Cuando yo te amé

11.1

Caelum

—No muevas las piernas así —me reprende Daniela—. No harás que el avión aterrice más rápido.

—Sé que no —contesto, mirando por la ventanilla.

Mi madre no espera mi llegada hoy, así que espero encontrarla. Por mucho que quisiera buscar primero a Micaela, Daniela me hizo entender que debo hablar primero con mi madre para conocer completamente la situación.

«No puedes esperar que no hayan cambiado las cosas. Pasaron ocho años, no uno», me dijo antes del viaje.

Me aterra. Me aterra que haya pasado tanto tiempo, pero ese fue el tiempo que tuvo que transcurrir para que Bristol confiara en mí, y sobre todo, para que su gente confiara en mí y alejar el peligro. Ahora todo es diferente; seré yo quien acabe con ellos si se atreven a tocarle un solo cabello o siquiera a posar su mirada en ella.

—Caelum, tranquilo. Pasará lo que tenga que pasar, pero mientras haya vida, hay esperanza.

Más que nunca, siento que esa frase es demasiado contradictoria. Si mi padre no hubiera muerto, mi madre no tendría esperanza alguna de llevar una vida normal, lejos de su control. Sin embargo, solo asiento a lo que ella dice.

¿Cómo será ahora Micaela? Por más que he buscado en internet alguna foto suya, simplemente no hay. Las hay de sus padres, pero nada de ella. Todavía sigo conmocionado por el hecho de que Theon siga vivo y que haya pasado tantos años preso sin que Micaela y mi suegra lo supieran.

¿Él me odiará después de explicarle todo? No, no lo creo. Aunque yo era muy joven en ese entonces, le dije cuánto amaba a Micaela y que mi único objetivo en la vida era cuidarla, amarla y estar a su lado. Me dejó claro que no podríamos ser novios hasta que no creciera, pero no me importó esperar mientras pudiera estar cerca. Él tendría que entender mi actuar y ser un apoyo para que Micaela me perdonara.

Jane, que está sentada entre nosotros, abre los ojos y bosteza.

—¿Ya llegamos? —pregunta con voz ronca.

—No, cariño —le responde Daniela—. Pero ya falta muy poco, menos de una hora.

—Está bien.

Daniela y yo soltamos una risita al verla dormirse de nuevo. Cuando era bebé, la gente se sorprendía mucho porque siempre se comportaba bien. Dormir es una de sus actividades favoritas, pero también lo es jugar al fútbol hasta caer rendida.

Daniela se coloca los audífonos y escucha música, pues sabe que nada de lo que le diga hará que cambie de opinión. No me importa que Micaela, en un primer momento, no me quiera cerca; no pienso irme de su vida, y vendrá conmigo. Con respecto a sus restaurantes, podemos hacer que el negocio prospere aún más, pero sin que ella tenga que salir a la luz pública. La simple idea de que tenga los reflectores encima me vuelve loco.

«No más, serás solo mía y de todos los hijos que voy a hacerte».

El aterrizaje finalmente ocurre, al cabo de media hora. Jane se despierta con más energía de lo usual, asombrada por todo lo que ve, incluso por lo que parece menos interesante. Me recuerda un poco a la niña hermosa que conocí a los diez años, que gritaba de alegría con las flores del vecindario. Con el tiempo se moderó, pero nunca perdió la ilusión por eso y por la cocina.

Ojalá siga siendo tan ella, pero aunque no lo sea y se haya convertido en el ser más detestable, no dejaré de amarla. Tengo asumido que me encontraré con desafíos, aunque nada que pueda destruir mi determinación. Micaela es mía y vengo dispuesto a todo para compensarla por el enorme dolor que le causé. Era necesario, pero no hay un solo día en que no me torture el recuerdo de la última vez que la vi.

—Nosotras queremos quedarnos aquí. Creo que debes ser tú quien hable con tu madre —me dice Daniela cuando salimos de la habitación donde ella y Jane se van a hospedar—. Por favor, no me siento lista hoy para ver a Iris.

—Lo comprendo. Yo también pienso que debo ir solo —respondo—. Por favor, no se muevan de aquí. Hace mucho que no estás en la ciudad y, como has visto, ha cambiado demasiado.

—No, no se me ocurriría.

—Daniela, ¿hablarás algún día con él? ¿No le vas a contar que…?

—No —me interrumpe, tajante—. Él no creyó en mí y se casó con otra. ¿Crees que se merece saberlo?

—Considero que deberías mostrarle pruebas —opino—. Tiene derechos y obligaciones, y sabes que nunca dejaría que te la quite.

—Prefiero que todo quede como está —dice Daniela cruzándose de brazos—. Ahora ve tú a resolver tu vida; no te metas en la mía. Te quiero muchísimo, pero no dejaré que te involucres en esta decisión.

—No, no insistiré. Haremos lo que sea mejor para nuestra pequeña Jane.

Daniela asiente, más tranquila.

—Gracias, hermanito. Gracias por siempre comprenderme. Nunca podré pagarte lo que haces por mí.

—No es nada. Solo quiero que las dos estén bien, así como más vale que Micaela y mi madre lo estén.

—Recemos para que ambas sigan en contacto. Si no, creo que todo será difícil.

—Ellas se quieren; no pudieron haber dejado de hacerlo.

—Uno nunca sabe. —Se encoge de hombros.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.