Cuidado con la Nerd

Capítulo 9: El torbellino de la recepción

Amelia

El reloj de la recepción marca las seis de la tarde, y yo estoy atrapada detrás del mostrador de Le Château Lumière como un rehén en una comedia de errores. Mi vida, que ya era un malabarismo de desastres, ha alcanzado un nuevo nivel de caos gracias a Anet, la reina del drama con tacones. Hace una hora, mientras yo intentaba archivar contratos en mi escritorio, Anet irrumpió con una sonrisa que parecía robada de un anuncio de pasta dental y me soltó: “Amelia, cúbreme en la recepción. Tengo una emergencia”. Su “emergencia”, por supuesto, era una venta de bolsos en el centro comercial, porque en el universo de Anet, un descuento del 50% es más urgente que un incendio. Antes de que pudiera protestar, me lanzó su libreta de reservas y salió corriendo como si persiguiera el último par de zapatos de su talla.

Así que aquí estoy, con mi blusa arrugada y una mancha de café que parece un autorretrato abstracto, intentando ser una hostess en un restaurante donde todos esperan que seas una mezcla de modelo y diplomática. La recepción brilla como un diamante bajo las luces del chandelier, pero yo me siento como un guijarro en un joyero. Los clientes entran, me miran con esa mezcla de confusión y lástima, y yo sonrío como si mi vida dependiera de ello, rezando para no derramar el café que alguien dejó en el mostrador o tropezar con el cable del teléfono. Esto es Le Château Lumière, Amelia, me digo. Sobreviviste a un meme viral, puedes sobrevivir a una hora como hostess. O eso espero.

El salón está lleno de murmullos y el tintineo de copas, con los críticos gastronómicos de la cena de hoy todavía diseccionando el menú como si fuera un caso criminal. Max, mi jefe, el hombre que hace que mi corazón se acelere y mis nervios se desintegren, está encerrado en su despacho con Clara, su prometida, quien llegó hace diez minutos con la elegancia de una pantera y la actitud de un fiscal. No sé qué están discutiendo, pero el rumor de Anet sobre nuestro supuesto “romance secreto” debe estar en la lista, porque Clara me lanzó una mirada que podría derretir el mármol cuando pasó por la recepción. Gracias, Anet, por convertir mi vida en una telenovela de bajo presupuesto.

Estoy revisando la libreta de reservas, intentando descifrar la caligrafía de Anet que parece un jeroglífico, cuando la puerta principal se abre con un dramatismo digno de una película. Entra una mujer que parece salida de una portada de revista: cabello castaño que cae en ondas perfectas, un vestido rojo que abraza sus curvas como si fuera una segunda piel, y unos tacones que hacen un clic-clac que suena como un desafío. Es guapísima, con ese tipo de belleza que hace que todos en el salón giren la cabeza, pero sus ojos verdes están encendidos con una furia que podría prender fuego a las cortinas.

—¿Dónde está Max Roux? —exige, plantándose frente al mostrador como si yo fuera una barrera que planea derribar.

Trago saliva, sintiendo que mi estómago se convierte en un nudo marinero. Su voz es alta, y algunos clientes cercanos levantan la vista, oliendo un escándalo.

—Eh… el señor Roux está en una reunión —balbuceo, ajustándome las gafas que, como siempre, resbalan por mi nariz—. ¿Puedo tomar su nombre?

Ella entrecierra los ojos, mirándome como si yo fuera un insecto particularmente molesto.

—Soy Vanessa Laurent —dice, con un tono que implica que debería reconocerla—. Hice una sesión de fotos aquí hace un año, para la campaña de publicidad. Dile a Max que salga. Ahora.

Mi cerebro hace un cortocircuito. Vanessa Laurent. El nombre me suena vagamente, como un eco de los chismes que corren entre los camareros. Una modelo, famosa por sus anuncios de perfumes y por haber posado en el restaurante para una campaña de “elegancia culinaria”. Pero hay algo más en su tono, una rabia personal que me hace sospechar que su relación con Max no se limitó a flashes y sonrisas. Otro desliz, pienso, recordando la pianista del banquete. Max Roux, coleccionista profesional de corazones rotos.

—Señora Laurent, el señor Roux está ocupado —digo, intentando sonar profesional aunque mi voz tiembla como una hoja en una tormenta—. ¿Quiere esperar en el salón? Puedo traerle un café.

Vanessa suelta una risa que suena como un cuchillo afilándose.

—¿Esperar? —repite, inclinándose sobre el mostrador hasta que su perfume caro me marea—. Max no me hizo esperar cuando me llevó a ese reservado después de la sesión. Dile que salga, o entraré yo misma.

Mi cara arde como si alguien hubiera encendido un lanzallamas. Los clientes cercanos murmuran, y un camarero, Tomás, me lanza una mirada de “esto va a explotar”. No sé qué hacer. Si dejo que Vanessa irrumpa en el despacho, donde Clara está interrogando a Max, será como lanzar una granada en una boda. Pero si no aviso a Max, Vanessa podría armar un escándalo que haga los memes de mi caída parecer un chiste de niños.

—Un momento, por favor —digo, con una sonrisa que espero no parezca una mueca de pánico—. Voy a… consultar.

Corro hacia el despacho, sintiendo que mis piernas son de gelatina y que mi corazón late como un tambor en un desfile. La puerta está entreabierta, y veo a Max apoyado en su escritorio, con esa camisa azul que se tensa en sus hombros y una expresión de alguien que preferiría estar en cualquier otro lugar. Clara está frente a él, con los brazos cruzados y un vestido negro que parece diseñado para intimidar.

—Max, no me mientas —está diciendo Clara, con una voz que podría cortar diamantes—. Anet vio cómo mirabas a esa secretaria en la cena. ¿Qué está pasando?

—Nada, Clara —responde Max, frotándose la sien como si tuviera una migraña épica—. Amelia es una empleada. Punto.

Toco la puerta, y ambos me miran como si hubiera interrumpido un juicio. Mi lengua se enreda como un cable de auriculares en un bolso.

—S-señor Roux, disculpe —balbuceo, ajustándome las gafas—. Hay… una reunión pendiente. Muy urgente. En la recepción.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.