Cuentos para mis Hijos

Lágrimas saladas

Lágrimas saladas

Todavía canto nanas en las noches, para poder dormir y que mis ojos no derramen más lágrimas saladas, saladas como el mismísimo mar que rodea la tierra, saladas como las palabras falsas que escucho todavía.

Siento tanto miedo que quisiera refugiarme en una cueva profunda y no salir de allí nunca, simplemente por el miedo de que alguien me ame de veras.

Entonces lo pienso en las noches, y es cuando las lágrimas saladas aparecen. Te juro que les tengo mucha rabia; me enojo mucho con ellas porque hasta estando feliz, como si nada, aparecen ellas.

Entonces te contaré mi dulce cariño; había una vez... una pequeña niña que lloraba en las noches. Siempre imaginaba que llegaría algo especial para ella: una aventura, una fantasía de esas. Pero esa niña vio la realidad cuando debería haberse puesto a imaginar castillos, unicornios y adas.

Ella lloraba lágrimas saladas por encontrarse sola en una cama con un respirador conectado en su pequeña nariz; ella no quería eso. Ella quería jugar en un parque rodeada de niños; ella quería poder alguna vez bañarse en la lluvia.

Pero algunas veces la niña no podía salir de aquel cuarto porque estaba demasiado cansada, demasiado enferma, demasiado débil; entonces lloraba lágrimas saladas.

La obligaron a crecer tan rápido que sus pensamientos siguen siendo de niña. Todavía sueña con bañarse bajo la lluvia; hasta tiene escrito en una libreta de notas que desearía bailar bajo la lluvia.

Todavía no sabe cómo terminará el final de su historia. Pero sabe muy bien que siempre luchará por tener un buen final.

Aunque todavía camina por los pasillos de aquel hospital, sabe que puede tener un buen final.

¿Sabes qué es lo que más me gusta? Soñar. Es que a veces lo necesito tanto para poder escapar que a veces ni me doy cuenta de cuándo es la realidad.

Sabes, cariño, a mí me gustaba mucho tocar con mis pequeños dedos la fina tela del mosquitero cuando mi papá me lo ponía para no volver enfermarme con algún picaso de esos mosquitos crueles.

Me imagino tú haciendo eso y se me encoge el corazón, sin aún conocerte y sin aún planearte; pero así es, se me encoge el corazón solo al imaginarte.

Y me imagino lo cruel que sería pensar en eso y que mi padre me falte. Creo que nunca me cansaré de derramar lágrimas saladas entonces.

Es que lo disfrutaba tanto, ese momento tan sencillo y simple; y me descubro pensando en lo hermoso que son los momentos simples.

Cariño, entonces prometo encontrar a un buen padre, como el mío fue conmigo, para que a tu madre nada le falte y tú entonces recuerdes solamente esos momentos sencillos...

Y para que nunca derrames lágrimas saladas tú solo y las puedas derramar siempre conmigo.



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En el texto hay: 10 cuentos

Editado: 07.08.2025

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