación de huéspedes y asegurarse de que estaba lo suficientemente tranquila para conciliar el sueño. Ella por su parte había dormido profundamente luego de dos días de no hacerlo. El descanso fue tal que antes de que el cielo se aclarara por completo ya estaba de pie. Desayunó algo ligero y preparó algo más completo para Eugenia. En su estado debía alimentarse bien sin importar cual fuera su decisión final.
Una vez que terminó con sus quehaceres matutinos, fue al estudio de Luca. El día anterior había tenido que posponer su búsqueda, pero ese domingo estaba decidida a no salir de esa habitación hasta encontrar algo que le dijera dónde buscar a su esposo. Revisó una a una las gavetas restantes en el escritorio. Encontró muchos papeles del trabajo de Luca. Nada fuera de lo normal, lo único que faltaba eran aquellos documentos que comprobaban que su esposo había adquirido la nacionalidad mexicana. A Minerva la inquietó que se hubiera llevado precisamente eso y dejado todo lo demás. Más que un abandono, la partida de Luca le estaba pareciendo una huida o un viaje de emergencia y no uno cualquiera, sino uno fuera del país. Por primera vez desde su amarga despedida, contempló la posibilidad de que él se hubiera ido pensando en volver, pero también aumentó su preocupación al darse cuenta de que, si no estaba en México, le sería todavía más difícil encontrarlo.
Lo hallado en el escritorio no le sirvió de nada así que recorrió de un lado a otro el estudio, viendo cada recoveco en el que Luca hubiera podido esconder algo. Un viejo cuaderno en el anaquel inferior del librero llamó su atención. Tenía varias decenas de revistas viejas encima así que las apartó todas bruscamente y sin cuidado, desparramándolas por el suelo. Cuando tuvo el cuaderno en sus manos y pudo ver su contenido se sintió decepcionada, no eran más que notas de unos cursos a los que Luca había asistido varios años atrás. Resopló con ganas de llorar, pero al mirar el montón de revistas advirtió la esquina de un sobre que sobresalía por entre las páginas de una de ellas. Lo tomó y vio lo que tenía escrito. Era una carta con un matasellos desconocido, el nombre del remitente era Sofía Martín y el destinatario Luca Marino. Abrió el sobre solo para comprobar que estaba vacío y recordó la foto de Sofía pensando que seguramente era lo que contenía cuando su esposo lo recibió. La teoría de Eugenia de que Paolo no fuera Luca se vino abajo, acabando con las ilusiones de Minerva de que Sofía y él no tuvieran una relación. Lo único bueno de su reciente descubrimiento fue que gracias a él había obtenido el nombre completo de la amante de Luca y su lugar de residencia: Valencia, España. También pensó que eso corroboraba sus sospechas de que él había viajado al extranjero.
Por la siguiente hora Minerva se dedicó a tratar de recordar cuando pudo su esposo visitar España. Incluso llamó a Rodolfo para preguntarle si sus viajes de trabajo alguna vez habían sido a ese lugar, aunque estaba segura de que ella lo recordaría. Igual Luca podía haberle mentido y por eso quiso comprobarlo. Sin embargo, Rodolfo no le dijo más que lo que ya sabía. Ninguno de los viajes de trabajo de Luca había sido al país europeo así que aprovechó la llamada y le cuestionó si la empresa tenía tratos con algún proveedor o cliente en ese lugar, pero la respuesta fue igual de negativa. Concluyó que el trabajo de él no había sido la causa de que conociera a Sofía, así que se despidió del hombre agradeciéndole su cooperación y sin manifestárselo, la delicadeza que tuvo al no preguntarle nada más acerca de lo sucedido ni de la razón de su llamada. Minerva supuso que era fácil adivinar lo que intentaba averiguar. Por otro lado, Rodolfo se había dado cuenta de que Luca la había dejado desde el día en que le hizo esa dolorosa llamada que al final ella agradeció pues le permitió verlo partir con sus propios ojos. De otra forma, Minerva jamás hubiera creído que Luca se había ido por voluntad propia.
Eugenia despertó dos horas después y la encontró sentada en la barra de la cocina con el sobre de la carta de Sofía entre las manos y una expresión taciturna, las ideas se le habían agotado y no sabía qué hacer a continuación. Encontrar a alguien en un país extranjero no era sencillo y en todo caso sería tardado y lo más probable era que al final se viera obligada a contratar los servicios de algún profesional, detective privado o lo que fuera si es que podía encontrar alguno, si es que existían.
—Estás muy pensativa —saludó Eugenia al verla.
Minerva suspiró y le extendió el sobre que había encontrado mientras la veía de reojo, a simple vista lucía mejor que el día anterior, aún así no quiso importunarla preguntándole y menos luego de que le dejara claro que no quería hablar del tema —Vaya, pues ya tenemos su nombre y su dirección.
—Eso no me sirve de mucho a menos que vaya hasta Valencia y toque a la puerta de su casa.