Nota: para leer lo anterior a esto, ir al extra 2. Lo encuentras en el apartado de saga o en mi perfil con el nombre "Cuando yo te amé (extras)". Tiene contenido adulto, por eso no está aquí.
~•~
Clio
Han pasado algunos minutos desde que Theon me explicó todo, pero todavía no puedo salir del asombro de sus palabras.
—¿Por qué? —es todo lo que se me ocurre preguntar.
—Porque la maldad en las personas a veces no tiene límites.
—¡¿Por qué demonios no me llamaste?! —le grito, encolerizada, golpeándolo en el pecho y lastimándome de nuevo porque está demasiado duro—. ¿Por qué, Theon?
Él se coloca sobre mí, inmovilizándome las manos. Está furioso, pero no parece estarlo conmigo.
—Claro que pedí que te llamaran, pero me dijeron que no querías saber nada.
—¿Y lo creíste? —le reprocho, volviendo a llorar—. No se te ocurrió pensar que yo no sabía nada.
—No, estaba desesperado —se justifica.
—Quítate de encima —le ordeno, aunque en el fondo no quiero que se mueva ni un solo centímetro.
Lo necesito enfermizamente y me moriré si se esfuma. Lo necesito incluso más que cuando lo creía muerto.
—Nada de espacio, nada de dejarte pensar —asevera.
—No, no confiaste en mí. Eso era…
—No me importa, no me importa. No te dejaré que pienses. Vas a aceptarme; soy tu esposo.
—Bien, eres mi esposo, pero ni creas que…
Me quedo callada, advirtiendo el peligro en su hermoso rostro, endurecido por todos esos años de encierro. Él ya no es el mismo Theon, y al mismo tiempo lo reconozco. No me va a dejar pensar, no me va a liberar nunca.
—Si vine a buscarte es porque pienso reanudar nuestra vida. Hazme todas las preguntas que quieras, golpéame tantas veces como quieras, pero a partir de ahora hay un hombre en esta familia, y soy yo.
—Eres un idiota —mascullo, apretándole las mejillas con fuerza—. Te detesto cuando estás en ese plan.
—Ódiame, no me interesa.
—Pero estás vivo, vivo —sollozo—. Te quiero patear, te castigaré espantosamente por lo que acabo de escuchar.
—Vivo por y para ti —responde, dulcificando su tono—. Te amo tanto, Clio. Te amo y no te voy a perder ahora que volví.
—No me vuelvas a dejar —suplico, con miedo de que esto sea solo un sueño—. Theon, ¿de verdad estás aquí y no estoy soñando?
—No, soy tan real como el amor que nos tenemos, como el hecho de que ninguno de los dos pudo tocar a otro.
—Bueno, pero si estuviste preso…
—¿Y? Nunca habría sentido deseo por nadie. ¿Lo ves? Tampoco confías.
—Touché —me río.
—Responderé a todo lo que me preguntes, pasaré la vida entera compensándote, adorándote y trabajando codo a codo contigo para reconstruir esta familia y tener lo que te mereces, pero no me dificultes las cosas.
—Nunca podría decirte que no —respondo con voz temblorosa—. Micaela lo va a tomar… Ay, no, Micaela. No, no, soy una pésima abuela. Mi amor, tenemos nietos; Mica se volvió…
—Lo sé. Fui yo quien encontró a Mason —admite.
—¿Cómo…?
—Llevo días siguiéndolos —confiesa, una sonrisa que desata mi ira. Theon lo nota, ya que deja de sonreír—. Cariño, por favor…
—Vas a morir —amenazo—. Esta vez de verdad.
—Mi vida, deja que te explique.
Sacando toda la fuerza que tengo, hago que giremos en la cama. Theon ya no parece tan amenazante como hace unos segundos; ahora sí que me tiene miedo.
—¿Qué me harás?
—Algo que seguro no te va a gustar y que espero no te lo hicieran en la cárcel.
—Ten por seguro que no.
Con una sonrisa maligna, preparo mis dedos. Mi marido cierra los ojos, resignado a que lo castigaré de esa manera. Él muchas veces me ha hecho lo mismo; ahora me toca a mí.
—Sí, buen chico.
—Por favor —ruega, aunque en el fondo sabe que no tiene escapatoria.
Entonces hago lo que tengo que hacer.