Culpa y Redención

Capítulo 10

Raúl del Valle

Ver la manera en que Azul se dirige a mí, provoca demasiadas cosas, la que más prevalece es la tristeza. Sería una mentira decir que me es indiferente porque apenas y la conozco, pero la verdad es que hay algo en ella que me grita que debo de amarla, a pesar de no conocerla, a pesar de que no quiere ni voltear a verme.

Me voy resignado porque entiendo que no voy a conseguir mucho, de seguir aquí lo único que puedo provocar es que ella se enfurezca más o que cometa una tontería. Por alguna extraña razón lo que más recuerdo de mí es la época en la que ella está, y cualquier cosa mínima podía hacer una diferencia entre hacer lo correcto y lo que no.

Manejo un tanto taciturno, pareciera que mis pensamientos se han desconectado de mi cuerpo y eso no puede ser una buena idea. Manejar en este estado puede provocar cosas trágicas, debo recordar siempre que, por una razón como esta, mi madre se encuentra postrada en una cama por tiempo indefinido. Trato de concentrarme hasta que llego a casa. En cuanto lo hago me lanzo al primer sofá que se me cruza.

Lo que más deseo en este instante es descansar.

Parece que quedarme dormido en cualquier lado y con demasiada ropa se me está haciendo costumbre. Ha sonado la alarma y me doy cuenta de que sigo con el mismo traje de ayer; es más, ni siquiera me cubrí el cuerpo, ya que el cansancio terminó por vencerme. Por lo menos pude dormir.

Hago mi rutina habitual y sin pensarlo demasiado, sé que es lo que tengo que hacer para ir adentrándome en la vida de mi hija. Con lo de ayer me doy cuenta de varias cosas, entre ellas que su madre está en la mejor disposición para que haya un acercamiento y que Azul no me va a poner las cosas fáciles, si quiero ganarme su confianza y su perdón debo empezar a hacer méritos.

—Alice, ¿Me permites llevar a mi hija al colegio? —le pregunto por medio de una llamada.

—No sé si sea una buena idea, quedamos de ir poco a poco y no estoy segura de que se vaya a tomar bien esto. —En su voz puedo notar que esto también resulta difícil para ella, ya que pareciera que piensa demasiado antes de decirme cada palabra.

—De todos modos, estaré ahí en unos minutos. —Termino la llamada y me concentro en manejar.

En cuanto llego, esta vez los nervios han menguado un poco, ya di el primer paso y los que vienen parece que son más fáciles, esta vez subo por el elevador para poder llegar pronto. Estoy por tocar la puerta cuando se abre de golpe. Parece que los encuentros con Azul, no pueden ser de manera normal.

Mi mirada se pierde en ella. Tiene puesto su uniforme, cuelga su mochila en la espalda, mientras que un moño del color de la falda adorna su sedoso cabello. Quedo hechizada con su belleza y puedo decir que es tan distinto a la manera en que veía a su mamá. Es verla y saber que la amo sin apenas conocerla, es un sentimiento tan desconocido que me quedo congelado y apenas pudiendo respirar.

—¡¿Otra vez usted?! Mamá, dile al señor que se vaya, te espero en el coche. —Grita, sin esperar a que su madre le responda, empieza a caminar rumbo a las escaleras.

—Hija. —No responde—. ¡Azul! —Entonces se detiene y la mira mal.

—Raúl te va a llevar hoy al colegio, tengo una reunión importante y se lo pedí yo como un favor.

—Según recuerdo, tus reuniones nunca son temprano porque en todos estos años jamás has dejado de llevarme a la escuela, ¿Entonces que cambió? Mejor no me digas, que me puedo ir caminando hasta allá. —Y dicho y hecho. Avanza sin esperar a nadie.

Puedo notar que no se deja, desafía las órdenes y puede que eso no sea del todo malo. Su madre y yo sabemos del tema.

—Ni se te ocurra. Ya te dije y espero que obedezcas a mi orden. Vamos, váyanse antes de que se haga más tarde. —Me habla a mí de manera cómplice y lo que me queda es obedecerla. Corro por las escaleras hasta alcanzarla y parece que ella es más rápida. Llegamos abajo y ella se sigue derecho ignorando mi coche. Subo y lo pongo en marcha siguiéndola.

—Vamos, sube que llegarás tarde —le digo en tono dulce en cuanto me emparejo a ella.

—No es algo que te importe, iré caminando —responde sin voltear a verme.

—No seas, necia, sube, prometo no decir nada si así lo quieres. Seré el hombre más silencioso del mundo. —Busco la manera de convencerla, pero parece que es una niña dura porque sigue negando y caminando.

Me salva la notificación que recibo, es un mensaje de su madre diciéndome lo que debo de decirle para convencerla de que suba.

—Alguien me dijo que tienes tu clase de arte, sube o llegarás tarde. —Se queda pensando y al fin se sube, pero en la parte trasera. No importa, ya es un avance que haya aceptado.

Acomodo el espejo para poder verla bien. Observo que se pone los audífonos y toma un libro. Tal vez está fingiendo leer y es solo para que no le haga preguntas. Por un segundo cruzamos miradas en el espejo; yo le sonrió y ella me hace una mueca. No cabe duda de que es todavía una niña en busca de algo más que amor. Bien podíamos vernos reflejados en ella, su madre y yo.

No busco que el silencio desaparezca, de hecho, hasta me parece cómodo. Llegamos al colegio y apenas y me estoy deteniendo cuando ella intenta salirse. Soy más rápido y cierro con seguro. Bajo y voy hasta la puerta para ayudarla a bajar. Resignada acepta mi mano y baja.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.