|Parte 1|
Año: 5,200 D.C
Galaxia: Tempestas.
Planeta: Ciclón.
Sector: 2.
— ¡Feliz cumpleaños! —Grita mi mamá eufórica más emocionada que yo.
—Cuando yo cumplí los veinticinco —empieza mi papá—, estaba que no me lo podía creer…
— ¡Ay hermanita! —Hace aparición mi hermana mayor en medio de la sala gracias a uno de los portales interestelares. La acompaña su marido con su hijo en brazos—. ¡Al fin los veinticinco! —Se lanza a mis brazos estrujandome.
— ¡Vienes tarde! —La reprende nuestra madre.
— ¿Es que acaso ya fueron a los “Prados”? —Nos observa a todos de hito en hito.
Mi mamá niega, una risa nerviosa asomándose en sus labios. Mi padre, por el contrario, empieza con otra de sus historias. Yo me quedo en silencio esforzándome por lucir emocionada o si quiera entusiasmada con la idea de ir a los malditos prados.
En el año dos mil setecientos después de Cristo la tierra se hizo inhabitable. Trescientos años antes de “La muerte terrestre” al menos siete planetas ya habían sido descubiertos por los científicos, dos eran perfectamente compatibles con la vida en la tierra, los otros cinco planetas fueron transformados a conveniencia de la vida humana; la vida existente previamente en esos lugares fue erradicada.
Actualmente las galaxias exploradas y conocidas son demasiadas, la suma completa de la cantidad de planetas existentes resulta ser interminable; la historia de la humanidad ahora es más basta que nunca, más fructífera como jamás lo pudo ser.
Sólo los más afortunados, obviamente, tuvimos la oportunidad de tener una nueva vida lejos de la tierra en otros planetas, e incluso, en otras galaxias a millones de años luz de la “Vía Láctea.”
Todos nos dividimos en sectores; mi familia y yo pertenecemos al “sector dos” lo que en la historia antigua de la vida en la tierra podría llamarse “segunda clase”. El planeta “Ciclón” está en la galaxia “Tempestas” una que apenas tiene siete décadas de haber sido descubierta y ha resultado ser todo un dolor, por no decir total decepción.
Ciclón no ha podido ser terraformado y todo el jodido planeta es una maldita pelota hecha de puro hielo, por ende, si se intenta terraformar el planeta se desquebrajaría hasta autodestruirse. Se llama así ya que en toda la región de la atmósfera la presión es mucho más baja que en los planetas fuera de la galaxia; produce fuertes vientos y abundantes precipitaciones.
Este fue uno de los planetas encontrados con cero vida ni en la superficie ni en las profundidades. La vida humana sólo ha podido establecerse gracias a los “Domos”, son una especie de bolas de cristal aclimatadas a un ecosistema terrestre a preferencia de la familia que los habite, puede ser un trópico, al otro día una sábana y si un día se te antoja hasta una selva frondosa.
Mi familia era del sector tres pero ante la necesidad de los “Concejales”, esos que se encargan de la sociedad humana en cada rincón de cada galaxia, de poblar “Ciclón” fueron a buscar matrimonios jóvenes en el sector más bajo aceptado socialmente.
A estas familias, incluyendo la mía, les fue dado el reconocimiento y todos los beneficios del sector dos, todo por asumir el riesgo de venirse a vivir a un planeta capaz de congelarte en el primer segundo que los domos se averíen o parecido. Por culpa de esas condiciones nadie quiere venirse a vivir por cuenta propia al planeta.
En esta porquería que llamamos hogar existe una ley, la cual no he podido sacar de mi cabeza desde que empezó este año cinco mil doscientos, mismo año en el que cumplo veinticinco.
“Todos los habitantes del planeta ‘Ciclón’ ubicado en la galaxia ‘Tempestas’ están obligados a presentarse en ‘Los Prados’ a la edad de veinticinco años. Una vez encontrado el esposo o esposa, son libres de disfrutar su matrimonio un año, al cabo de este, están obligados a aportar al planeta un hijo como mínimo. De no ser cumplido este requerimiento serán expulsados de ‘Ciclón’ y revocados todos sus derechos y beneficios del ‘sector dos’ existentes.”
El motivo de esa absurda ley es poblar un planeta del triple del tamaño de Júpiter. Menos de dos por ciento de “Ciclón” está habitado. La única manera que tenía para librarme de casarme contra mi voluntad con un perfecto extraño era que las máquinas declararán un “INEXISTENTE”, es decir, que nadie era compatible conmigo y por eso nadie podría unirse a mí en sagrado matrimonio.
Lo cual era imposible ya que jamás de los jamases había salido un resultado así.
Nunca.
Siempre encontraban una pareja ideal.
“Los Prados” son un conjunto de nueve planetas dedicados al amor. Ahí hay unas máquinas especializadas en buscar por todos los rincones de las galaxias la persona más indicada para ti con un cien por ciento de compatibilidad. Esa persona que es tu “media naranja” como “los antiguos” decían.
Cuando alguien se embaraza o hacen bebés nuevos en los laboratorios a pedido, se crea una base de datos exclusiva para el feto. Al nacer todos tus datos se extienden y a lo largo de toda tu vida te monitorean desde tu desayuno más habitual, pasando por los lugares que frecuentas, hasta el “Formato Laboral” que te implantan en el cerebro cuando tu vida profesional comienza.