Cuidado con la Nerd

Epílogo

Amelia

Han pasado cuatro meses desde la lluvia.

Cuatro meses desde que dejé atrás Le Château Lumière. Desde que me quité el uniforme invisible de secretaria invisible, y rompí, sin querer, el corazón que aún guardaba en el bolsillo de la blusa arrugada.

A veces me pregunto si el amor que sentí por Max fue real, o solo una proyección de lo que quería creer. Pero luego recuerdo su mirada en la última noche, bajo la lluvia, con el rostro roto… y sé que fue real. Doloroso. Crudo. Verdadero. Pero también sé que no fue suficiente.

Ahora me despierto en una ciudad nueva. Vivo en un pequeño apartamento en el distrito de arte de Lyon, con ventanales que dan a un mercado de flores. Trabajo como asistente de Alessandra Duval, y sí, su mundo es exigente, pero también luminoso. Llena de cámaras, chefs, viajes, entrevistas… Y, por primera vez, soy escuchada. Valorada. Vista.

Sigo llevando gafas. Nuevas. Rectangulares. Firmes. Ya no se me caen.

Ya no tiemblo cuando hablo en público.

Ya no me disculpo por existir.

El otro día Alessandra me dejó coordinar una gala con tres chefs con estrellas Michelin. Cuando terminó el evento, uno de ellos me buscó para pedirme consejos sobre logística. Yo solo sonreí, recordando los días en que me escondía detrás de un portapapeles para no ser parte del mundo.

He crecido. Cambiado. Curado.

O casi.

Porque a veces, cuando estoy sola, en las noches lentas con té de menta y las luces de la ciudad parpadeando como susurros, pienso en él. En Max Roux.

¿Seguirá en Le Château Lumière, sirviendo platos con esa sonrisa desarmada? ¿Seguirá mirando la puerta, esperando que entre la nerd con gafas que amaba los márgenes perfectos y se manchaba de tinta?

No lo sé.

Y no quiero saberlo todavía.

Mi corazón no lo ha olvidado. Pero ya no lo necesita.

Ahora late por mí.

Y por los sueños que vienen.

Porque esta no es la historia de una chica rota que se quedó llorando en un restaurante vacío.

Esta es la historia de una mujer que aprendió a reconstruirse desde las ruinas.

Y eso, apenas comienza.




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