Cuentos de Familia

Los Hermanos

Aquella navidad, cuando Ramoncito tenía seis años de edad, su tío Santiago le regaló la consola de videojuego más cara que había en el mercado. Este no fue personalmente a llevársela porque no fue invitado a la cena navideña que su hermano preparaba. Su relación fraternal tenía mucho tiempo rota; pero esto no impedía que Santiago siempre tratara de hacer feliz a su único sobrino.

Este distanciamiento entre los hermanos no siempre había sido así. De jóvenes los hermanos estaban muy unidos. Solo se llevaban un año de diferencia: Eduardo era el mayor. Ambos jugaban fútbol en el mismo equipo, practicaban natación en el mismo club y tenían los mismos amigos. Eran inseparables; sin embargo, al llegar a la adolescencia algo fue cambiando. Lo que inició el resquebrajamiento fue un partido de fútbol en el que el equipo perdió por un error de Santiago. Eduardo le reclamó fuerte y Santiago se sintió herido por lo que este le dijo, Santiago pensó que su hermano lo defendería del resto del equipo, pero fue él quien con más violencia lo encaró. Esa actitud lo afectó enormemente.

Seis meses después Eduardo se graduó de la secundaria y se fue a estudiar a otra ciudad; eso los distanció un poco más e hizo que, por primera vez en sus vidas, tuviesen distintos amigos. Eduardo regresaba a casa durante las vacaciones de verano y en las fiestas navideñas; mientras que Santiago, cuando egresó de la secundaria, se quedó estudiando en la universidad de su ciudad y siguió viviendo con sus padres. Claramente, la relación de ambos había cambiado, ya no eran los hermanos-amigos inseparables, ahora eran simplemente un par de hermanos.

Lo que definitivamente los distanció, ocurrió durante otra fiesta navideña, cuando Eduardo llevaba tres años estudiando en la universidad. Había invitado a su casa a una novia con la que recién salía. Se las presentó a todos, la trató de integrar al grupo familiar y la involucró en las actividades de preparación de la cena navideña.

La joven era bastante extrovertida y en verdad a todos les resultó agradable; sin embargo, con quien ella más conversó durante ese día fue con Santiago, quien esa noche fue sorprendido por Eduardo estampándole un beso en la mejilla a su novia. La pelea fue violenta, ambos intercambiaron golpes y tuvieron que ser separados por el resto de la familia. Ahí acabó la cena y fue el último día en el que los hermanos se dirigieron la palabra. La muchacha esa noche también desapareció de sus vidas. Santiago buscó la intermediación de sus padres alegando que nada pasó entre la muchacha y él, pero Eduardo no quiso escuchar, no aceptó excusas ni perdonó.

De ahí en adelante cada hermano visitaba a sus padres en días distintos, no interactuaban entre ellos en ninguna festividad. No se invitaban a los cumpleaños, ninguno asistió a la graduación del otro, aunque por mediación de sus padres, estos lograron que ambos estuviesen presentes en sus respectivas bodas; aunque en la celebración no se cruzaron ni siquiera con la mirada. A pesar de esto, en el nacimiento de Ramoncito, el hijo de Eduardo, Santiago sí estuvo presente, aunque no fue invitado, siendo de los primeros que cargó en brazos al niño.

Asimismo, cuando por razones laborales Santiago iba a la ciudad donde ellos vivían, lo primero que hacía era visitar y llevarle un presente al sobrino, por lo que entre ellos se estableció ese cariño familiar qué se había fracturado entre los hermanos. Santiago era feliz cerca de Ramoncito porque le recordaba a su hermano y el niño era feliz porque su tío lo quería tanto como su propio padre. Al niño nadie le dijo que su padre y su tío estaban peleados, pero él siempre supo que algo malo pasó entre ellos.

En esa navidad, cuando Ramoncito ya tenía 6 años, esperaba que su tío le enviaría el mejor regalo. Hacía un mes que, en una visita de su tío a la ciudad, le preguntó que le gustaba hacer y él le había dicho que le encantaban los videojuegos. Como ya conocía a su tío, intuía cuál sería su regalo. Internamente él quería otro tipo de presente y, aunque sabía que los regalos del 24 de diciembre no eran de San Nicolás, Santa Claus o el Niño Jesús, tenía la esperanza de que la magia navideña, en la que sí creía, obrara el milagro de reconciliar a su tío y a su padre.

Fue por esto que el 21 de diciembre escribió una carta dirigida al niño Jesús en la que le pedía de regalo que su padre y su tío se contentaran. En su carta deseo conocer a su primo recién nacido y poder estar todos juntos en navidad. La carta la colocó en el árbol; pero, en su ansiedad por conseguir el efecto esperado, esa misma noche, en la cena, anuncio que quería leer su carta delante de sus padres. La carta destrozó a Eduardo, una oración tumbó el muro que en su corazón construyó para no dejar entrar al hermano: "Yo quiero poder estar junto con mi papá y mi tío, quiero ver hablar a mi papá y a mi tío, no quiero esconderme, ni ocultar cuando mi tío me visita".

El 25 de diciembre, muy temprano, Eduardo tomó a su esposa, a su hijo y salieron en el carro. No les dijo adónde irían, aunque en su corazón el niño sospechaba que era su regalo de navidad. Al cabo de una hora llegaron a casa de los abuelos y allí, para sorpresa de Ramoncito, estaba su tío Santiago, la esposa de este y su primito recién nacido. Eduardo los llamó la noche anterior después de escuchar los deseos de Ramoncito, ambos hermanos se perdonaron y se comprometieron a reiniciar una hermandad rota a partir de ese partido de fútbol. Se prometieron olvidar todo a partir de ese momento y comenzar a construir una relación que los hiciera inseparables.



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En el texto hay: familia, hijos, cuentoscortos

Editado: 03.07.2025

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