En una noche, mis sobrinos me pidieron que les leyera un cuento, y yo tomé aquel librito viejo de cuentos que mi abuela me solía contar. Creo que hasta ayer mismo creía en algunas mentiras como consecuencia de eso. Sé que la fantasía es una clave principal para que un niño sea feliz, pero no quería fantasías que no me llevaran a ninguna parte. Ninguno de los cuentos que me leían hablaba de fantasías con realidad; todas eran puras fantasías que simplemente me hacían daño al crecer y ver la realidad.
Entonces, aquella noche decidí contar mi cuento, un simple cuento que contaba una fantasía, un sueño. Ellos eran demasiado pequeños como para poder comprenderlo, pero eso no significa que no se los contaría de nuevo. Lo haré hasta que entiendan y quieran escuchar más.
Nunca imaginé escribir este pequeño libro tan rápido; siempre tuve en mente escribir brevemente diez poemas, titulándolos como cuentos, ahí las pinceladas de fantasía.
Les doy muchísimas gracias a mi mejor amiga Leandra. Desde los trece años empezamos esta aventura por las letras, y no me he arrepentido ni un solo segundo. Gracias a mi hermana, la más hermosa del mundo, la mejor madre para mis sobrinos intranquilos que les encanta molestar, pero son niños; siempre tendrán esas ganas de hacer cualquier travesura. Y se les concede, permitiendo con esto que sean felices y disfruten su niñez.
Le agradezco muchísimo a mi madre por todo: por estar conmigo en las malas y muy malas, por siempre escuchar, por enseñarme a nunca depender de un hombre; eso es lo más valioso que una madre le puede enseñar a su hija. Gracias por los regaños y las advertencias, que siempre me llevaron a aprender de los errores. Y aunque ahora no estemos tan unidas y hayan sucedido tantas cosas, seguirás siendo la mejor mamá para mí, porque eres la única para mí.
A pesar de todo, y estar cortada a la mitad, siempre mis palabras serán para ti también, recordándote siempre que te quiero.
Gracias a mi abuela, que está en el cielo, por ser mi segunda madre, por cuidarme desde niña, por leerme esos cuentos. Gracias por esas charlas nocturnas antes de dormir. Gracias por... ojalá pudiera decírtelo de frente, ojalá hubiera podido despedirme, pero nunca imaginé que tu cuento terminaría tan de prisa. Aquella tarde... si lo hubiera sabido, quizás te hubiera detenido para darte al menos un último abrazo.
Por último, quiero darme las gracias, porque aunque con ojos empeñados en lágrimas, heridas aún abiertas y miedos constantes, nunca he perdido la fe.
Y aunque todo se vea tan lejano, en algún momento, siempre llegará. Eso sí, tu destino siempre llega, y lo que no sea correspondido para él, sin lugar a dudas, te hará daño, pero siempre se cumplirá tu destino, porque nuestro cuento final ya está escrito.