Cuando ya no estés

Cuando ya no estés...

Cuando ya no estés, recordaré el momento en el que te conocí; cuando venías caminando por ese solitario pasillo, absorto en tus pensamientos y restándole importancia a lo que ocurría a tu alrededor.

Cuando ya no estés, recordare las primeras palabras que cruzamos, un “buenos días” quizás, lleno de formalidad, antipatía y desconfianza.

Cuando ya no estés, recordaré lo mal que me caíste esa vez y los muchos defectos que te asigne en mi mente mientras ambos solo nos ofrecíamos miradas inquisidoras.

Cuando ya no estés, recordaré aquel jueves donde preguntaste con recelo si esa persona tan eficiente de la que hablaban los demás realmente podía ser yo.

Cuando ya no estés, recordaré las veces que tratamos de ignorarnos, fingiendo que no nos molestaba la presencia del otro en el amplio lugar.

Cuando ya no estés, recordaré cuando reí al ver como bromeabas alardeando de tus cualidades con amigos y lo estúpido que te creí, mientras imitabas lo bueno que eras para las artes marciales,

Cuando ya no estés, recordaré ese momento en el que se te escapó una mirada fugitiva, buscando en mis ojos algún rastro de aprobación para lo que hacías.

Cuando ya no estés, recordaré esa tarde en la que coincidimos en el camino a casa y por cordialidad nos dimos la oportunidad de conocernos un poco más.

Cuando ya no estés, recordaré como comenzamos a cambiar la percepción el uno del otro; el lugar ya no era tan incómodo y dejaste que en tu rostro se asomaran miradas combinadas con leves sonrisas que aunque tú no lo supieras iban dedicadas para mí.

Cuando ya no estés, no olvidaré que se nos hizo habitual esperarnos al final de los jueves para emprender esa caminata que siempre iba acompañada de risas.

Cuando ya no estés, no olvidaré que en su momento ignore, como aquel mensaje que me escribiste, diciendo les había hecho ese jueves que tuve que viajar.

Cuando ya no estés, no olvidaré como te cambiaba el humor con el simple hecho de verme; pasabas de un ceño fruncido a regalarme una radiante sonrisa.

Cuando ya no estés, no olvidaré el millón de ocasiones que negué en mi interior que podría existir algún sentimiento por ti, estaba segura que en mi corazón solo había cavidad para una amistad lejana.

Cuando ya no estés, no olvidaré las veces que terceros me advirtieron que solo conmigo eras diferente.

Cuando ya no estés, no olvidaré tus cristalinos ojos cuando comente que quizás me mudaría a otro país y el silencio acariciaba tu alma.

Cuando ya no estés, no olvidaré la luz que invadió tu rostro al saber que al final no me iría de aquí, me dedicaste una de tus incomparables sonrisas y en nuestro rumbo a casa me confesaste en tono de broma lo mucho que habías pedido para que no me alejaran de ti.

Cuando ya no estés, no olvidaré las excusas que inventabas para verme una vez más y como me burlaba en silencio porque no podías disimular tus sentimientos.

Cuando ya no estés, no olvidaré el mes en el que por primera vez sentí tu ausencia, ya no podíamos hacernos compañía los jueves y ambos estábamos tan atrapados en nuestros trabajos que no tuvimos un tiempo para regalarnos un “ Hola”.

Cuando ya no estés, no olvidaré que en ese mes me pregunté por qué me hacías tanta falta y volví a negar que podría sentir algo por ti. Todo era simplemente costumbre.

Cuando ya no estés, no olvidaré que después de un tiempo encontraste la excusa perfecta para volvernos a ver y en mi interior agradecí que hubiera sido así.

Cuando ya no estés, aún no sabré explicar lo que sentí en ese reencuentro, cruzaste tu mirada con la mía y sin darme cuenta me perdí.

Cuando ya no estés, aún no sabré explicar en que momento me enamore, solo podré decir que te adueñaste de mis pensamientos y mi tranquilidad.

Cuando ya no estés, aún no sabré explicar el calor que recorrió mi cuerpo esa vez que de casualidad chocamos y tomaste mis manos.

Cuando ya no estés, aún no sabré explicar las incontrolables ganas que tenía de besarte cuando te quedabas mirándome fijamente a los ojos sin decir nada más.

Cuando ya no estés, aún no sabré explicar la dulzura con la que acariciaste mi mejilla aquella vez y lentamente rozaste tus labios con los míos dejándome probar la suavidad y el exquisito sabor mantenido oculto en ellos.

Cuando ya no estés, aún no sabré explicar porque me diste el poder de curar tus labios rotos; si siempre había pensado que tú eras quien volvía a encender las cenizas en las que me había convertido el pasado.

Cuando ya no estés, aún no sabré explicar porque nuestros cuerpos ardían en pura flama con el solo hecho de mirarnos, tocarnos, y acariciarnos.

Cuando ya no estés, aún no sabré explicar la conexión que en la intimidad lograba enlazar nuestros cuerpos al unísono, creando la más perfecta melodía impregnada de amor.

Cuando ya no estés, recordaré esa noche que tanto por aquellos sentimientos que se me estaban desbordando a flor de piel y no podía expresar porque comenzaste a serrarte.



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En el texto hay: romance, amor, dolor

Editado: 08.10.2018

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