Cupido siempre presente
~Isa~
Un año después de aquella noche frente a la fuente de Cupido, parecía más brillante, más viva… o quizá solo era el reflejo de lo que sentía por dentro. El amor de Jay había transformado mi mundo en algo que ni siquiera en mis mejores novelas había podido imaginar.
Nos encontrábamos nuevamente en el Parque de El Retiro, donde nuestras historias comenzaron a entrelazarse sin que lo supiéramos. El sol de la tarde bañaba el parque en un tono dorado, mientras las hojas de los árboles susurraban con la brisa. La fuente de Cupido seguía allí, eterna, como un guardián silencioso de nuestra historia.
Jay me había llevado hasta ese lugar con la excusa de dar un paseo. Vestía de manera sencilla, una camisa blanca arremangada y unos jeans, pero sus ojos brillaban con un destello diferente, uno que me hacía sospechar que había algo más.
—¿Recuerdas la historia que me contaste sobre esta fuente? —me preguntó de repente, deteniéndose frente al mármol que reflejaba la luz del atardecer.
Sonreí, asintiendo con un nudo en la garganta.
—¿Cómo olvidarla? Aquí fue donde mis padres sellaron su promesa de amor. Aquí creí que Cupido se había olvidado de mí… hasta que te encontré.
Jay respiró hondo, como si estuviera reuniendo valor para algo importante.
—Desde el primer momento en que te vi, supe que mi vida iba a cambiar. No sabía cómo ni por qué, pero sentí que había algo en ti que me hacía querer ser mejor. No solo como empresario o como hijo, sino como hombre.
Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas antes siquiera de darme cuenta.
Jay se arrodilló lentamente frente a mí, sacando un pequeño estuche de terciopelo azul marino de su bolsillo. Al abrirlo, un anillo sencillo pero hermoso brilló, con un diamante pequeño en el centro, rodeado de delicados detalles que parecían hojas entrelazadas.
—Isa, mi ratoncita —dijo, y su voz se quebró ligeramente, haciendo que mi corazón latiera más rápido—. No necesito una flecha de Cupido para saber que eres el amor de mi vida. Eres mi hogar, mi inspiración, la persona que hace que incluso los días más grises sean hermosos. ¿Quieres casarte conmigo? ¿Quieres escribir conmigo la historia más importante de todas, la nuestra?
Las lágrimas rodaron libremente por mi rostro, y apenas pude decir un tembloroso:
—Sí, Jay. Para siempre.
Se levantó rápidamente, rodeándome con sus brazos y besándome como si el mundo entero desapareciera, como si solo existiéramos él y yo, bajo la mirada eterna de Cupido.
Pero la historia no terminó allí.
~Dos Años Después~
Estábamos en el mismo parque, pero esta vez éramos tres. Jay sostenía en sus brazos a nuestra pequeña hija, Emma, cuyos rizos castaños y grandes ojos curiosos parecían haber heredado la mezcla perfecta de ambos.
—¿Sabes, Emma? —le decía Jay mientras la balanceaba suavemente—. Aquí fue donde mamá y yo nos dimos cuenta de que estábamos destinados a estar juntos. Y ahora estamos aquí contigo, porque el amor verdadero siempre encuentra su camino.
Yo me acerqué, abrazándolos a ambos, sintiendo cómo la vida había superado incluso mis sueños más locos.
Cupido nunca se había perdido de mi vida. Solo estaba esperando el momento perfecto para disparar su flech
a.
Y vaya que dio en el blanco.
Fin…