Cupido no se ha perdido
~Jay~
Mientras Isa me miraba, mis propios recuerdos comenzaron a surgir. Lo que ella no sabía es que la historia de la fuente y la leyenda de Cupido siempre habían sido un símbolo también para mí, un recordatorio de lo que mis padres habían compartido y cómo, en mi propio camino, había aprendido a valorar el amor verdadero. Yo no sabía si lo que estaba sintiendo por Isa era eso, pero sí sabía que era algo más profundo de lo que había sentido en mucho tiempo.
No entendía por qué me encontraba tan absorto en ella, pero había algo innegable. Quizás, como el joven de la leyenda, al acercarme a esta fuente, había pedido de alguna manera que mi vida tomara un rumbo diferente. Tal vez no necesitaba una flecha dorada, sino solo la valentía de ser sincero con lo que sentía.
—Isa… —dije con un tono suave, mirando sus ojos—, mis padres también solían venir aquí. Mi madre… siempre me hablaba de cómo creían que el amor eterno era algo que podía superar cualquier dificultad. Por eso, para mí, este lugar siempre ha sido un símbolo de lo que esperaba encontrar cuando me enamorara.
Ella levantó la vista, y pude ver mientras la fuente fluía suavemente que en ese instante, no había dudas ni confusión, solo la certeza de que ambos, de alguna manera, estábamos buscando lo mismo: algo real, algo que resistiera el tiempo.
~Isa~
Cuando me dijo que su familia también venía aquí, mi corazón dio un pequeño salto. Había algo en sus palabras que hizo que todo pareciera más profundo, más significativo. Los dos, con nuestras historias, nuestras inseguridades, pero también con nuestros deseos, estábamos compartiendo un lugar lleno de recuerdos de amor, como un puente entre lo que había sido y lo que podía ser.
Era curioso cómo, de alguna manera, nuestras historias se entrelazaban sin que lo planeáramos. Jay y yo no sabíamos qué esperar de este vínculo que estaba creciendo entre nosotros, pero en ese momento, frente a la Fuente de Cupido, sentí que tal vez, solo tal vez, no todo en el amor era un riesgo.
—¿Crees que este lugar puede hacer que los deseos de amor se hagan realidad? —le pregunté, sin esperar una respuesta perfecta, solo una sincera.
Jay me miró, y con una sonrisa suave y tranquila, respondió:
—Tal vez no sea Cupido quien nos ayude, Isa… pero sí lo que estamos dispuestos a poner de nuestra parte.
Durante tanto tiempo, creí que el amor nunca llegaría a mi vida, que a pesar de que siempre me había entregado con ilusión, pero que había terminado decepcionada una y otra vez. Mis padres, con su amor eterno, siempre me contaban historias de cómo el destino podía obrar milagros, pero yo nunca sentí que ese milagro fuera para mí.
Siempre pensaba: "Cupido se ha perdido de mi vida."
Pero en ese momento, mientras estábamos juntos, frente a la fuente, con Jay a mi lado, sentí una chispa de esperanza que hacía mucho tiempo no experimentaba. Quizá no necesitaba una flecha dorada de Cupido para que mi corazón latiera con más fuerza, tal vez solo necesitaba la certeza de que, por fin, alguien me veía, me entendía y quería estar a mi lado. Y era él, Jay.
Y en ese momento, al ver cómo agarraba una flor, sentí que mi corazón finalmente daba el salto. Tal vez no sería una historia perfecta, pero era nuestra historia, y de alguna manera, eso era suficiente. Con una sonrisa, tomé la flor que él me ofrecía y, juntos, la dejamos caer en la fuente. No sabía lo que nos depararía el futuro, pero algo me decía que ya no importaba si Cupido había olvidado mi nombre. Porque ahora tenía a Jay.
~Jay~
Mientras veíamos la flor flotar en el agua de la fuente, miré cómo Isa respiraba profundamente, como si finalmente hubiera tomado una decisión. No podía forzarla, no quería. Pero sentí un alivio al escucharla, al saber que sus miedos estaban ahí, como los míos, y que de alguna forma estábamos dispuestos a afrontarlos juntos.
Me acerqué, no dudé ni un segundo.
Solo podía pensar en besarla, había estado esperando desde hace ya tiempo este momento, y cuando finalmente me armé de valor. Fue un beso cálido, lleno de promesas, de incertidumbres, pero sobre todo, lleno de una certeza que ninguno de los dos podía negar.
~Isa~
Sentí su beso como un lazo que nos unía de una manera que no podría explicar. Quizás nunca lo entendiera del todo, pero lo que sabía en ese momento es que estaba lista para ver qué venía después, para descubrir qué había entre nosotros.
—Esto… esto es real, ¿verdad? —le susurré contra sus labios, buscando alguna confirmación, aunque ya lo sabía.
—Lo es —respondió él, con esa seguridad que yo tanto había deseado.
Y así, de una forma tan inesperada, pero tan significativa, sentí que el amor, que siempre había sido solo una historia que contaba, ahora era una historia que me estaba tocando a mí. Y esta vez, no me sentía como una tonta por creer en él.
~Jay~
El aire de Madrid se volvía más fresco a medida que la noche caía, pero con Isa a mi lado, el frío era lo último en lo que podía pensar. Caminamos tomados de la mano, sin un rumbo fijo, dejando que nuestros pasos nos llevarán por las calles iluminadas por faroles antiguos.
Cuando llegamos a su apartamento, nos quedamos en la puerta, mirándonos en silencio, como si las palabras fueran innecesarias. Sus ojos reflejaban las luces de la calle, pero también algo más... algo que encendía un fuego dentro de mí.
-¿Quieres pasar? -preguntó Isa, su voz un susurro que rozó mi piel más que mis oídos.
Asentí, incapaz de fingir indiferencia.
Su apartamento olía a libros viejos y café recién hecho, una combinación que me parecía tan ella. Cerró la puerta detrás de nosotros, y durante un segundo, solo nos miramos. No había música, solo el sonido de nuestras respiraciones mezclándose en el espacio entre nosotros.