Dame una noche

9

Alina

Furiosa con Lukyan, con Román, conmigo misma y con el mundo entero, me dirijo al aula. En cuanto entro, veo a Oksana y me siento a su lado. Somos amigas desde el primer año, así que sabe muy bien quién es Lukyan. Se quita los auriculares y me sonríe:

—¡Hola! —Sus ojos azules me miran con curiosidad, mientras su cabello castaño oscuro cae en mechones despreocupados sobre sus hombros—. Te ves pálida.

—Lukyan ha vuelto.

Sus ojos se agrandan y deja caer el auricular sobre el pupitre, pero ni siquiera se molesta en recogerlo.

—¿Qué Lukyan? ¿Ese Lukyan?

—¿Acaso conoces a muchos Lukyan? Por supuesto que es él. Gromovenko. El desgraciado que envenenó mi vida y sigue haciéndolo —no puedo contener mi rabia y mi voz se eleva un poco. Oksana se queda boquiabierta y sacude la cabeza:

—¡No puede ser! ¿Qué quiere? ¿Cómo explicó su mensaje?

—Me quiere a mí. Por una semana.

Sin dudarlo, le cuento todo a mi amiga. Ella escucha atónita, con la mano cubriéndole la boca.

—Haré que se arrepienta de haberme pedido esto. Cree que voy a quebrarme bajo sus órdenes, que me humillará y me desechará como basura. Pero eso no va a pasar. Me burlaré de él y convertiré su vida en un infierno. Será él quien me ruegue que me vaya antes.

—Ay, no sé… Con Lukyan no se juega. No creo que eso funcione con él. ¿Y Román?

—Nada. Aceptó que entretenga a Lukyan. No sabe que alguna vez fuimos pareja. Con él tendré una charla seria.

El profesor entra en el aula y nos obliga a callarnos. Pero no puedo concentrarme en la clase. Mis pensamientos están atrapados en ese maldito Lukyan. En mi mente, elaboro planes para hacerlo rabiar, disfrutando de mi pequeña venganza.

Las clases me agotan, y la ansiedad por el encuentro con Lukyan crece. Prometió venir a buscarme. Mi teléfono vibra con un tono familiar y me sobresalto. En la pantalla, un número desconocido. Contesto sin pensar. Al otro lado, su voz grave resuena:

—¿Me extrañaste?

—Para nada —respondo con firmeza.

—Mentirosa. Lamentablemente, me surgieron asuntos importantes. En mi lugar, vendrá alguien a recogerte. Te enviaré el número del auto. Te llevará a una tienda. Comprarás un vestido de noche decente. Esta noche tenemos un evento. Te vestirás y vendrás directamente al lugar. Nos encontraremos allí.

—¿Qué evento? —Un mal presentimiento se apodera de mí. Dios sabe qué se le ha ocurrido a este lunático. Él suelta una risa desdeñosa:

—Lo sabrás cuando llegues. Compra algo sencillo pero elegante. Sin escotes pronunciados ni aberturas. Confío en tu buen gusto. Gray pagará todo.

En mi mente, se empieza a formar un plan de venganza. Sonrío sin querer.

—Está bien. Será como tú dices.

—Me gusta oír eso. Nos vemos.

La llamada se corta. Un minuto después, recibo un mensaje con el número del coche. Salgo a la calle y enseguida lo localizo. Subo al asiento delantero y me encuentro con el rostro sorprendido del hombre calvo y corpulento que había llevado a Román antes. Frunzo el ceño.

—Lukyan dijo que me llevarías a la tienda.

—Sí. Pero siéntate atrás.

—¿Por qué? —Para mí, ahora es cuestión de principios quedarme en mi sitio. Gray se encoge de hombros:

—Así es la costumbre.

—Me mareo en los autos. Espero que no sea el caso, pero mejor ir adelante. No quiero arruinarte el interior del coche.

Al escuchar esos detalles poco agradables, Gray enciende el motor y pisa el acelerador. Nos ponemos en marcha y me abrocho el cinturón. Mi estómago gruñe de hambre, pero intento ignorarlo. Para sonsacarle información, le sonrío amablemente:

—Lukyan dijo que me pondrías al tanto del evento al que vamos.

Gray me lanza una mirada sospechosa. Sus ojos oscuros me atraviesan, y tengo la sensación de que detecta mi mentira. Luego, aparta la vista y enciende la radio.

—Él no mencionó nada de eso. No sé qué tipo de evento es. La orden fue clara: llevarte a la tienda y después al restaurante. Eso es todo.

Bueno, al menos ahora sé que iremos a un restaurante. ¿Lukyan piensa impresionarme con comida gourmet? Bueno, al menos comeré bien.

El resto del trayecto transcurre en silencio. Gray estaciona el coche frente a una tienda de una marca reconocida. Apenas contengo un silbido. Me imagino los precios astronómicos. Pero no me importa malgastar el dinero de Lukyan. Me aseguraré de que esta noche le cueste caro.

Salgo y Gray me sigue, galantemente abriéndome la puerta. Ahora parece un caballero distinguido en lugar de un matón despiadado.

Las vendedoras me reciben con amplias sonrisas y me recorren con la mirada. Gray no pierde tiempo y ordena con autoridad:

—Necesito que vistan a esta señorita con un vestido de noche. El precio no importa.

Al escuchar esas palabras, los ojos de las vendedoras brillan con avidez. Se lanzan hacia los percheros con los modelos más caros, mientras yo observo todo con desgano.

Me traen vestidos realmente lujosos. Tan caros que da miedo tocarlos. Pero si Lukyan paga, ¿por qué no aprovechar? Me pruebo tres. Todos sobrios, hermosos y favorecedores. Pero ninguno es lo que quiero llevar cuando lo vea.

Mirándome en el espejo, sonrío con picardía y digo:

—Quiero un vestido con un escote pronunciado. A mi gatito le gusta que todo esté a la vista. Y que sea corto, por favor.

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