Cuando te fuiste

Capítulo 14

Miércoles 30 de octubre, 2013

 

Minerva dejó caer el equipaje a un lado de la cama individual de la habitación en el hotel que había reservado y se tiró boca arriba en el cómodo colchón. El viaje había sido extenuante. A las diez de la mañana del día anterior había salido de México y con los cambios de horario se sentía como si hubiera estado un día entero en el avión. Agradeció que al menos el trayecto terminó bien y el clima que la recibió en Palermo era bastante benévolo considerando lo muy avanzado del otoño. En ese momento que podía tomarse un respiro, pensó que todo ese viaje era un sin sentido ¿qué haría si no encontraba a Luca? Ni ella sabía que buscaba con todo aquello, pero ya estaba embarcada y no había marcha atrás, solo esperaba que Sofía tuviera noticias.

En la habitación había un pequeño escritorio al que se dirigió luego de darse una merecida ducha. Colocó en el mueble su computadora portátil, la encendió y llamó a la recepción para pedir la clave del servicio de internet. Tenía la esperanza de que Sofía ya hubiera logrado contactar a Letizia. Para su buena suerte la encontró conectada e inmediatamente pulsó el botón en la pantalla para iniciar una video llamada. Sofía respondió de inmediato, aunque por su expresión sombría, Minerva supo que pese a tenerle novedades, estas no eran buenas.

—Hola Minerva, me da gusto que hayas llegado bien, porque supongo que ya estás en Palermo ¿O me equivoco?

—Para nada, ya estoy aquí ¿Lograste hablar con Letizia? —Sofía asintió sin mostrar el menor gesto de alegría por haberlo logrado —No te dio buenas noticias — aventuró Minerva sintiendo que la angustia le impedía respirar bien.

—No del todo —Sofía respiró hondo antes de continuar —Ella le envió un correo a Paolo, pero lo que tenía para decirle no era bueno. Flavio tuvo un accidente y sigue grave en el hospital.

—¿Y por eso me abandono? ¿Para venir a ver a su amigo o fue por ella?

Sofía comprendía las dudas de Minerva así que le permitió desahogarse, luego le relató los detalles de su conversación con Letizia. Al principio, la mujer le había respondido descortésmente, actitud justificable considerando la situación y el tiempo que llevaban sin verse ni saber una de la otra. A Sofía le costó esfuerzo convencerla de que realmente era quién decía ser, pero una vez que se ganó su confianza pudo obtener parte de la información que necesitaba. Letizia le habló desde el accidente de Flavio hasta la llamada de Luca, pero lo que más la había impactado fue el temor que notó en este último al mencionarle al comisario Fontana, un policía que había estado siguiendo a Flavio antes de su trágico accidente. De eso último se enteró porque el amigo de Luca la había buscado unos días antes. Él quería comunicarse con Luca antes, pero no logró hacerlo. No obstante, Letizia tampoco sabía el motivo de que tanto Luca como Flavio le temieran tanto a ese hombre. Ambos habían actuado como si hubieran visto un fantasma al saber de él. 

—Necesito hablar con ella ¿Crees que acepte? —preguntó Minerva una vez que Sofía terminó la historia que Letizia le contó.

—Lo dudo, por lo poco que hablamos noté que está muy dolida con Paolo y hablar con su esposa, bueno, no será para nada grato.

Aun con esa advertencia, Minerva debía intentarlo. La necesidad de saber más era mayor que el malestar que le ocasionaba hablar con una mujer que seguramente fue muy importante para Luca.  Luego de despedirse de Sofía, se sintió extrañamente animada, haber descubierto gran parte de la verdad detrás su esposo la liberaba de la culpa que se instaló en ella cuando él la dejó sin explicaciones. Aún lo amaba, pese a su secreto y a la manera tan cruel en que se fue, quería seguir creyendo que no había tenido otra opción, aunque siempre la había. Tal vez si no se hubiera empeñado en guardar su pasado para sí mismo, juntos hubieran podido encontrar solución a lo que sea que haya sucedido entre Flavio, ese policía Fontana y él.

Pensado en eso fue a comer algo al restaurante del hotel, sin que eso realmente la distrajera de todo lo que rondaba su cabeza. Para lograrlo, decidió ir a dar un paseo por la ciudad. Siempre había tenido ese ánimo explorador e ir sola no era algo que la desanimara. A Minerva le impresionaba ese sentir que se experimentaba en una ciudad desconocida. No eran solo los edificios propios del lugar, representativos e históricos, obras de arte que denotaban la cultura de una sociedad entera. Era el viento en las calles, los semáforos, el idioma y la gente que pese a vestir ropa similar era a la vez tan diferente. Toda una experiencia para los sentidos, además el ambiente mediterráneo de la isla contribuía a la sensación de aventura y descubrimiento. Minerva disfrutó cada minuto, cada vuelta en alguna esquina y apreciar la arquitectura árabe-normanda de los edificios más antiguos, el esplendor barroco era un deleite para los ojos pese a entremezclarse con los mercados bulliciosos. Incluso llegó a fantasear con ver a Luca en alguna esquina o calle por las que transitaba.

Caminando de un lado a otro por los alrededores, llegó hasta la Piazza Politeama donde decidió descansar un poco. Aunque calzaba zapatillas deportivas, los pies ya le dolían tanto que la obligaron a parar. Se sentó en una banca de piedra, bebió de su agua y dejó que el viento ligero refrescara su cara, enrojecida por la caminata. Junto a ella se encontraba un hombre que leía un libro, tan entretenido estaba con la lectura que no le prestó atención a la llegada de Minerva. Ella lo miró de reojo. Dada la apariencia del hombre que incluía un traje gris holgado y algo pasado de moda acompañado de un sombrero tipo homburg del mismo color, así como el cabello y poblado bigote entrecanos, acabando con la barriga que perdía su cintura, supuso que tendría unos sesenta años o un poco menos o un poco más. Sin embargo, el desconocido era de esos hombres que proyectaban fortaleza física y de carácter. Lo que más llamó la atención de Minerva fue el libro que sostenía entre las manos, era precisamente uno publicado el año anterior por su editorial, el primero que había logrado traducirse a otros idiomas y venderse en otros países además de México y España. Sonrió para sus adentros y como era una persona a la que no le incomodaba hablar con desconocidos decidió comentar al respecto con el hombre.




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