Raúl del Valle
No tardamos mucho en el restaurante, tampoco quiero presionarla más de lo que ya hice, este pequeño paso lo veré como un triunfo y pensar que poco a poco me iré ganando su confianza. Hay una idea que se empieza a cruzar por mi mente para que podamos conocernos más. Lo voy a hablar con su madre en cuanto volvamos.
Pago la cuenta y al salir, de manera disimulada, coloco una mano en su hombro, a manera de abrazo. Ella voltea a verme enseguida que siente mi mano. De manera estratégica, se sacude el cuerpo para que deje de abrazarla. En cuanto logra su cometido, empieza a caminar a prisa, diría que casi corre hasta ponerse frente al auto. Suspiro resignando y la sigo. No me esfuerzo en correr, tiene que esperarme porque por estos rumbos no hay manera de que un taxi o cualquier otro trasporte pase.
—Espera. —Le abro la puerta del copiloto en cuanto llego a su lado. Después de rodarme los ojos, sube y se acomoda el cinturón.
Pongo algo de música para aligerar el momento, pero su cara de disgusto hace que apague el estéreo enseguida. Llegamos así, en silencio, igual que la mañana, igual que cuando vinimos al restaurante. En cuanto me detengo, no quito el seguro para que ella no escape enseguida, quiero decirle unas cuantas palabras más antes de que se vaya.
—¿Sabes? Hace muchos años, buscaba alejarme de todo y de todos, eso me llevó a convertirme en la peor versión que alguien pudiera conocerme. Fue el amor de tu mamá el que me guio por un buen camino, me enseño como volver a casa y valorar lo importante: mi familia
—Parece que faltó que valoraras lo que ella te ofrecía. —Esa afirmación me deja sin argumentos—. Además, ¿por qué me cuentas esto? Ni pienses que con esto te voy a tener lástima, o te extenderé mis brazos para darte la bienvenida a mi vida.
—No, no busco eso, solo quiero la oportunidad de conocerte más —miento, porque la verdad es que, si quiero eso, que ella corra a abrazarme cada vez que me vea—. Lo que quiero es que entiendas que tu mamá te ama, que siempre va a estar ahí, pero entre menos dolores de cabeza le demos, es mucho mejor.
Agacha la cabeza, tal vez procesando mis palabras. No espero que me responda, salgo del auto para no incomodarla más y alejarla en vez de acercarla. Abro la puerta y extiendo una mano para que baje, ella duda, pero lo hace. Son pequeños gestos que puedo tomar como un triunfo.
—Aquí está, te la traje sana y salva —le digo a su madre en cuanto llegamos al departamento.
—Gracias por traerla con bien. Hija, ¿cómo te fue? —le pregunta al recibirla, todavía en la puerta.
—Bien, mamá. Iré a mi habitación, no me molesten que no pienso volver a salir. —Le da un beso en la mejilla y después se va a su habitación. No se despide de mí y no espero que lo haga.
En cuanto nos deja a solas, le pido a Alina que me permita hablar con ella. En su mirada puedo ver la duda, pero, finalmente, acepta y me invita a pasar. Como la vez pasada, me pregunta si deseo tomar algo. Esta vez las emociones me piden algo más fuerte que un simple café.
—Si tiene una copa de vino, te lo acepto.
—Tengo uno guardado, claro que no es de esos finos que seguramente acostumbras, tampoco bocadillos para acompañar.
—Si esa copa va a estar acompañada de ti, la marca es lo de menos. —Puedo notar que se sonroja, pero lo oculta de la mejor manera, desapareciendo de mi vista.
De nuevo me quedo en la sala, viendo las fotografías de lo que fue su vida. Me pongo cómodo, me quito el saco y remango la camisa. Hasta parece que me estoy ahogando con tan poca cosa.
En poco tiempo, llega ella con dos copas y el vino que prometió. Nadie dice nada, yo no quito los ojos de su cuerpo mientras que ella también me observa mientras sirve las bebidas. Me entrega una, toma la suya y se sienta enfrente de mí.
—Cuéntame, ¿Qué tal estuvo la salida? —Es ella la que rompe el hielo. Escucharla resulta extraño, no parece que hubiera pasado tanto tiempo.
—Difícil —suspiro al decírselo—. Apenas y hablamos y la verdad es que no sé nada de ella y eso dificulta mucho más las cosas.
—¿Tan pronto te vas a dar por vencido?
—No, no quiero darme por vencido, quiero luchar para conseguir que me perdone. Sé que es algo imposible pedir que me vea como su padre, pero me conformaré con que ya no me rechace cada vez que me ve. —Termino de confesarle, ya que me inspira la confianza para hacerlo.
—Ella puede resultar dura, incluso hay días en que ni yo misma sé como actuar ante sus acciones. Dejemos que el tiempo ponga las cosas en su lugar. Mientras no se ponga peor de lo que ya está no me voy a oponer a que sigas intentándolo.
—Gracias, eres una gran mujer. Sigues desprendiendo esa luz que desprendías cuando te conocí, ¿te acuerdas? —le sonrío mientras levanto mi copa. Ni yo puedo saber a qué viene sacar a colación estos recuerdos, solo sé que verla, tenerla enfrente, tan cerca, no me permite pensar con demasiada claridad.
—Salud. —Levanta la copa al mismo tiempo, ignorando por completo mi pregunta.
Esta cercanía me hace sentir de una manera que no se puede explicar fácilmente. Las emociones están tan a flor de piel que hay acciones que no tienen una razón de ser, es el simple instinto y dejo que esta sea quien me gobierne. Siempre y cuando no note una negativa de su parte.