Cuando te fuiste

Capítulo 20

Miércoles 6 de noviembre, 2013

 

Minerva despertó abrazada a Luca mucho antes de que el sol saliera y permaneció con los ojos cerrados disfrutando la calidez del hombre a su lado. Tenerlo una vez más apaciguó la tormenta que la sacudió por dentro desde el día en que creyó haberlo perdido. Luca no era el mismo, el pasado de Paolo había dejado de ser una sombra para convertirse en una vivencia que se manifestaba en él claramente. Lo supo la noche anterior cuando luego de hacer el amor, él le habló sobre lo ocurrido con Stephano.

Nunca pensó verlo llorar tan desconsoladamente; él estaba convencido de que luego de saberlo, ella no podría verlo con los mismos ojos. Para Luca haber arrancado una vida se convirtió en una pesada condena con la que se obligó a vivir en soledad. Fue en ese momento que Minerva comprendió porque se esforzaba tanto en actuar siempre tan correctamente en todos los aspectos de su vida; él estaba tratando de pagar una penitencia. También fue eso en realidad lo que le impidió sincerarse con ella antes, era algo que lo avergonzaba demasiado.

Minerva tuvo que repetirle una y mil veces que eso no cambiaba lo que ella pensaba ni sentía por él. Cierto era que un asesinato es un crimen, pero aquello fue más una lucha por sobrevivir y proteger a Angella que un acto doloso; además, él era casi un niño cuando sucedió, uno al que el mundo entero le había fallado.

Sin embargo, esa historia recién descubierta por ella, no le había presentado solamente una faceta vulnerable de Luca que no imaginaba, sino también la latente amenaza de que algo malo pudiera sucederle. La angustia de saberlo fue creciendo con cada minuto que pasaba y si algo estaba claro para ella era que no podía quedarse sin hacer nada. Luca le había contado todo lo que ya sabía, añadiendo lo sucedido con Stephano y el motivo de que Fontana lo persiguiera. Una vez que terminó de hablar del pasado, le dio a conocer su plan y la manera en que esperaba salir bien librado. Pero a Minerva eso no la convenció. Aunque su esposo creía posible hacerle llegar la lista a Fontana sin tener que encontrarse con él, Minerva estaba segura de que eso no le bastaría al corrupto policía. Ese hombre no descansaría hasta desaparecer a cualquier testigo que supiera sus crímenes y eso incluía a Luca y al mismo Flavio. Tampoco pensaba que le fuera difícil lograrlo, Fontana sabía lo mucho que su esposo estimaba a su amigo y que haría lo que fuera por ayudarlo, así que no le costaría continuar usándolo hasta acabar con los dos; en realidad, se preguntó por qué no lo había hecho ya, aunque ella lo agradeciera. Trató de convencer a Luca de que lo mejor era acudir a la policía, pero él tembló ante la idea; no confiaba en ellos así que prefería no arriesgarse a pedirles ayuda como lo había hecho veinte años antes.

A Minerva le estallaba la cabeza de tanto pensar, se abrazó más fuertemente a Luca sintiendo su respiración; él dormía profundamente y no parecía que fuera a despertar pronto. Supo que era su oportunidad de hacer algo. Decidida a no permitir que Luca tuviera que seguir pagando por los errores de otros, se apartó de su lado lentamente y dejó la cama cuidándose de no hacer ruido. Escribió una nota rápida con papel y pluma que encontró en la gaveta del pequeño escritorio en la habitación.

 

Amor, no hagas nada antes de que vuelva. Creo que tengo una solución, lamentablemente sé que no te gustará, pero al menos espera un poco. Te amo y lo haré siempre.

 

Leyó el mensaje que había escrito y lo dejó en la mesita de noche, donde Luca lo vería fácilmente al despertar. Tomó su chaqueta y antes de irse le plantó un beso suave en el rostro para despedirse. Lo primero que hizo al salir del hotel fue tomar un taxi e ir al suyo. Vio el reloj digital en el tablero del vehículo, era las siete y cinco minutos; eso le daba tiempo. Al llegar a la habitación de su hotel, se dio un baño antes de buscar la tarjeta del sargento Rossi; poco después, marcó en el teléfono el número. En tanto esperaba respuesta, sostenía la tarjeta entre sus manos con la sensación de que si la soltaba perdería toda oportunidad de regresar a casa con Luca. Después de algunos tonos, Victoro contestó y Minerva lo saludó alegremente. Los dos cruzaron frases amables antes de que Minerva le pidiera reunirse; él accedió sin problema.

Una hora más tarde, Minerva se dirigía a la estación de policía. Victoro ya la esperaba, su experiencia le había dicho que la agradable mexicana que había conocido por casualidad tenía serias dificultades y consideraba su deber ayudarla, tanto por su trabajo como policía como por la simpatía que le inspiraba. Apenas la vio llegar, fue a su encuentro y la hizo pasar a su escritorio, situado en un pequeño espacio en las oficinas, apenas definido por tres mamparas del resto. Ambos tomaron asiento a cada lado del escritorio y el sargento apoyó los codos sobre el mueble, inclinándose hacia dónde estaba Minerva. Ella agradeció el interés.

—Aunque me agradó mucho su llamada, no puedo negar que me tomó por sorpresa ¿Se encuentra usted bien? ¿Alguien le ha ocasionado problemas? 

Minerva respiró hondo y miró nerviosamente de reojo a todos los oficiales que caminaban o se encontraban en sus respectivos sitios de trabajo cerca de ellos; lo que Fontana le había hecho a Luca seguía presente en su cabeza y no podía evitar pensar que ese cruel hombre podía estar escuchando desde alguna parte lo que tenía para decirle a Victoro.

—La noto preocupada pero no tiene por qué estarlo, le aseguró que haré todo por ayudarla —Le dijo él dándose cuenta de su angustia.




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