Bajo La Superficie
~Isa~
Subí al escenario con un nudo en el estómago, intentando mantener la compostura. A pesar de lo que había dicho a Jay, no podía dejar de pensar en su mirada, en lo que había insinuado con sus palabras.
¿Era cierto? ¿Había algo entre nosotros, o simplemente estaba dejando que mi mente jugara trucos conmigo?
El moderador me dio la palabra, y mi atención se desvió a la multitud que me miraba expectante. Comencé a hablar sobre mi último libro, las dificultades y logros de ser una autora joven, pero no podía dejar de notar que mi mente se desviaba hacia él. Jay.
Mientras hablaba, lo vi de nuevo entre la multitud. Sus ojos fijos en mí, y por un momento, sentí como si todo el resto del mundo desapareciera.
Finalmente, mi discurso llegó a su fin, y al bajar del escenario, el moderador me felicitó. Pero mi mente ya no estaba allí.
Jay estaba parado cerca, y por alguna razón, mis pasos se dirigieron hacia él de manera automática.
—¿Listo para otra sorpresa, o ya estás acostumbrado a las mías? —dije, un poco más audaz de lo que había planeado.
Sonrió.
—No me he acostumbrado, pero... Me gustan las sorpresas.
~Jay~
Mientras Isa bajaba del escenario, no pude evitar notar la manera en que se movía, la confianza con la que se presentaba ante la multitud, aunque algo en su mirada mostraba inseguridad, como si su éxito le quedara grande. Era una paradoja que me resultaba fascinante: una escritora joven con tanto talento y, sin embargo, aún atrapada en sus dudas.
Cuando se acercó a mí, la distancia entre nosotros desapareció en un par de pasos.
—¿Listo para otra sorpresa, o ya estás acostumbrado a las mías? —me dijo, con una sonrisa que no podía disimular del todo, como si estuviera jugando.
Su tono era ligero, pero no me engañaba. Había algo más en sus palabras, algo que se entrelazaba con la misma energía que había sentido cuando nos encontramos por primera vez.
—No me he acostumbrado —respondí, con una sonrisa genuina—, pero me gustan las sorpresas.
Nos quedamos mirando por un momento, como si el ruido de la fiesta se desvaneciera. La gente seguía conversando a nuestro alrededor, pero por algún motivo, todo parecía estar suspendido. Era solo ella y yo en este espacio.
Finalmente, rompí el silencio.
—Debo admitir que no esperaba encontrarme contigo aquí.
Isa soltó una risa suave, pero no parecía divertida. Más bien, nerviosa.
—Lo sé. Ni yo esperaba que tú fueras parte de esta fiesta. —se encogió de hombros, como si al decirlo todo fuera más sencillo.
Pero yo no podía dejarlo ir. No con ella. No ahora.
—Isa... ¿Cómo te sientes siendo parte de todo esto? Quiero decir, ¿realmente sientes que encajas aquí?
Ella me miró, algo sorprendida por mi pregunta. Pero algo en su rostro me indicó que no era la primera vez que pensaba en ello.
—A veces siento que no soy parte de este mundo. No sé si soy realmente lo que la gente espera o si este es mi lugar. Pero... sigo adelante, porque, al final, amo escribir, las historias son parte de mi. —dijo, con una sinceridad que me hizo admirarla aún más.
Mi corazón latía más rápido de lo que me hubiera gustado admitir. Aquí estaba, Isa Spencer, mi ratoncita , una mujer tan compleja, con una gran pasión por lo que hacía.
—Eso me suena familiar. —respondí, casi sin darme cuenta.
Ella me miró con curiosidad, como si esperara que dijera más. Pero el ruido de la fiesta volvió a invadir el espacio entre nosotros. El moderador, con una sonrisa en el rostro, se le acercó, anunciando que había preparado una breve sesión de preguntas para ella.
Isa me miró con una sonrisa que, por alguna razón, me hizo sentir como si algo no estuviera bien.
—Voy a tener que irme un momento. —dijo, y antes de que pudiera replicar, se alejó.
La vi dirigirse al escenario, su figura se desvaneció entre la multitud, pero el peso de sus palabras, de nuestra conversación, quedó flotando en el aire. Mi mente comenzó a divagar. ¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella?
~Isa~
Subí al escenario con la mente en otra parte. La sesión de preguntas y respuestas comenzó, pero no podía concentrarme. La respuesta que Jay me había dado, esa pequeña confesión que, aunque sutil, había dejado claro que no era el único que sentía una conexión extraña entre nosotros.
Era lo último que necesitaba. Después de todo lo que había pasado en mi vida, las últimas cosas que quería eran complicaciones emocionales. Y, sin embargo, aquí estaba, atrapada en el tirón invisible de algo que no podía controlar, apenas y nos conocimos era totalmente ilógico.
—¿Isa, alguna vez pensaste que tu primer libro tendría tanto éxito? —preguntó una de las asistentes, sacándome de mis pensamientos.
Sonreí, forzadamente.
—Nunca lo imaginé. Fue un sueño, realmente. Pero después de ver que mis historias tocaban a tantas personas, me di cuenta de que no podía detenerme. —respondí, con una sinceridad que a veces me sorprendía a mí misma.