¡cuánto resistiremos!

CAPÍTULO I. 1

Pero, ¿para qué nombrar aquí a

sus amigos y a sus enemigos?

Stendhal

 

CAPÍTULO I

DOS ACONTECIMIENTOS

1

Lucas fue encontrado muerto en una habitación estrecha, pintada de blanco y con solo una ventana. Daba acceso a ella una puerta de madera carcomida, sin manija, comúnmente asegurada por un vulgar tronco, ubicado en un rincón oscuro. Al costado derecho de la entrada había un espejo, un baúl y un aparador, encima del cual se hallaban numerosas bolas de papel, así como unas gafas, un libro acerca de venenos, una vela apagada y una gruesa carpeta llena de facturas. En el costado izquierdo estaba el cadáver, semidesnudo, tendido boca arriba sobre una cama donde apenas cabía, descolgando el brazo derecho de tal modo que su mano rozaba el piso.

Lo primero que llamaba la atención era un frasco de arsénico con su contenido desparramado, similar al bicarbonato. El objeto —deducía el inspector Amadeus Maury— parecía haberse caído de la mano descolgada del difunto, rodando, según lo evidenciaban las discretas muestras de polvo en el suelo entarimado, unos diez centímetros.

‹‹¡No! -rectificó, midiendo el rastro con una regla de bolsillo-, en realidad ha rodado once centímetros››.

-¡¿Encontraron ya el volatilizado corcho?! -preguntó airadamente. Recibió respuestas negativas.

‹‹¿Qué sentido tendría ocultar el tapón del frasco si iba a suicidarse?››

-¡Preguntas y más preguntas! -gritó, muy enfadado.

Revisó una por una las hojas arrugadas de papel, extrayéndolas de su equilibrado montón, y encontró que todas eran intentos frustrados de una carta suicida; las notó húmedas y manchadas, al parecer —a su juicio— el autor debió llorar escribiéndolas. Le extrañó su perfecta distribución, demasiado arreglada, poco coherente con el desorden de cajones, de sábanas, de suciedad en el suelo… En fin, desacorde con el defecto más visible del fallecido. Por lo general, cuando una persona sufre redactando alguna cosa,  no suele importarle mucho a dónde vayan a parar sus apuntes desechados, más bien disfruta tirándolos.

-Si hay intentos fallidos, entonces hay uno acertado.

Buscó debajo del canapé, detrás del espejo y en todas las esquinas, pero no halló ninguna carta.

-¡Claro! -celebró, precipitándose hacia la cama-. Dispénseme, señor Lucas.

Levantó con suavidad la cabeza del cadáver y extrajo la almohada de un tirón, le brillaron los ojos al observar su descubrimiento: una hoja pulcramente doblada, con un trozo de satén azul incrustado entre sus pliegues.

-¡Eureka! -exclamó, llevándosela consigo a la ventana. Allí la desdobló y la expuso a los rayos solares, analizándola como lo haría un pintor con su lienzo.

La luz no reveló ni huellas ni manchas lacrimosas, justo lo que ansiaba comprobar, mucho más, sin embargo, parecía decir la única frase escrita en ella:

‹‹Mi respuesta está en el corcho, así como mi muerte››

Escuchó un atropellado ruido de pasos, y luego, un tropel penetró en la estancia.

-¡Señor! -le informaron, jadeantes, al unísono-. Hemos encontrado el corcho.

-¡Y en momento oportuno, señores!... Tráiganlo, veamos lo que nos dice.

El objeto tenía quemaduras, indicios de un posible intento de ser destruido, aunque en un extremo se leía con claridad la inscripción ‹‹B-8››, tallada quizá con una navaja.

-Una respuesta enigmática, sin duda -determinó Amadeus.

-Es obvio que se ha suicidado -dijo uno, sacando pecho.

-¡Déjese de apresuradas conjeturas! -le riñó Amadeus, casi indignado por semejante ocurrencia-. ¿Acaso para usted todo líquido transparente es siempre agua?

Su agitación le obligó a tomarse un ligero respiro. Prosiguió:

-Les daré un edificante consejo -dijo, mientras devolvía cada cosa a su lugar genuino-. Si quieren dedicarse al género criminal, harán bien en recordar que su rasgo principal es el engaño. Nunca confíen totalmente en nada, y bastante menos, en nadie.

-¡De acuerdo, inspector! -le avaló un coro de flameantes voces.

-Bien -aprobó.

Se despidió y salió, calándose el sombrero. Afuera hacía sol y lloviznaba.

‹‹¡Otra incongruencia!››, pensó, abrumado ya por las gestiones del día. Y aún faltaba una:

-Es necesario hallar testigos -dijo con rostro fatigado.




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