Curvy Love

Capítulo 4

Tirarme en la cama y darme cuenta de que al fin estoy en Nueva York por primera vez es como abrir los ojos en medio de un sueño… hasta que me doy cuenta de que estoy en una cama que cruje cada vez que respiro y que el cuarto es tan pequeño que puedo estirar el brazo y tocar la puerta del baño.

Sé que esto es temporal y no significa que seguiré aquí, así, de manera constante. Es todo cuestión de tiempo a que la situación laboral que afrontaré me implique mejorías económicas y pueda al fin dar algún cambio en mis requerimientos para acercarme a lo que concibo en tanto “una vida cómoda” o al menos más digna.

He tomado un vuelo temprano porque enseguida tengo una entrevista en persona en el canal donde podré conocer todo al respecto. No un día de trabajo en sí, sino el día en el que, además, voy a conocer a las personas que decidieron que, de todas las candidatas, yo era la mejor para el puesto.

Por la mañana me he dado una ducha y los baños compartidos de estos cuartos diminutos me dan un poco de temor así que decido no repetir la ducha, ponerme mi outfit elegido para esta ocasión y darme unas pinceladas de maquillaje necesario para la ocasión.

—Tranquilita, Love—me digo a mí misma mientras intento meterme en un atuendo que diga “soy profesional pero a la vez soy una chica moderna”. Me miro en el espejo, ajusto el vestido negro que me hace sentir cómoda, pero no puedo evitar notar que... *bueno, las curvas no mienten*. Claro, yo no soy de esas chicas que se esconden, pero tampoco quiero que piensen que estoy aquí para vender *ropa para mujeres reales*, como dicen los anuncios de la tele.

Me gusta mucho el trabajo para Televisión o todo lo que implica producción, mi sueño es llegar a escalar tanto que algún día pueda producir mis propios realities o montar películas que transmitan el espíritu exacto que deseo que tengan, mi propia impronta empresarial y creativa, pero si el precio a pagar para ello es un cuarto diminuto, puedo correr el riesgo. Lo que parece no coincidir con mi perfil es que el mundo de las apariencias intenta cambiar en lo que implica a las expectativas físicas de una persona que trabaja delante de cámara y mi objetivo es ser parte de ese proceso. Hemos avanzado, pero nos queda mucho, mucho en verdad.

Salgo del hostal y la calle me recibe con un bocinazo ensordecedor. En Ohio, la gente usa la bocina como último recurso; aquí, parece ser el saludo matutino o una suerte de catarsis. Camino con cuidado, siguiendo las instrucciones de mi teléfono para llegar a la oficina del canal. Y entonces la veo: la entrada gigante de *Manhattan Media Studios* donde funciona el canal e incluso algunos medios radiales y de streaming. Cielo santo, es aquí, mi nuevo lugar de trabajo.

Subo en un ascensor que huele a café viejo y nervios a partes iguales. *Ok, Love, respira profundo. Esto va a ir bien.* Las puertas se abren y, por supuesto, estoy a punto de caminar en cámara lenta hacia mi nueva vida, cuando tropiezo con la alfombra. Nadie lo nota, o al menos eso espero. Llego a la recepción y la recepcionista me mira con una mezcla de aburrimiento y simpatía, como si ya supiera todo sobre mí solo con mirarme.

Tras anunciarme, debo esperar un momento hasta bien me conceden el acceso y tomo la dirección señalada.

Subo, respiro hondo una vez más y entro a la sala de juntas. Ahí están los productores. Dos hombres y una mujer, todos delgados, bien vestidos y con esa expresión de que saben exactamente lo que están haciendo. ¿Lo saben? ¿Se habrán confundido conmigo cuando me entrevistaron de manera online hace tiempo?

Me sonríen cuando entro y me ofrecen un asiento. Por unos segundos hay ese silencio incómodo en el que todos me miran como si esperaran que haga algo gracioso o sorprendente, como si fuera una audición secreta.

—Love, estamos muy emocionados de tenerte aquí—dice uno de los productores, que tiene unas gafas extravagantes con un filtrado amarillento en los cristales y su cabello parece declarar que vino en un tren sin techo y le ha quedado fijado hacia atrás—. Mi nombre es Tom, soy parte del equipo de producción y tengo a cargo aspectos de imagen y del personal que trabaja para nuestra marca. Ellos son Sara, Lyle y Ulises—. Qué bien que trabaja en imagen porque su estilo parece intentar decir que es bastante auténtico—. Hemos visto tu trabajo y creemos que eres justo lo que necesitamos en este momento para mostrar en uno de los espacios que tenemos a cargo dentro del canal.

Ok, no suena mal. Tal vez en realidad están interesados en mis habilidades. Pero Tom sigue hablando, y es aquí donde la cosa empieza a desmoronarse.

—Estamos haciendo un cambio en la programación y queremos dar una imagen más... diversa. Ya sabes, algo que muestre que somos un canal inclusivo. Y, bueno—hace una pausa, midiendo sus palabras—, tu perfil es perfecto para el tipo de imagen que buscamos.

—¿Mi perfil?—pregunto, un poco confundida, aunque solo quiero que diga en voz alta lo que se supone que estoy pensando. O que espero haberme equivocado al pensarlo así.

—Cielo, así es—interviene una mujer de cabellos ondulados, con la edad de mi madre probablemente, aunque su estilo se muestra fan de la alta costura—, eres curvy, y ahora todo el mundo está con el tema body positive. Queremos ser parte de ese movimiento contigo en uno de nuestros espacios para el cual hemos generado disponibilidad.

Oh. Oh, no. Así que ese es el motivo. No me contrataron por mis ideas geniales, ni por mi experiencia que creí que les había impactado en la videoconferencia que hicimos tiempo atrás, ni por las ganas que tengo de demostrar lo que valgo. Me contrataron porque soy "curvy". Claro, es genial que quieran apoyar la diversidad de cuerpos, pero... ¿de verdad me lo sueltan así de buenas a primeras?

—Ah, claro—digo, intentando tragar el nudo que se forma en mi garganta—, me… me alegra saber que quieren ser inclusivos.

Sí, eso les digo, aunque en verdad debería ser “Me alegra saber que soy el póster viviente del cuerpo no normativo que quieren mostrar en pantalla”.




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