Cuando te fuiste

Capítulo 19

Martes 5 de noviembre, 2013

 

<<Otro día>> Pensó Minerva, tumbada en silencio sobre la cama de su habitación mientras nerviosamente miraba de vez en cuando el teléfono sobre la mesa de noche. A su cabeza acudió el recuerdo de lo vivido durante las últimas semanas. Un miércoles que hubiera querido olvidar Luca se había ido sin explicación. Desde entonces había actuado de una manera que ella misma reprobaba; afectada por el abandono de su esposo, había discutido con su mejor amiga hasta herirla con palabras que no quería ni recordar. También se había dejado llevar por la sensación de agrado que le provocaba Julio al punto de casi traicionar lo que sentía por Luca. Y ahí estaba, pasando otro día sin saber de su esposo en una ciudad desconocida, en un país que imaginó conocer en mejores circunstancias y esperanzada en recibir la llamada de una mujer en la que no podía confiar porque todavía guardaba sentimientos hacia el hombre que ella amaba.

Letizia no la llamaría y ella había sido una ingenua al creerlo. Entonces y contra toda probabilidad, el teléfono sonó. Minerva lo respondió ansiosa y la mujer le dijo solo dos palabras antes de colgarle sin despedirse ni agregar más; ella vestía ropa casual y estaba preparada para salir corriendo así que se sentó de golpe tras recibir la llamada y rápidamente marcó a la recepción para pedir un taxi.

El traslado que siguió fue como una eternidad para Minerva; hubiera querido conducir ella misma para pisar el acelerador a fondo, pero no era posible así que se tranquilizó respirando hondo e imaginando el momento en que lo vería. Después de largos minutos, el taxi estacionó frente a las puertas del hotel que Letizia le había dicho. Ella abrió la portezuela y bajó nerviosa para comprobar que estuviera en el lugar correcto; apenas se disponía a entrar cuando una sensación familiar la hizo mirar a su derecha y una creciente opresión en el pecho la dejó sin aliento cuando sus ojos se cruzaron con los de Luca que la miraba atónito a unos metros de la entrada del hotel. Él también iba llegando y a Minerva un cúmulo de emociones le estalló dentro. Por un lado, quería correr hacia él y abrazarlo; pero por otro, la cautela de haber sido herida le impedía moverse.

A él le sucedía algo similar; el temor, la vergüenza y la culpa conspiraron en su contra para que no fuera capaz de hacer nada más que quedarse de pie esperando que fuera Minerva la que diera el primer paso como lo había hecho trece años antes. Y lo hizo, luego de un largo y tortuoso instante, fue ella quien se acercó lo suficiente para que sus cuerpos reconocieran la respiración ajena.

—Te fuiste —ese único reclamo pronunciado con tanto dolor hizo que las lágrimas que Luca había estado conteniendo rodaran libres por sus mejillas. No pudo más que asentir tímidamente y aceptar la acusación —He tenido que venir hasta aquí para volver a verte y me expliques el motivo por el que decidiste abandonarme.

Luca no podía ni sostenerle la mirada, la vergüenza era demasiada, pero un atisbo de realidad lo hizo espabilar y preguntarse cómo era posible que Minerva estuviera frente a él.

—No debiste venir —fue todo lo que sus labios pronunciaron una vez que pudo encararla y pese a que lo que deseaba realmente era decirle lo mucho que la había extrañado.

 Las palabras de Luca y su aparente severidad la hirieron; comprendía que era su temor quien hablaba por él, pero no pudo evitar sentirse rechazada. Los ojos se le llenaron de lágrimas, haciéndolo sentirse el peor de los hombres.

—Perdóname, cariño —Le suplicó y se entregó al único impulso que le nacía teniéndola tan cerca; la abrazó desesperadamente y de igual forma le besó la frente. Ella no respondió inmediatamente, sus brazos se tomaron su tiempo para corresponder —Te extrañé —Al escucharlo no pudo más que entregarse al momento; ella también lo había extrañado.

Luca se estremeció solo de pensar todo lo que tenía para contarle, pero demasiados años vivió huyendo de la verdad y era hora de enfrentar las consecuencias; solo esperaba que Minerva no terminara odiándolo. Invitó a su mujer a seguirlo hasta la habitación y la llevó de la mano, negándose a soltarla como si de eso dependiera no perderla. Al llegar a la pequeña pieza, Minerva entró y se quedó de pie observándolo con gesto ansioso. Quería besarlo, acariciarlo y hacerle el amor, pero antes debía aclararlo todo con él.

—¿Quieres sentarte? —ofreció él, ella negó con la cabeza así que los dos permanecieron de pie.

Luca miró nerviosamente a uno y otro lado sintiendo que el nudo en su garganta le impedía incluso respirar; buscaba la manera correcta de comenzar su confesión, aunque eso le parecía cada vez más imposible, no había forma adecuada de decir lo que se guardó por tantos años. A Minerva la conmovió notar su respiración alterada y la forma angustiada en que se frotaba los dedos de las manos.

—Deja de preocuparte. Lo sé todo o al menos la mayor parte —declaró para darle ánimo.

—Lo dudo —soltó él acongojado.

—Paolo —escucharla referirse a él de esa manera lo desconcertó, sus ojos buscaron la respuesta en los de ella —Sé que ese es tu nombre. Sofía me lo contó todo. Lo de tus padres y el motivo por el que dejaron Italia, y casi puedo imaginar porque ocultaste la existencia de tu hermana.

Luca se quedó sin habla, contemplándola asombrado y preguntándose cómo era posible que hubiera dado con Angella. Entonces reflexionó acerca de las pistas que había dejado atrás, la foto de Sofía que extravió y que no logró encontrar antes de irse. Al verlo tan dubitativo, Minerva se acercó enternecida




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.