Cuentos para mis Hijos

Mi Último Cuento

Mi último cuento

Pasos que marcan la sangre en el suelo, pasos que resuenan con bombas a lo lejos, pasos de botas negras fuertes que abren surcos en el suelo, son como misiles para esas pequeñas hormigas que corren de un lado a otro; quizás nosotros también somos como ellas.

Lágrimas saladas que todavía corren por aquellos rostros, rostros que se esconden de esos hombres de botas negras y mismo uniforme, se ven tan crueles con esas cosas enormes que llevan en sus manos y no sé el nombre; una bala perdida, según dijeron ellos, terminó en la frente de un lucero.

Parece una pequeña broma para aquellos que dicen gobernar un país; entre ellos se ofenden y se ponen petardos en sus territorios para seguir jugando a la guerra, y al mismo tiempo, como niños cuando su madre los llama para comer, se van y dejan sus juguetes allí tirados, y dicen: "Ya terminó la guerra, nunca hubo una".

Pequeños ignorantes que nunca salen de sus palacios, ojalá cayera toda su familia en desgracia, o murieran al pisar una mina, como aquel soldado de 17 años que no sabía que se dirigía a la guerra, o como aquel niño que corría para esconderse de esos hombres que querían asesinarlo.

¿Es que te hace más hombre? ¿Te hará más fuerte matar a un ser humano? Yo creo que solo te condena un siglo más al infierno con el diablo.

Todavía siento el miedo que sintió aquel joven que debía tirarse de aquel avión; sentía temor por su vida, y es algo normal. ¿Por qué ustedes no querrán entender eso? Con solo una mirada de su superior entendió que en su misión no podría existir el miedo. También fue terrorífico tener que esta vez dispararle a una persona y no a aquel saco de entrenamiento, pero más miedo sintió cuando cayó su compañero.

Se imaginó a él mismo caminando por esas calles del terror, con sus pies descalzos, un poco más pequeños, y llamando a su madre entre sollozos; así se sintió él cuando miró a aquel niño por primera vez.

Y es que parece que nadie quiere comprender que hablar de una guerra es un asunto serio; ya no es esa guerra que teníamos de pequeños con pistolas de palos, y podíamos escondernos sin hacernos daño detrás de cualquier esquina.

Ya no es el mismo susto; ya de grandes no parece tan divertido.

No es justo para un niño mirar la muerte de sus padres; ni es justo presenciar la muerte de un hijo, pero no quiero cuestionar a Dios y sus decisiones.

Y es que no somos eternos. No viviremos para siempre; y cada uno cuenta una historia diferente.

Y es cruel saber que algunos niños viven una guerra de sangre y muerte y otros viven una guerra de moretones al simplemente jugar, caerse. Es que ningún niño debería pasar por ninguna situación difícil, no se lo merecen.

Pero a veces son las consecuencias de jugar con la suerte.

Ojalá pudiera sentarme en la arena como antes y observar aquel mismo mar; pero hasta el mar cambia con el tiempo, no se queda en el mismo lugar, ya no para mí, que tardé tanto tiempo en querer volverlo a mirar.

Y es que el miedo está en todas partes; nunca lo eliminamos por completo; a fin de cuentas, es lo que nos recuerda ser humanos.

Quiero pensar que... por algo ellos han dado sus vidas, y no simplemente por causas de miedo. Quiero pensar que, si las guerras continúan, y si los niños no pueden ser felices, en algún otro lugar deberán serlo.

Si perdonamos una venganza, si amamos al que no nos ama, si somos luz, simplemente si somos eso realmente, únicos en esencia, comprendiendo en realidad lo que significa.

Entonces habrá un comienzo mucho más grande de lo que imagino, estoy segura; entonces habrá millones y millones de cuentos, así de infinitos como las estrellas, y todos contarán aquellas historias pasadas, simplemente recordando lo hermoso que fue vivirlas.

Quizás para algunos no fue fácil, y quizás nunca entiendan su propósito. Pero tú… tú estás a tiempo; quiero pensar que cuando apenas tengas seis años, entiendas todo lo que yo entiendo ahora de todo esto, así te chocarías menos con esas paredes de concreto. Pero entiendo que tendrás que vivir tu propio y único proceso, y puede que quizás no esté para responderte ciertas preguntas; por eso te escribo un último cuento.

Había una vez... un ser inmortal. Aquel ser inmortal lo había visto todo, había sido creación única, y aún así, estaba guiado a tener un solo propósito. Se desvió muchísimas veces del comando de su general y actuó a su manera; al final, siempre volvió al mismo comando, cometiendo errores innecesarios, pero tendría toda una vida inmortal para entenderlo.

Nunca lo comprendió hasta que se desvió por completo, rompiendo todas las leyes con su decisión. Lo que no se imaginaba es que ese era su verdadero propósito: desertar de su camino y escoger otro; romper las leyes lo llevó directamente hacia lo que estaba destinado a ser.

Tarde o temprano, todo llevará a lo destinado.

Eso fue lo que aprendió aquel ser inmortal. Y tendría toda una vida para odiar lo que era y el propósito que llevaba consigo; o quizás no, pero aun así, ese era su destino.

Romper las reglas a veces no es tan malo como parece; a veces aprendemos algo de lo que fue roto en su momento. Quizás muchos murieron en una guerra, pero fueron tomados para un propósito, cada uno de ellos, individual.

¿Cuál es el tuyo? Yo siempre me pregunto: ¿cuál será mi propósito? ¿Simplemente escribirles? No estoy segura; cada noche que termina es una duda.

Quisiera saber… ¿cuál será el destino de todos?

Mientras el tiempo pasa, creo que el mejor consejo que podría darte es que no hagas planes, ningún tipo de planes; nada termina como queremos, porque todo tiene un medio para un final.



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En el texto hay: 10 cuentos

Editado: 30.08.2025

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