Cuando yo te amé

4.1

Clio

Años antes

Trabajar siempre ha sido algo que conozco desde que tuve edad para comprender las matemáticas simples. Mis padres pronto se dieron cuenta de mis habilidades, así que me ofrecieron unirme a ellos. Acepté sin dudar y no me arrepiento, ya que la preparación de comida y hacer cuentas son cosas que disfruto mucho. A mis diecisiete años, puedo decir que soy más independiente que cualquier chica de mi edad. Mis padres siempre me han pagado justamente y me enseñaron el valor del ahorro y de trabajar por lo que se quiere. Incluso tengo ganas de usar ese dinero para comprar mi propia casa.

Sin embargo, hoy dudo por primera vez. Esta universidad prestigiosa va a pagarnos muchísimo por hacernos cargo del comedor, pero tengo miedo. Muchas veces he escuchado que esas personas son insoportables y que miran por encima del hombro a quienes son como nosotros, que si bien no somos pobres, no contamos con un apellido prestigioso.

—Hija, ¿no puedes dejar tus prejuicios por un momento? —me regaña mamá mientras sacamos las cosas del auto—. Aquí vienes a trabajar, no a convivir con esos muchachos.

—Lo sé, pero sabes cómo soy. Si alguno de ellos nos pone mala cara…

—Te vas a contener y los ignorarás. Ellos no son tu familia como para que te importe lo que piensen. Nadie, hija, nadie, ni yo, tu padre o cualquier extraño, tiene derecho a menospreciarte. Y tampoco quiero que hagas nada si me lo dicen a mí; a mí solo me importa que me paguen.

—Pero tu dignidad…

—Mi dignidad está intacta. Unas palabras de chicos con cabezas huecas no me harán daño. Al contrario, me sirve como cotilleo.

Me río. Adoro a mamá y es mi ejemplo a seguir. Nunca he conocido a nadie con más autoestima que ella, y estoy segura de que por eso papá la ama tanto.

Al terminar de sacar las cosas, entramos por la puerta trasera de la cocina. Es tan grande que me siento soñadora, pero hay tan poco personal que resulta extraño. Mamá, como la grandiosa chef que es, reparte órdenes sin titubear, aunque lo hace de tal forma que los demás se muestran contentos. Yo también. Tener su guía es un privilegio.

A diferencia de lo que pensaba, las personas en el colegio no son groseras. Algunos tienen miradas y tonos de voz más pedantes que otros, pero apenas reparan en el personal que les sirve la comida, que es todo un lujo. Ni siquiera nosotros comemos así en casa, ya que los precios de los ingredientes son muy caros.

Cuando por fin pienso que pasaré el primer día sin contratiempos, llega finalmente el desafío. Una chica de piel muy blanca y penetrantes ojos oscuros me mira cuando le entrego su bandeja.

—¿Quién eres tú? —pregunta con tono severo, que no es propio de una chica tan joven. Tal vez solo me gane por uno o dos años—. ¿Dónde está la cocinera anterior?

—Fue despedida —contesto tranquila, esperando que entienda y se marche con una mueca de desprecio.

—Yo no como nada que no sea preparado por ella —responde Ravenna. Las personas en la fila están en silencio, mirándome como si fuera un preso medieval condenado a muerte—. Esto debió ser notificado a los alumnos. ¿Dónde están tus credenciales que…?

—Señorita, si tiene algún problema, le mostraré mi título cuando termine de almorzar —interviene mi madre con una amable sonrisa—. Por favor, si no va a aceptar la comida, haga el favor de seguir adelante.

La chica se ríe de forma despótica. Oh, no, ahí viene.

—¡¿Quién se cree que es para decirme eso?! ¡Yo soy hija de…

—Puede ser hija del presidente o de quien quiera, eso no le da derecho a gritarnos —le suelto—. Si tiene algo que decirnos o alguna queja, puede hacerlo con las autoridades de la universidad. Nosotras solo cumplimos con nuestro trabajo.

El rostro de Ravenna pasa de pálido a enrojecer por completo. De tener los labios cerrados a mostrarnos su perfecta dentadura. Lo que acabo de decir causará problemas, pero no me importa; nunca me dejaré rebajar por nadie.

La desconocida toma la bandeja y la alza para lanzárnosla encima, pero un chico muy alto corre hacia nosotras y lo impide.

—¿Qué estás haciendo, Ravenna? —le reclama antes de mirarnos.

En el momento en que lo hace, las mejillas se me calientan de golpe. Es, sin duda, el chico más guapo que he visto en mi vida, y a pesar de que los ojos azules abundan en este lugar, los suyos son diferentes. De pronto, ya no me interesa la chica que se revuelca en sus brazos, gritando insultos y maldiciendo a medio planeta.

Él frunce el ceño y esboza una sonrisa de sorpresa, quedándose con los labios entreabiertos, analizando mi rostro. El calor que eso me produce es muy agradable y envolvente. Solo mi madre es la que me saca de mi estado al jalarme del brazo para que reaccione, y entonces me doy cuenta, con decepción, de que ellos dos son novios.

No obstante, la mirada intensa de ese chico me dice que ha quedado tan atrapado como yo.

***

Época actual

Aparto de mi mente esos recuerdos para poder seguir conduciendo sin chocar. Recordar a mi marido me duele en el alma, aunque jamás me he mostrado débil ante mi hija, menos ahora que ella espera a mis nietos y sigue tan deprimida por el abandono de Caelum. Si sigue viva, estoy segura de que solo es por ellos y que planea algo muy malo en cuanto nazcan.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.