Curvy Love

Capítulo 5

Después de la reunión con los productores, mis nuevos jefes, salgo de la sala de juntas sintiéndome como una mezcla entre un unicornio y un marcador de diversidad corporativa. La sonrisa que he mantenido en mi cara todo el tiempo ya está a punto de desmoronarse, pero no lo hará. No. Porque soy más fuerte que eso, maldita sea. Respiro hondo y decido recorrer el canal por mi cuenta, como una exploradora urbana en busca de respuestas, buscando familiarizarme con el lugar que será mi nuevo espacio de trabajo, pese a que me hayan explicado que mi rol será “sencillo, pequeño, preparar la columna diaria de chimentos y entretenimiento”, pese a mi sugerencia de ir por la veta de “Ciencia y Tecnología” o “Cultura y artes”, pero no de entretenimiento. En fin, tendré que darle mi impronta. Si voy a trabajar aquí, necesito familiarizarme con el lugar.

El canal es mucho más grande de lo que parece incluso desde fuera, está lleno de pasillos interminables y me impacta la manera en la que realmente consigue aislar el bullicio de las calles neoyorkinas. La gente pasa con prisa, mirando sus teléfonos o cargando carpetas como si fueran secretos del Estado. Algunos me miran de reojo porque literalmente no veo ni a una sola persona con mis características lo cual me hace suponer que les llama la atención, pero siguen su camino, lo cual agradezco. Lo último que quiero es que alguien más me lance otro "cumplido" extraño como el de "si fueras delgada, serías bonita". Porque si escucho eso una vez más, probablemente haga algo que me llevará directo al noticiario en el sector de policiales.

Doy vueltas por los estudios, cruzándome con cámaras gigantes, técnicos con audífonos y sets de programas que, en la tele, parecen mágicos, pero en la vida real, bueno… son más bien como un montón de cartón y luces mal puestas.

Finalmente, llego a una sala de vestuario vacía con las puertas abiertas y luces encendidas. Me meto porque, a decir verdad, me atrapa tajantemente caer en la cuenta que este será mi espacio de trabajo. ¡Son los camerinos del noticiario! Se trata de una habitación llena de espejos de cuerpo entero y filas de trajes colgados que probablemente usan para alguna grabación. Me acerco a uno de los espejos y me miro. Estoy bien. Me veo bien. Yo soy más que un cuerpo curvy, me repito a mí misma. Soy una profesional. Soy una mujer decidida. Soy alguien que…

De repente, siento una presencia a mis espaldas. No he oído a nadie entrar, pero ahí está. Mi corazón da un vuelco y en cuestión de segundos me acuerdo de todos los videos de defensa personal que he visto en YouTube al igual que las clases que mi padre me obligó tomar bien entrada en la adolescencia. No entres en pánico, Love. Solo actúa. Giro rápidamente, con la adrenalina a mil, y antes de que pueda pensar en otra cosa, le doy un codazo directo al abdomen de…

¡...el tipo más guapo que he visto en mi vida!

El hombre se dobla en dos, jadeando por atrapar algo de aire, mientras yo me quedo congelada, sin poder procesar lo que acaba de suceder. ¡Acabo de darle un golpe a un hombre!

—¡Madre mía!

—A-ayu…ayuda…

No, no a un hombre cualquiera. A Jaxton Harris.

Sí, ese Jaxton Harris. El actor que todo el mundo adora, el que seguramente aparece sin camisa en el 60% de las escenas bajo estricto contrato. Y ahora está ahí, frente a mí, intentando recuperar el aliento mientras yo lo miro, completamente en shock.

—Oh, Dios mío—digo con la voz entrecortada— ¿Estás bien?

Jaxton se endereza lentamente, con la mano aún en el abdomen, y por primera vez lo veo de cerca. De verdad de cerca. Es... como si un escultor hubiera pasado años perfeccionando cada músculo de su cuerpo. Su cabello es oscuro y perfectamente desordenado, sus ojos, de un azul profundo, me miran como si acabara de golpearle el ego junto con su estómago que debe de pagarle las cuentas de la luz y del gimnasio.

—Ten, toma una silla—le ofrezco buscando una y la acepta. Arrastro otra y me incorporo a su lado mientras él se recupera y yo me deleito con su aspecto. Caray, es el mismísimo que vi en el aeropuerto, ¿cómo es posible que ahora el destino nos cruce aquí?

Trato de procesar lo que veo. Los brazos: tan tonificados que parecen esculpidos en mármol. El pecho: amplio, sólido, perfectamente delineado bajo la camiseta ajustada que lleva puesta. Y el abdomen… bueno, ya lo comprobé de primera mano: de roca. Literalmente, como golpear una tabla de surf, incluso creo que me ha quedado un poco resentido el codo. Su mandíbula está tan cincelada que podría usarla para abrir una lata de refresco. Y su boca, oh Dios, esa boca, con labios llenos que ahora están ligeramente entreabiertos, luchando por recuperar el aire.

—Lo siento, lo siento, lo siento mucho, —empiezo a decir sin parar, mis palabras atropellándose unas a otras— no pensé que... pensé que eras alguien peligroso y... ¡Oh, Dios, te golpeé!

Jaxton, aún sin poder hablar bien, se inclina hacia adelante, apoyando las manos en las rodillas. Yo sigo allí, petrificada, incapaz de decidir si debería disculparme otra vez o simplemente huir del país y empezar una nueva vida cambiando mi identidad para no tener que lidiar con el fandom enfurecido de sus Harristas (definitivamente no sé qué nombre tendrán sus fans, pero que las tiene, las tiene). Y entonces, él se endereza completamente y me mira a los ojos, con una mezcla de dolor y asombro.

—Vaya, creo que me he lastimado la mano—digo, tratando de mostrarme un poco empática—. Pero dime por favor si tus abdominales están bien.

Lo digo en serio, no quiero terminar con su fuente de ingresos más valiosa.

Entonces, lo hace.

Se ríe.

Jaxton Harris se ríe con lo que acabo de decir. ¿Le puede haber afectado al sentido común? ¿Le estará llegando la sangre al cerbero?




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