Hoy es navidad, me han permitido poner un pequeño árbol y decorar con luces su cuarto. Su expresión vale cada dólar que le deberé a Alex. Hay algo de alboroto en el hospital, pero Lucy está muy cansada, así que nos quedamos en su habitación mirando el techo acompañadas por la música asiática.
―¿Cuándo te vas?
―No pronto ―No tiene por qué saber sobre mi trato con Alex.
―Adi...
―No pasa nada ―niego reconociendo ese tono de voz―. Lo entiendo, aunque eso no significa que me guste.
―Quería qué te quedarán con una buena imagen y no con lo que soy en este momento.
―Eres tú en otra versión, pero sigo viéndote. Y lo que es más importante, eres mi mejor amiga.
Asiente, pero veo el brillo de las lágrimas en sus ojos.
―¿No quieres ver a Alex? ―cambio de tema, queriendo aligerar el ambiente.
―Probablemente debería. Ha hecho mucho con acompañarte y esperar.
―Tenemos tiempo no hay prisas. Tranquila.
Lucy tuvo una especie de flechazo por él cuando lo conocimos, sé lo importante que es que no la vea así.
Los siguientes días, se instala una rutina, aprovecho todos los momentos que puedo tener con ella, celebrando cada sonrisa que consigo. Es complicado, especialmente cuando las dosis de morfina parecen no hacer efecto, pero mi amiga no se queja, no grita, no se rinde. Y por ello, yo tampoco lo hago. Así que tengo que obligarme a ignorar la impotencia que siento cada vez que me marcho.
El domingo por la noche miro a Alex, quien no ha dicho nada, a pesar de que mañana es 31, el día que se supone debemos marcharnos.
―Estoy lista. ―Él aparta la mirada de su plato, su frente contraída, como si no entendiera―. Para volver.
―No nos tenemos que irnos aun.
―Pero, ¿y la fiesta? ¿Y tu padre?
―No pasa nada ―se encoje de hombros―. Fiestas hay muchas. Podemos asistir el próximo año o el siguiente.
Sé porque lo hace, él no es mala persona y parece que realmente le importa. Incluso ha estado visitando a Lucy y hablando con ella.
―Alex, yo te di mi palabra.
―Lo sé ―se estira sobre la pequeña mesa, sujetando mi mano―, pero jamás te robaría algo tan valioso. Nos quedaremos lo que sea necesario.
―¿Y tu trabajo?
―Hace mucho que no tomo vacaciones.
No puede ser tan fácil como lo describe, pero no lo discuto. Recordar el rostro de Lucy cuando le dije que debía irme, casi me hace dejar todo y decirle que me quedaba.
―Gracias.
―¿No sé suponía que regresabas hoy? ―pregunta Lucy, llevando ahora un gorro morado que Alex le regaló.
―Tengo una prologa.
―Mmm.
―¿Mmm? ¿Qué significa eso? ―Me inclino, intentando ver su cara.
―Nada. ―Hace un gesto para que me detenga y me acomode en la banca―. Creo que le gustas.
―No sé de qué hablas.
―Mentirosa.
Hoy ha tenido ganas de salir al jardín, donde ahora paseamos. El día es cálido y sé que por la manera en que eleva el rostro buscando el sol, tenía frio.
―Creí que habíamos acortados de quien era él.
―No importa. Tienes que casarte con él.
―No. ―He comprobado que ella aun gusta de Alex, no podría. Si me negaba a hacerlo antes, ahora con más razón debo buscar la forma de romper ese compromiso.
―Adi.
―No, no. ―Me aparto de la banca, negando.
―Te gusta. ―No hay reproche al decirlo, más bien alivio―. ¿Cierto?
Justo en este instante que me doy cuenta de mis sentimientos hacia él y me odio por hacerle esto.
Lucy sonríe porque ella es así, porque nunca sería egoísta.
―No lo haré.
―Oye, ¿prefieres que otra se quede con él?
―Tú lo quieres.
―Eso nunca será, así que debes hacerlo por ambas. Una de las dos debe ser feliz.
La miro fijamente, sin poder contener las lágrimas. No tengo palabras, no hay nada que pueda decir para desmentirla.